martes, 12 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo I. Así soy yo.


Mi trabajo es de esos trabajos que son lo más parecido a un medio de pago, me imagino que tú como lector no comprenderás esta incongruente comparativa, pero después de leer estas siguientes letras lo entenderás a la perfección.

Voy a cumplir los cuarenta años y nada de lo que hago me hace feliz. Un día de mi vida es igual que el siguiente y el otro lo mismo que el anterior, todos carentes de emoción.

No voy a decir de mí que sea una profesional inigualable. ¡No!, puesto que como todos cometo muchos errores; pero mi gran defecto, es mi ambición, mis ganas de mejorar, el querer aprender cada día más. Soy inconformista por naturaleza o lo que dice mucha gente de mi entorno: —un culo de mal asiento—.

En cuanto mi trabajo es rutinario, me falta el aire, me agobio y me entra sopor, es en ese instante cuando me planteo dejarlo. Si no fuera porque todavía tengo algo de sensatez y cordura, es en esos momentos cuando me cojo unos días de vacaciones para no cometer un acto del que luego sé que más tarde me arrepentiría.

—¡Hasta me resulta emocionante cuando me equivoco y me reprimen por ello!, o será... ¿qué tal vez lo haga aposta para romper la monotonía?—, en fin, eso queda para mí.

Trabajo en un departamento de recobros de un banco, la rutina en mi trabajo es mi gran compañera y es por eso por lo que mi trabajo es un medio de pago, de no ser que lo necesito para pagar mis deudas y gastos, lo dejaría.

Explicando esto, que no es que sea muy interesante, pasaré a contaros el resto de mi vida, la vida de Ena, la personal.

Vivo a caballo entre mi casa, la que comparto con mi marido y la casa de mis padres —estos ya están mayores—, por lo que en su día busqué una vivienda cercana a la suya para cuidarles en lo que fuera o fuese menester.

—¡Sí!, ellos son mi talón de Aquiles—. Mi familia y la gente que quiero son lo único que si me tocan, me puede lastimar, todo lo demás ni me inmuta.

Mi lema es que en el amor y en la guerra todo es válido, no importa cómo ni a qué precio se consigan las cosas, sino que lo que me importa, es que se consigan.

Quizás no comprendas tan egoísta manera de vivir la vida, pero cuando la vida y la gente que has querido te traicionan, sin querer o queriendo se cambia. ¡En fin así soy yo! Una mujer trabajadora, leal a los suyos, sin pelos en la lengua y con una peculiar capacidad de hacer daño con las palabras sin tener que levantar la voz.

Nunca paro hasta lograr mi objetivo, aunque también sé que una retirada a tiempo es el gran porcentaje de las veces: una victoria.

En mi tiempo libre que es más bien escaso lo dedico a escribir, sobre todo en el trabajo. Siempre aprovecho la hora de la comida para hacerlo, de lo contrario creo que el cerebro me estallaría de tanta imaginación contenida. La pobre de alguna forma ha de buscarse una vía de escape.

Mi vida personal es igual de monótona. Necesito un cambio y no sé cuál. —¡Si al menos mi relación de pareja me hiciera feliz!—, pero ni eso.

Antonio es mi pareja desde hace unos años, ni nos llevamos bien, ni mal, es más ni nos llevamos; nuestro matrimonio es el mejor contrato que jamás haya podido firmar.

Me reporta económicamente todo lo que necesito, cubre mis necesidades y a cambio solo tengo que asistir en ocasiones a los eventos que organiza la empresa para la que él trabaja.

En definitiva... —¡Un chollo!—. Pero la maldita monotonía me supera, tanto que mis visitas al psicólogo van en aumento.

—¡Hasta está estipulado en el contrato prematrimonial los días y horas en la que tenemos que copular!—.

S.A.R Victoria Eugenia de Battenberg
Lo único positivo de mi relación es que él trabaja para el Patrimonio Nacional, y yo, que soy una escritora con ansias de escribir una novela romántica e histórica, me sirve de gran ayuda para poder visitar todos los palacios y tener acceso a los archivos a cualquiera hora y día a excepción de cuando estos están dando servicio a la Casa Real.


Es debido a la ferviente admiración que mi madre sentía hacía S.A.R la Reina Victoria Eugenia de Battenberg —Ena, para los más cercanos—, que hoy porto su nombre con mucho orgullo.

Llevo tanto tiempo escribiendo como casi años tengo, me recuerdo desde muy niña haciéndolo. Y es que es lo que más feliz me hace, aunque no sé si es lo que mejor hago.

El dotar de sentimientos y de vida a un personaje, es impagable. Tanto que, aunque no lo quiera se queda parte de mí impregnada en ellos. Hasta que no formas parte de este mundo, no lo sabes. Pero es imposible no plasmar algún rasgo de tu personalidad en esos personajes que en ocasiones son demasiado nobles y en otras demasiado crueles.

Tengo muy poco tiempo para escribir, ya que, entre mi absorbente trabajo, mis padres y mi falsa vida marital, me impiden dedicarle más tiempo como en verdad me gustaría.

Pero lo importante es que siempre que puedo busco un hueco para seguir trabajando para poder crear una historia donde la gente no se limite a leer, sino que también les invite a sentir. No quiero que solo me lean, sino que también me sientan; porque solo leyendo más allá de las letras y con el corazón se puede llegar a conocer al autor.

En fin, así soy yo y mi peculiar vida. Una vida que tarde o temprano, aunque no sé cómo ni cuándo, pero cambiaré...



Comunicado

 

Buenas tardes a todos, y en especial a esa persona, que ayer, me confirmó que me “seguía”. Espero no decepcionarte. Permíteme que siga “seduciéndote con mis letras”, para que no sientas la necesidad de dejar de hacerlo, gracias de todo corazón por hacerlo. La próxima vez cuando me leas, si no te importa, te invito desde ya a que dejes cualquier comentario. Me consta que cuando tú realizas “tu trabajo”, te gusta saber si el resultado es positivo o negativo, pues bien, a mí también me gustaría saberlo. No hace falta que pongas tu nombre, no es necesario. A estas alturas conozco tu lenguaje y el idioma de tu mirada.

Al margen de este saludo “especial”, también aprovecho para daros las gracias a todos, de verdad, de corazón. No sabéis lo feliz que me hace saber que me leéis. En ocasiones genera morbo el no saber quién te esta leyendo o  “siguiendo”, porque si lo sabes, hace que todavía tengas que esforzarte más para no decepcionar a esas personas que de alguna manera u otra, la vida, hace que tengas que ver y por lo tanto sostener su “mirada”, que, en ocasiones, es complicado hacerlo, porque no sabes si te van a juzgar o van a entender que lo que escribes es solo literatura y nada más.

Hace ya un tiempo, publiqué, unos cuantos capítulos de la que será mi nueva novela, de nuevo os dejo la sinopsis.

No me leas, siénteme”. es una historia de dos mujeres que comparten la misma ilusión.

Dulcinea es hija de un marqués. Toda su vida ha luchado con gran valentía para demostrar a todos que es digna de ser la heredera del marquesado. Pero le costará demasiado conseguirlo; en una época en que la mujer era solamente educada para ser buena esposa y mejor madre. Pero luchará contra todos por demostrar que si puede hacerlo.

Ena es una mujer inquieta, que agobiada por su monótona vida y cansada de su marido. Decide cambiar de vida, de trabajo, de ciudad, dejando todo lo que tenía de lado para irse a trabajar a una residencia de mayores. Y allí aprenderá la mejor lección de su vida.

El destino las unirá y ambas, aunque de una manera distinta harán su sueño realidad.

 

Entonces, no llegué a publicar estos capítulos que tenía escritos, y me apetece que los leáis, eso sí.. una vez publicado estos últimos, ya no conoceréis nada más de la vida de Dulcinea ni de la de Ena, hasta que termine de escribirla.

Esta siendo uno de los retos más complicados a los que como escritora me he enfrentado, porque aúna mis dos pasiones la “literatura” y “la historia”. Al estar basada la mitad de ella, en una España muy distinta a la de ahora, donde el léxico, la cultura, la educación, todo… era muy distinto a como lo es ahora. No me queda otra, que leer —como siempre lo hago—, documentarme, visitar palacios, museos, exposiciones, para lograr introducirme de la manera más fiel posible en la piel de Dulcinea, la marquesa de Sagasta, intentando, como ya lo hice con Giselle. Hacer de su vida, mi vida, de su manera de hablar, la mía, se su manera de sentir, la mía y como no, de su manera de entregarse y amar, la mía.

Por suerte o desgracia, como con todo lo que hago en la vida, ambiciono cuando menos “rozar la excelencia”, y por lo que no me queda otra, que, a partir de ahora dejar de ser “yo”, para ser ellas. Que sean ellas, Dulcinea y Ena, las que, a partir de ahora, “hagan de mi vida”, la suya.

Hasta ahora habíais conocido parte de la vida de Dulcinea, pero no sabías nada de la de Ena. Hoy, podréis conocer la personalidad de Ena. Esa mujer, que, desde ya, será la mujer más especial que hayáis conocido nunca, sincera y capaz de mostraros el cielo y el infierno.

Espero que os guste, no dudéis en dejarme comentarios, que, aunque no sean “positivos”, siempre sirven como acicate para mejorar. 


Con cariño, Eva.

12/11/2024 



viernes, 8 de noviembre de 2024

Escorts, una semana en París. El gesto que me salvó la vida.



Han pasado varios días desde que he tenido el valor de enfrentarme a la realidad y seguir escribiendo en el diario para que, en un futuro, alguien lo lea.


Cuando me enteré de su muerte al leer su carta, le odié, ¡sí!, le odié.


Le odié con todas mis fuerzas por no haber tenido el valor de haberme dicho, lo que ya sabía: —Que me amaba—.


Estuve mal, muy mal.


Cuando salí del Hospital, y al saber que mi padre ya estaba fuera de peligro. Después de hablar con ellos, decidí irme a París de nuevo. Y aunque sea una metáfora un tanto incomprensible, para cambiar de vida y como si de una novela se tratase. —Tenía que finalizar ésta, antes de comenzar otra—. Por eso sentí que debía llorar hasta desangrarme por dentro, porque sólo expulsando esa rabia, podría seguir adelante.


Hasta entonces pensé que la ruptura más dolorosa era la de que un hombre te abandonara. —¡Qué estúpida!—, la separación más dura es cuando el hombre al que amas y te ama, llega un día en que la vida, sin pedirte permiso, te lo arrebata.


—¡Eso es lo más duro!— Todo aquel que lo haya vivido en sus carnes, lo entenderá.


Salí de la habitación del hotel Ritz, para dirigirme al cementerio. Había llegado la hora de despedirme de él; de afrontar que nunca más volvería a sentir ni sus besos, ni sus caricias y que jamás me veré de nuevo reflejada en su mirada. Ésa mirada que tanto me hablaba. Arrodillada frente a su tumba, desgarrada por dentro, gritando y rogando a Dios que me llevase con él.


Saqué de mi bolsillo un bote de pastillas para ingerirlas con la intención de poner fin a mi vida...

A pique estuve de hacerlo cuando sentí en mi interior una patadita de mi hijo. Ésa patadita que me hizo comprender que por él debía seguir luchando.


En ese instante, una frase que había escrito en su carta cobró más sentido que nunca: —Sé feliz, Giselle y lucha por nuestro hijo—.


Entonces estaba cegada por la rabia, por lo que yo creía desamor, y no supe ver hasta entonces, que el amor... El amor estaba en mí y era yo.


Cuando me incorporé y tras haber sentido la patadita de mi hijo Abraham, supe que, dentro de mí, siempre estaría el Sr. Musa; porque en mi hijo estaba él.


Siempre pensé que fue el espíritu de él, quien, de alguna manera inexplicable, hablo con su hijo para que me hiciese reaccionar.


No pude estar en su entierro —porque estaba hospitalizada—, pero no sé si es más duro enterrar a la persona que amas, o ser consciente de que al salir por la puerta del cementerio ya sólo te quedarán recuerdos.


Cuando llegué a la habitación, los recuerdos de la noche en que nos habíamos amado se hicieron presentes. Y lloré hasta que mis ojos azules, se tiñeron de un color rojizo. Llevaba mucho tiempo, mucho, aguantando la impotencia de no entender porque la vida, te hiere discriminadamente, cuando por fin la felicidad llama a tu puerta para instalarse.


Lo único que recogí de todos los regalos que me había regalado, fue la rosa que me entregó el día que vino a buscarme a la habitación. Esa rosa, que, aunque ya está seca, estará para siempre y el resto de mis días entre las hojas de este diario.


Cuando me disponía a salir de la habitación, dejando atrás todos los recuerdos, Davinia apareció por la puerta.


Qué cierto es que la amistad, no entiende de porqués, ni de una comunicación diaria. Tan solo una mirada fue suficiente para que ella supiera el duelo por el que estaba pasando.


Cuando quise explicarle qué me sucedía ella, puso su dedo índice en mis labios, para que me callara y me abrazó.


Me abracé a ella y sentí en ese instante que era mi única tabla de salvación, la única persona con la que en verdad podía ser yo. Y pese a que amaba al padre de mi hijo, como nunca había amado a nadie. Tenerla tan próxima a mí, despertaba ese recuerdo de aquel día en el que sentí más placer que nunca.


Quizás no procedía que me dejase llevar por mi instinto, pero lo necesitaba.


Necesitaba de nuevo sentirme viva. Y fui yo, en esta ocasión, la que tenía sed de sus labios, de sus caricias. Extrañaba de nuevo sentir sus pezones entre mis labios, mordisquearlos y sentir que se endurecían cada vez más.


Había llegado la hora de escribir la primera página de mi novela —de mi nueva vida— y admitir que solamente entre sus brazos me sentía mujer y viva.


Necesitaba gemir, gritar, era demasiada la tensión sexual acumulada.


De nuevo pude disfrutar del néctar de su sexo, sentir las pulsaciones de su clítoris en mis labios, mientras que yo de nuevo renacía. 


Ya no éramos ni la alumna, ni la profesora, ya no éramos dos mujeres capaces de enloquecer a cualquier hombre; nos habíamos dado cuenta de que éramos almas gemelas y que el cariño, el deseo y la atracción que ambas sentíamos, eran los ingredientes de lo que podría ser una relación.


Y aunque quizás pocas personas puedan entender mi forma de pensar. He de confesar que jamás amo a una persona por su sexo —me da igual si es mujer u hombre—, porque lo que yo amo, sobre todas las cosas, es a la persona.


Recuerdo que, al día siguiente, al amanecer entre sus brazos, pude apreciar la belleza del Sol, como nunca lo había apreciado.


Mi nueva vida comenzaba. El Sr. Musa es y será el hombre de mi vida, el padre de mi hijo —el motor de mi vida—.


Entonces más que nunca, tuve ganas de llevar a cabo mis proyectos, mis sueños y pelear como antes nunca lo había hecho.


Si la patadita de mi hijo fue —ese gesto que me salvó la vida—, ahora más que nunca tenía que vivirla.


Aproveché que Davinia estaba duchándose para llamar a mi madre por teléfono.

—¡Hija! ¿Estás bien?
—¡Sí! Mamá, mejor que nunca. Ahora sé quién soy y lo que quiero hacer...



No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 15 de Noviembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.


jueves, 7 de noviembre de 2024

El regreso de Giselle. —Recordando el ayer—

 

Aunque fue ayer cuando escribí en este diario, siento, que ha transcurrido mucho tiempo.

Mi relación con Davinia sigue siendo especial, pese a que ya no estamos juntas. Pero, por todo lo vivido y sobre todo por mi hijo, al que sé que ella adora, seguimos teniendo una excelente relación. Ella, aún me sigue amando, en cambio yo ya no siento lo que antaño sentía por ella; aunque no voy a negar que dejarme llevar por la pasión y hacerla enloquecer con mis labios, succionando su clítoris y arrebatándola un orgasmo de vez en cuando, es algo a lo que me niego a renunciar. Pero solamente es eso “momentos”.  

Mis sentimientos, aunque recientes, son fuertes y el causante de ellos, es Roberto sin lugar a duda.

Abrahán, mi hijo, ya tiene siete años. Está creciendo tan rápido, que en ocasiones me formula unas preguntas, para las que os aseguro que no encuentro respuesta. Pensamos, que los niños no se enteran de nada, que, desde su mundo de la inocencia y el juego, no perciben nada del mundo de los adultos, y ahora, me doy cuenta de que no. Que siendo unos niños —una inmensa mayoría—, son más sensatos, sinceros y honestos que nosotros; porque no están maleados, porque son transparentes y cada palabra que dicen, la dicen, con una verdad que en ocasiones hasta para nosotros puede resultar hiriente.

Aproveché para desayunar tranquilamente mientras que todavía él seguía durmiendo. En la mesa de su habitación estaba el puzzle que mi hijo y Davinia montaron, en mi ausencia, mientras que pasaba la noche con Roberto; lo que me recordaba que tenía que pasar por la tienda de cuadros, para que lo enmarcasen, como le había prometido la noche anterior para que lo colgase en su habitación.

De repente comencé a sentirme muy cansada, apenas había ingerido un café con leche y una tostada con jamón york y aguacate para desayunar y sentía como si me hubiese comido un costillar entero.

El periodo, hacía dos semanas que debería de haberme bajado y no tenía síntoma alguno de que fuese a hacer acto de presencia. Me negaba a admitir, lo que, dentro de mí, podría estar pasando.

Llevaba tanto tiempo sin cuidarme, porque no me había hecho falta, hasta que recordé en este instante que después de desayunar en la cama del hotel cuando Roberto se fue, y al incorporarme de la cama, de mi sexo emanaba su semen.

Sin tener ninguna prueba que lo confirmase, mi cuerpo, ya había pasado anteriormente por esto, y estaba más que convencida que de nuevo, una vida en mi se estaba gestando.  

Habían transcurrido más de 8 años desde mi último embarazo, los años pasaban. Mi hijo siempre había querido tener un hermano y, sin embargo, me daba miedo. Ya no tanto por volver a ser madre, sino porque tal vez Roberto no estuviera preparado para afrontar una paternidad.

No teníamos una relación consolidada, tan sólo habíamos compartidos unas cuantas citas, charlas, paseos, confidencias y… ¡Sí! Esa noche de pasión en la que me estremecí, grité y en la que pedí que no parase… hasta que entre sus brazos sentí desfallecer de placer…

Y es que la vida se compone de “momentos” y en un momento se crea una vida.

 

Continuará…

Próximo capítulo el 22 de diciembre. Día en que La Revista de Todos, vuelve a ver la luz y espero que brille como antaño lo hacía. Pero para ello, os necesito a todos y cada uno de vosotros. Sin vosotros, nuestro trabajo, entrega y dedicación no tendría razón de ser. Gracias por ser y estar.

Giselle, regresa, con más fuerza que nunca deseando poder volver a emocionaros, como antaño lo hacía.


Eva Mª Maisanava Trobo

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Quisiera…






Quisiera no quererte,
pero te quiero.
Quisiera no sentir esto,
pero lo siento.



Quisiera besarte,
más sé que no debo.
Quisiera despertar a tu lado,
pero no puedo.


Y aunque desearía
no haberlo dicho,
ya es tarde.
Te quiero y lo sabes…


Y aunque quisieras,
no haberlo escuchado…

Me quieres y tú mejor que nadie, lo sabes.



Eva Mª Maisanava Trobo
06/11/2024