Todo surgió aquél día, en aquella presentación.
Mi
vida como escritora estaba yendo viento en popa; ya quedó atrás mi época de
escorts, —con el último servicio—, la noche en la que estuve con Roberto. Ahora,
estaba completamente volcada en mi profesión de periodista, sin dejar a un lado
mi pasión por la escritura y la promoción de mi novela. La
presentación de "Entre dos mares", había sido todo un éxito. Jorge,
mi editor, estuvo a mi lado en el día más feliz de mi vida. Ya todo estaba
aclarado, ya no había ningún rastro de confusión por mi parte, ahora, aunque
tarde y después de haber llorado lágrimas de sangre, sabía que le querría el
resto de mis días como a un amigo.
Aunque...
tengo que ser sincera, como siempre me ha gustado serlo, y confesaros, que hubiera
dado mi vida porque Roberto, me presentase. Aunque lo más sensato, después del
affair que tuvimos, era dejar pasar el tiempo.
Con
mi jefe, había llegado a un acuerdo para que no me volviese a enviar a cubrir ningún
evento en el que él estuviera presente, por más que solicitasen mi presencia.
Las
jornadas de trabajo en la oficina eran extenuantes, tan solo me permitía la
licencia de conectarme un par de minutos al día a mi correo personal, para
comprobar si había alguna noticia interesante entre mis amistades.
Y
justo fue en ese instante cuando me enteré que Roberto, había presentado la
obra de la que habíamos hablado hace tiempo en el congreso de San Sebastián.
Me
hubiera gustado poder estar a su lado, ver ese brillo de su mirada y esa
sonrisa tan contagiosa, que al recordar y después de tanto tiempo, todavía
dibujaba en mi rostro esa felicidad que sentí aquella noche entre sus brazos.
Tal
vez
la ambición, tal vez, el querer llegar rápidamente a mis metas, había
hecho que me comportarse como una mujer interesada y tal vez, desleal.
Me
observo en el reflejo del monitor, y me doy cuenta de que estoy llorando.
Extraño esos momentos en los que hasta el silencio, que de una manera arrogante
se hacía protagonista entre nosotros—hasta en esos instantes—, yo era feliz a
su lado.
Nunca
me quedó claro, si realmente nuestros encuentros eran porque compartíamos la
misma pasión hacia la literatura, o por el contrario —nos veíamos a escondidas—,
porque la complicidad, el respeto y el entendimiento que existía entre nosotros,
tal vez... podría ser con el tiempo una relación de verdadero amor.
Todavía conservaba el número de su teléfono en la agenda de mi móvil y en más de una ocasión tuve la
tentación de mandarle un mensaje, para saber de él; pero el miedo a volver a
confundir mis sentimientos, paralizaba todo intento.
Emocionalmente
estaba
tranquila, sin lugar a dudas, era el mejor momento de mi vida. Tenía
todo
por lo que había trabajado duramente, un trabajo que hacia que cada día
me sintiera más realizada, mi primera novela en la calle y con una
aceptación bastante
buena, y lo más importante con ideas y proyectos interesantes.
Pero
leer el email de Roberto, en el que me pedía que estuviera con él en su día,
hizo de nuevo, que esas cenizas que en su día no llegamos a apagar, ahora,
otra vez prendiesen la llama de esos sentimientos, que despertó en mi aquel
día, en aquella presentación; en la que mi editor Jorge Andrade presentaba su
libro "Hacia el infinito".
Fue
el sonido del móvil, quien hizo que volviera a la realidad, dejando aparcado el
recuerdo de los besos de Roberto.
Era
mi amigo Nando, quería verme, llevábamos un tiempo saliendo, pero pese a que él
estaba completamente enamorado de mí, yo por el contrario, aunque que le quería
con locura, me faltaba ese punto de comprensión, que solo encontraba en las
conversaciones con Roberto.
Nos
fuimos a cenar a un restaurante vanguardista de una elegancia sin igual, pero
nada de eso, nada, hacía que me quitase de la mente a Roberto; tal vez si no me
hubiera abierto el correo, si no hubiera visto su email, seguramente ahora
estaría camino de un hotel, para subir con Nando a la habitación de un hotel para
dar rienda suelta a la pasión. Y sin embargo, cuando intentó besarme, le
rechacé. Salí corriendo del restaurante, cogí el primer taxi que paso y me fui
a mi apartamento.
Confusa,
me senté en el sofá y fui arrancando pétalo a pétalo, descomponiendo así, el
ramo que Nando me había entregado al subir a casa a buscarme.
Tal
vez quería encontrar una respuesta y armarme de valor para poner en
conocimiento a Roberto, de lo que a día de hoy todavía sentía por él.
Acumular
este sentimiento en mi interior, solo hacía que me sintiera cada vez peor, y
decidí embriagada por el aroma de las rosas y empujada por la pasión que
despertaban en mí, escribir un email a Roberto.
Querido Roberto.
Tal vez ni tan siquiera
leas ese email, posiblemente termine en la papelera o al entrarte como spam, ni
lo leas, pero mi corazón atribulado una vez más, me ha empujado a decir lo que
siento.
Me alegra saber que por
fin has publicado esa obra, que estoy segura de que será un ópera prima
compuesta de versos y capaz de llegar a los corazones más insensibles,
cautivándoles con el sonido de esa melodía de pasión, ternura y amor, que
siempre se hayan en cada una de las palabras que escribes.
Cierto es que ha pasado
mucho tiempo desde que coincidimos en la presentación del que hoy es editor de
ambos, pero hoy te escribo para decirte que todo lo que siento, todo, surgió aquél día, en aquella presentación;
en la que desde el
minuto cero, cuando quedamos momentos antes de que empezase el acto,
para hablar, desde ése instante que nuestras miradas se cruzaron, —ésa
mirada
escrutadora que tanto te gustaba de mí—; desde entonces y aunque me he
disfrazado de insensible en
ocasiones, de liviana en otras dándome a quién no me merecía, pese a
todo, hoy,
tengo que decirte que te quiero.
Pero este te quiero, no sé
si es tan fuerte como para querer plantearme el hecho de luchar por ti, contra
viento y marea; o tal vez sea que a tu lado, tengo el valor de seguir luchando
en este mundo de letras, de fantasías, de envidias y de pasión...
¡No lo sé, Roberto!, solo
sé que necesito de nuevo besarte, para saber si esto que siento, esto que estoy
escribiendo es real, y no un capítulo más...
Siempre tuya
Giselle Bayma
P.d. No me leas, compréndeme.