miércoles, 18 de septiembre de 2024

Si tú te atreves...

 

Llevaba mucho sin usar la literatura como medio terapéutico y quién me conoce sabe que es para mí, el mejor psicólogo que pueda haber, además de económico no tienes que estar escogiendo el outfif de turno, ni maquillarte, ni nada… Y es que si hay algo que odio cada día más es tener que estar “poniéndote mona” para ir a los médicos. O quizás sea tontería, porque los que me han operado a mí, me han visto salir de la anestesia, seguramente con la boca seca, sin maquillaje y toda despeinada. Gilipolleces varias que tenemos las mujeres.

Pero… no voy a estar contando más pajas mentales mías y si voy a contaros lo que le está pasando a una amiga —ya que me ha autorizado para hacerlo—, lo que no tengo muy claro es si hacerlo en prosa o poesía. En poesía me costaría más, ya que para mí son indirectas muy directas, totalmente reales y personalizas aun si dar nombre y apellidos; y sin embargo en prosa —relato— siempre es más sencillo porque siempre puedes novelarlo, inventarte cosas…

Lo que si tengo claro es que, si decido hacerlo en relato, lo haré usando la primera persona, porque os juro que siempre he intentado hacerlo desde la tercera persona y es completamente imposible para mí. Aunque quizás como reto, hoy, lo intente…

—¡Allá voy!, con tu permiso amiga… espero ser lo más fiel posible a lo que tú me has contado, aunque has de entender, que soy escritora y por ende… “añadiré” algún ingrediente, más que nada para hacerlo distinto a lo que te está pasando y que esto no te traiga problemas u os traiga…

 

Si tú te atreves…

 

Madrid 2022


Como cada mañana Ena si dirige a la oficina donde cada día trabaja en la redacción de una revista. Ha estado bastante tiempo alejada debido a una baja que se tuvo que coger debido a una operación de dos hernias y es que, entre la espalda y las rodillas, la verdad es que la pobre no levanta cabeza. Sino le duele un día una cosa, es otra. Y os aseguro, que el dolor, es desde hace mucho tiempo su “amante sempiterno”. Aunque ya quisiera ella tener otro tipo de amante.

Su vida sentimental, aunque está casada, es tan aburrida como lo era ver hace años la “carta de ajuste” en TVE, cuando no había nada más que un canal. Por decirlo de una manera más clara, no es feliz, no se sienta admirada ni deseada por su marido. Y aunque nunca se ha planteado el echo de ser infiel, porque siempre ha pensado que estas cosas solo te traen problemas, ahora, más que nunca y sin querer algo en ella está pasando.

 

 

Septiembre de 2022


Ena, lleva bastante tiempo con un dolor intenso en la rodilla, su traumatólogo habitual cada día le cobra más por infiltrarla. El dolor es muy intenso, pero su economía no es lo suficientemente boyante como para seguir tratándose con él.

Un día, decide buscar en internet otras opciones, en las que, sobre todo, se ajustase a su economía. Y la verdad, es que tuvo suerte… Aunque no sabría decir si a nivel de salud, o personal…

El que caso es que cuando llegó el día que le tocaba ir a la consulta con este Doctor nuevo, Ena, no estaba muy convencida. Ella estaba acostumbrada a ir a profesionales a los que, aunque fuese por internet, hubiera una fotografía de él, y en este caso no había nada. Aunque eso, también, le generaba cierto morbo.

Llegó el instante en el que Doctor, salió a llamarla, no le agradó en un principio, aunque si es cierto que su serenidad, su templanza, hacían que ella encontrase en ese médico esa confianza y profesionalidad que tanto buscaba.

Con el tiempo, ella, se sentía más cómoda, hasta le daba rabia, saber que iba a estar un tiempo sin verle. No era amor, lo que sentía, tampoco era deseo y es algo difícil de definir —hasta a mí como escritora que soy me cuesta hacerlo—.

Pese a que como Ena me decía, su carácter, era de un hombre “impertérrito”, lo más parecido al hombre de hojalata como el de la historia del Mago de Oz; de aquí a un tiempo, ese médico, se ha ido abriendo y poco a poco, con paciencia… después que de dos años ha conseguido que Ena, vuelva a sentirse ilusionada…

 

Aquí termina el relato y como escritora me pregunto. ¿Si os sentís atraídos el uno por el otro?, ¿porqué no la robas un beso y así salís de dudas?



Pero… vamos sólo Si tú te atreves… 

 

Nota: Tanto los personajes, como los escenarios y la situación, no es sino fruto de la imaginación de la autora; cualquier parecido con la realidad, no es más que mera casualidad.

 

Gracias por leerme y por hacer que día a día tenga ganas de volver a escribir.

      

      Eva


viernes, 13 de septiembre de 2024

Escorts, una semana en París. Capítulo: La decisión.



El granizo estaba golpeando con fuerza los cristales de la ventana del comedor, y fue aquel violento sonido, lo que hizo que saliera del estado de sock, en el que me había quedado al escuchar la propuesta de David, y darme cuenta, que seguía al otro lado del teléfono, esperando a que le diera una contestación.

Me consideraba una mujer con ideas firmes y tenía que asumir la decisión que había tomado y vivir de una manera sencilla, anónima, alejada del lujo y del glamour.

—Perdona David, pero no puedo aceptar, discúlpame ante el Sr. Musa. Invéntate lo que quieras, pero... ¡No!, no quiero seguir en este mundo.

—¡Pero por Dios, Giselle! sabes de sobra que no estás pasando por una buena situación, ¿tanto te cuesta cambiar de parecer, tragarte tu orgullo y aceptar, aunque sea por última vez? Sabes que Musa no descansará hasta que pueda verte de nuevo, eres la única mujer que no ha conseguido tener. ¡Lo sabes!, ¿verdad?

—¡Pues va a seguir siendo así! Adiós, David—.

—Tú misma Giselle, si cambias de parecer ya sabes mi teléfono—. Colgó cabreado.

Ya era hora de tomar las riendas de mi vida, tenía que dejar de ser la mujer superficial en la que me había convertido. Fue en aquel instante, cuando al mirarme en el espejo y ver el reflejo de los pendientes de perlas que me había regalado el Sr. Musa, el recuerdo de la última vez que requirió mis servicios se hizo presente. Y aunque no puedo hablar mal de él. Ya no quería más regalos, no quería más lujos, quería conocer la sencillez de despertar una mañana, dejando los zapatos de tacón a un lado, despojarme de cualquier rastro de maquillaje, ponerme un chándal, unas zapatillas de deporte y correr. —¡Si, correr!— Huyendo de mí y de todo lo que en esos instantes sentía.

Estaba claro que si seguía en la profesión, tendría más complementos de lujo, más fiestas, más photocalls, todo y más de lo que ninguna mujer hubiera podido soñar, pero me había convertido en una persona que aun teniéndolo todo, al despertar, en una cama de una lujosa suite de un hotel y al mirarme en el espejo del tocador, las lágrimas resbalaban incontroladas por mis mejillas, por la impotencia de saber, que no tenía nada más que un efímero recuerdo, ni un triste reflejo de cariño, ni un beso, ni una caricia, sólo un adiós.

Cada día estaba más convencida, de si bien mi belleza era una maldición, de la misma manera, era, mi ambición un castigo.

Ahora que rozaba los cuarenta años, por fin me había encontrado a mí misma, y estaba completamente segura de mí y de lo que quería.

Me dirigí a mi habitación, y al abrir el armario y ver la ropa que aún conservaba, de cuando era más joven, los recuerdos se hicieron presentes dejándome por un instante alejada de la realidad.

Todavía hoy recuerdo como fueron mis comienzos y porque lo hice; cuando años atrás, bajo el efecto de las drogas y el alcohol, me entregaba a cualquier estúpido que se acercaba a mí, creyendo erróneamente, que de esta forma llamaría su atención.

Recuerdo aquel diecisiete de mayo de mil novecientos noventa cuando estaba en Joy-Eslava —una famosa discoteca de Madrid—, celebrando mi cumpleaños con mis amigas, cuando una mujer elegantemente vestida, se acercó para hablar conmigo, proponiéndome ser modelo para un anuncio de cosméticos. —¡Qué ingenua fui!—.

Quizás lo único positivo, que pude sacar de todo ese tiempo de aprendizaje en la Agencia, eran mis conocimientos de idiomas y de protocolo. Todavía recuerdo las palabras de Davinia. No solo un cuerpo bonito atrae, Giselle. La atracción intelectual es la más poderosa de todas. Habrá mujeres que solamente calienten la bragueta de un hombre por un instante. Pero, tú, has de lograr, entrar en su pensamiento, y entonces… tendrás todo cuanto quieras.

Esas palabras fueron las más sincera que jamás había escuchado hasta entonces y por eso no quería ser una más, ni la mejor, si no la única.

Recuerdo haber estado días y noches devorando todos los libros que caían en mis manos, asistiendo a los cursos que nos pagaban en la escuela de idiomas, aprovechando cada día libre en ir a los mejores museos, me había convertido en una esponja que todo lo absorbía, observaba todo cuanto sucedía a mi alrededor, adquiriendo un sexto sentido que, con el tiempo, me sirvió para dominar al mayor magnate que pudiera existir, extorsionando su economía como me daba la gana.

—¡Y de qué me sirvieron todos esos conocimientos!—, es cierto que al principio era así, no hacía nada a cambio de nada, ni sucedía nada en mi vida porque sí, todo estaba fríamente calculado. Pero al final, en lo único que me convertí, era en una mujer embriagada por el lujo y dominada por el placer.

Fue el maullido de mi gata, quien hizo que regresara a la realidad, dejando los recuerdos aparcados.

Me puse mis vaqueros favoritos, mi camiseta ajustada azul, —que hacía que mis ojos destacasen— y la cazadora de sport con capucha que tan cómoda me resultaba para los días de lluvia.

Bajé a la calle, sin rumbo fijo, quería olvidar la conversación que había tenido con David cuando me llamó por teléfono, y a la altura de la calle serrano, me detuve mirando un escaparate que me llamó la atención sobremanera, el maniquí era igual que yo, rubia, vestía de negro —como normalmente solía vestir— y con gafas de sol, rodeada de bolsas de las mejores firmas y me recordó a mí, a ese pasado del que deseaba escapar. Solamente el sonido del teléfono hizo que apartase la mirada del escaparate.


—¡Hola, mamá!, ¿qué tal estás? ¿Cómo sigue papá?

—Giselle tu padre se está muriendo


Sentí por un instante que el corazón dejó de latirme y las piernas me temblaban


—Pero... Mamá, no le dijeron que todo estaba bien, que el cáncer ya se había localizado. Intenté tragarme el dolor para que mi madre estuviera más tranquila.

—Si hija, sí, pero... el tratamiento es costoso, solamente en una clínica de Houston podría recibirlo. Y ya sabes que no podemos pedir ningún préstamo, recuerda que tu hermano dejó de pagar la hipoteca y nos tienen embargada la pensión que tenemos, por haberle avalado. Apenas nos alcanza el dinero que saco limpiando en las casas para pagar los gastos.

—Mamá, no llores por favor. Te juro que, de aquí a dos semanas, tendrás el dinero que necesitas, es más, en breve tendrás seis mil euros, para que lo uses para los gastos de la casa y para parte del tratamiento de papá.

—¿De dónde vas a sacar el dinero hija, si ya no trabajas en la Agencia de Viajes?


Nunca mis padres supieron a lo que me dedicaba realmente, los hubiera matado en vida saber la verdad, preferí que vivieran en la ignorancia y no hacerles daño.

Yo era la única que tenía que sufrir en mis propias carnes el error que cometí. Y por eso la única profesión que se me ocurrió, era la de Agente de viajes, que excusaba a la perfección, las ausencias en las que, por prestar mis servicios, tenía que viajar.

—Mamá, no me preguntes cómo. Pero te juro por Dios que tendrás el dinero, confía en mí, mamá. Te llamaré cuando tenga el dinero, ahora tengo que dejarte. Te quiero mamá, no lo olvides, pase lo que pase, te quiero.


Colgué el teléfono, dejando a mi madre hecha un mar de lágrimas y armándome de valor y tragándome las lágrimas, llamé por teléfono a David.


—Está usted hablando con el contestador automático. En estos momentos no le puedo atender, si es tan amable, deje su mensaje después de oír la señal, le llamaré a la mayor brevedad posible, gracias—.

—David soy Giselle, me lo he pensado mejor y quizás tengas razón, un último servicio no me vendría mal, espero la documentación como siempre. ¡Ah!, no olvides que los caprichos se pagan y si el Sr. Musa quiere que vaya con él a París, quiero cada mañana en la habitación una docena de rosas blancas, que no falten los pétalos de rosas en el jacuzzi. Y dile que me haga llegar una American Express con seis mil euros para gastos, tengo que renovar el vestuario. Gracias.


Creo que por fin llegó la hora de usar todos los conocimientos adquiridos hace años, ¿no quería tenerme? Será a un alto precio.


Continuará....




No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 20 de septiembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.



Eva Mª Maisanava Trobo


jueves, 12 de septiembre de 2024

El gesto que me bloqueó

 

    Hace mucho tiempo que me enviaron esta imagen, evidentemente no voy a decir quién y tampoco sé el motivo por el que lo hizo, aunque intuyo, que todas las personas que me conocen saben, que todos mis escritos van acompañados de una imagen; y es curioso, cuanto menos, porque no es que escriba el relato y luego escoja la imagen, sino al contrario que según la imagen así escribo. Supongo que los que  escribimos tenemos nuestras rarezas, y esta es una de las mías; como cada uno de vosotros, tendréis las vuestras.


    Y os juro que llevo, días y días, sin saber si usarla para un relato —donde lo escrito navega en la ambigüedad— donde todo es mentira y todo es verdad; o bien en un poema —que no es sino un jirón, un trozo de mí— algo tan real como que ahora estás leyéndome y dejándote envolver por mis palabras. Palabras, que jamás caerán en saco roto y que nunca serán escritas en vano.


    Y creo que debo ser una vez más fiel a lo que me está pasando, que no sé si fue real, o uno de esos sueños que ansían que se hagan realidad.





El gesto que me bloqueó



Todo sucedió aquél día
en esa habitación
aunque iluminada,
completamente gélida y fría


No sé como sucedió,
no lo recuerdo,
aunque mi cuerpo sintió tus manos en mi cintura,
mi cerebro 
no es capaz de recordarlo...


Nunca me había bloqueado
y sin duda alguna es porque lo vivido,
jamás lo había sentido.

Ni en los mejores sueños,
ya no como mujer,
sino como escritora
hubiese imaginado
aquél gesto,
que, aunque deseado,
de ti, nunca lo hubiera imaginado.


Si esto vuelve a suceder,
Si tus manos se vuelven a posar en mi cintura;
Házmelo saber
con un beso, lleno de dulzura.

Porque necesito saber si fue un sueño
o si desde aquél día
temo estar perdiendo la cordura.





Eva Mª Maisanava Trobo
12/09/2024
13:15