Podría haber sido
una tarde más, para Mary. Su vida era completamente lineal, sin ningún
altibajo; un día tras otro y todo igual, sin ninguna novedad.
Vivía una vida sin apenas alteraciones,
y no porque no la sucediesen cosas, sino porque su forma de ser, la empujaba a
tener todo controlado, cada palabra, cada cita, cada momento; sin saber cómo se
había metido en la piel de un personaje que día tras día, y sin saber cómo había
fabricado.
Se conocían desde hace años, pero tan
sólo se atrevían a intercambiar un tímido —¡Hola!–, que a media voz se decían
mutuamente. Ambos querían negarse la atracción que ambos sentían. Tal vez por
el miedo a perder esa amistad, con la plena convicción de que si daban un paso
más allá, esa unión desaparecería para siempre.
Hasta que ayer, Marc, irrumpió en su
vida de nuevo. Desde verano no se habían vuelto a ver. Sus comunicaciones eran
casi a diario, pero mediante fríos mensajes a través del móvil, rara vez se
regalaban la posibilidad de escuchar sus voces. ¿Tal vez el miedo de sentir
algo más que amistad?
Los sentimientos, son tan sencillos, que
como estúpidos mitificamos y hacemos complejos.
¡Sí!, somos nosotros mismos quienes
hacemos la vida complicada. Miedos, inseguridades; vivimos en ocasiones
queriendo justificar todo y buscar un por qué a las cosas, cuando la gran
mayoría de las veces carecen de justificación.
Eso es lo que decidieron Marc y Mary,
dejar de buscar una justificación, una lógica... Decidieron cerrar los ojos a
la hipocresía y bailar al compás de la verdad.
Dos amigos, dos amantes, dos almas,
dos personas; que despojadas de prendas, se vistieron de besos, caricias, de
pasión y de respeto.
Dejaron de lado el miedo a perder la
amistad, y descubrieron que de no haber dado ese paso, el engaño y la
hipocresía, con el tiempo les habría distanciado.
¿Locura vivir lo que vivieron? ¡No!,
locura, sería engañarse y vivir con miedo.
Firmado
Mary