sábado, 8 de marzo de 2014

Sin pronunciar su nombre.



Qué difícil es afrontar la vida desde aquí arriba, desde mi cielo.


Veo a todos los que formaban parte de mi entorno, sufrir, ahora que no estoy con ellos y sin embargo me planteo el porqué cuando estaba con ellos, me sentía ignorada por todos y cada uno de ellos.


Mi padre no cesa de llorar, cuando antes ni tan siquiera en mis peores momentos estuvo a mi lado, apoyándome.


Mi madre es la única que realmente esta sufriendo con mi partida, sigue sin entender mi marcha, no la asume y lo entiendo. Porque desde aquí —desde mi cielo—, tampoco puedo asumir la distancia. Pero sé que a pesar de saber que está sufriendo, sé que luchará y con seguirá ver el Sol, entre otros motivos porque mi hijo Marc esta a su lado: parte de mí está con cada uno de ellos.


Sin embargo ése que me prometió amor a diario, que se llenaba la boca con palabras vanas de amor...ése que decía que le seria imposible rehacer su vida, cuando yo no estuviera a su lado. Ése, ahora está follándose a mi mejor amiga. —La que siempre me dijo en vida que le ayudaría a no decaer—. ¡La muy ladina!, nunca pensé que le ayudaría a olvidarme, metiéndose en mi cama y apropiándose de todas mis pertenencias, hasta de las joyas que heredé de mi abuela Ena.


Suerte a que el día que me dijeron cuál era mi destino, mi fatídico final; dejé la custodia y tutela de por vida a mi madre. De lo contrario ahora estaría retorciéndome de dolor viendo como hijo Marc llama "mamá" a otra.


Es complicado asimilar desde aquí arriba como todos los tuyos te van olvidando, haciendo su vida, sin apenas pronunciar mi nombre.


Mi hijo ya tiene siete años, pronto hará la comunión. Me siento feliz al ver con mis propios ojos, aunque en ocasiones las nubes se interpongan, ver como poco a poco se está convirtiendo en un hombrecito.

Se me parte el alma cada vez que le veo —cada noche arrodillado—, para rezar como yo le enseñé y en su última oración pedir a Dios que me proteja y me cuide allá donde esté. ¡No es para sentirse orgullosa!

Lo que él nunca sabrá es que yo deseo con todo mi corazón, que su deseo sea concedido para él. Porque aquí, donde ahora estoy, ninguna desgracia me puede pasar, salvo que a mi hijo se le olvide mi nombre.


Y es que mi mayor dolor no es estar lejos de los míos, sino que algún día, ninguno me recuerde como a día de hoy y para siempre les recordaré.  

El maldito cáncer apareció en mi vida, de puntillas y sin avisar; arrebatándome la vida, sin poderme despedir y teniéndome que irme sin poder pronunciar su nombre —el nombre de mi hijo—, de Marc.



Eva Mª Maisanava Trobo


sábado, 1 de marzo de 2014

El amor: ¿Es lo que uno quiere?


Quizás este sea el relato más complejo al que jamás antes me había enfrentado, y quizás sea porque más que un relato, es una reflexión en voz alta compartida con quien lea este conjunto de palabras; y del que me gustaría leer vuestros comentarios para saber vuestra opinión y daros contestación a cada uno de ellos.                  

          —¿El amor, es lo que uno quiere? ¿Se puede controlar?—.
          Hace varios días he llegado a la conclusión de que no se puede controlar, pese a que a mi alrededor existan un conjunto de personas que me digan que si se puede dominar e incluso canalizar. 

Pero tal y como yo lo veo, como ése torrente incontrolable de sentimientos que hacen acto de presencia en tu vida, y en la gran mayoría de veces sin preguntar si quieres enamorarte o no. —¡No!—, de esta forma lo siento pero no se pueden controlar, y en mi modesta opinión si hay alguien que lo pueda controlar es que entonces lo que siente, no es verdadero amor. 

Aunque como todo, existen diferentes formas de ver la vida, y por consiguiente de entender los sentimientos. 

Y para explicarme mejor, os contaré la complicada situación por la que una amiga mía está pasando.

          En el año 2006 conoció a un hombre que le hizo sentir con una sola mirada, —lo que en su interior ella misma desconocía—; ha intentado con todas sus fuerzas pasar página y escribir otra nueva vida; salir con otras personas y direccionar esos sentimientos hacia otros hombres; y sin embargo todo maldito intento no ha sido sino en vano. 
       Se ha disfrazado de otra mujer, para con éste propósito olvidar a quien ha marcado tanto su vida, y a la que ha dejado sumida en un mundo oscuro, del que con mucho esfuerzo se asoma de vez en cuando a la vida.

Pues por mucho que la digan, el amor, como ella lo ve y lo siente, es incontrolable y por lo tanto atribulado.        

Y a un corazón atribulado es complicado hacerle entender que lo que siente su corazón carece de toda lógica y razón. 

Y tú, ¿piensas que el amor es lo que uno quiere?, ¿qué se puede controlar? 



domingo, 16 de febrero de 2014

El email que me sacó de las tinieblas...



Sentía una voces internas que me gritaban, me decían: hazte daño, mátate, no sigas viviendo, para qué.

Has fracasado en tu intento de ser escritora, ni tu obra gusta, ni tus palabras hacen despertar ningún tipo de sentimiento, ni bueno ni malo, nada... 

Apártate del camino, no sigas luchando, no vale la pena... Nadie te va a echar de menos, ya nadie va a pensar en ti; quizás los primeros días alguien derrame alguna maldita lágrima, pero luego... serás olvidada como quien olvida que llovió la semana pasada. A nadie le importas, —solo te están usando para tener fama— y tú eres esa estúpida incrédula que ayudas a los demás sin recibir nada, eso es lo que eres una maldita ilusa fracasada.

Esas voces me volvían loca durante días, se agolpaban en mi interior como si fueran acufenos imposibles de olvidar, constantemente martilleando mis oídos, día y noche; como si tuviera en el interior una lavadora centrifugando.

Me falta el aire, temo hacerles caso, cojo un bote de pastillas con el propósito de abrirlo y poner fin a mi vida, a mi trabajo de editora, a mi estúpida ambición de ser una escritora; a poner fin a esa enfermedad que sin saber cómo ni porqué se está apoderando de mí. Estos malditos vaivenes de felicidad pasajera. Hoy estoy bien, mañana regular y al siguiente quiero planear mi final con la perfección con la que siempre he realizado cualquier trabajo.

Y sin embargo, aún dentro de esa locura transitoria que se apodera de mí, un atisbo de lucidez hace acto de presencia. Quería matarme sí, pero no quería irme sin echar un polvo para irme con el recuerdo en mi mente y el calor en mi vientre.




Encendí el ordenador, me dispuse a abrir el correo, a ver si por un casual encontraría un mensaje de él, de mi amante, de Armando.



Poco me importaba ya los principios anquilosados de la gente que me rodeaba, me lo quería follar, tal como lo lees, sin preguntas, sin hablar, solo quería gozar la última vez, y más sabiendo que nunca más le volvería a ver, solamente en su recuerdo quedaría la pena de no volverme a poseer.

Siento que mi corazón late a mil por hora, un dolor agudo hace que me encoja, tengo miedo a morir, sin antes ser libre...



Tengo calor, me desnudo...

Abro el correo y me encuentro un email de él, de mi Armando.






   Buenas noches...
Espero que estas cuatro letras, ayuden y den química a nuestro encuentro.
No estés nerviosa, pues solo deseosa debe ser, el tiempo a pasado la verdad, un paréntesis largo sin duda que hace enfriar pero no apagar el rescoldo del deseo y la pasión.
Deseo que nuestro encuentro salga con plenitud y con embriaguez de placer, de deseo, de todo lo que anhelas y deseas.
Quiero que nos devoremos, que sudemos entre nuestros fluidos de éxtasis, que nuestras respiraciones se agiten en volcanes de gemidos ante el umbral de un maravilloso orgasmo.
Sentirme tuyo, dominado ante tu deseo, que me hagas desfallecer de placer y que tus poros de mujer se habrán hacia mi.

Un besazo, felices sueños y hasta mañana.
         

Armando

Todavía recuerdo cuando nos conocimos hace años, yo me apunté a una página de contactos y él fue el primero en contactar conmigo. "Galán" era su nick.

Siempre me juré a mi misma que nunca me liaría con nadie el primer día. ¡Qué estupidez!, la vida y solo la vida se encarga ella solita de hacerte actuar de la manera que jamás pensarías que actuarías.

Parece que fue ayer cuando vino a visitarme a mi tienda; por aquel entonces era empresaria, siempre tuve esa ambición de prosperar. El miedo a fracasar era para mi peor que morir.

Fracasé el día que le conocí, el día que apareció en mi vida.

Nos llevábamos unos catorce años. Yo era una niña de bien, que había puesto su primera tienda y él, militar; o eso era lo que él me contó.

A estas alturas, ya poco importaba si era militar, si su nombre era real, o todo era una mentira. Quizás lo me excitaba era eso, saber que era todo una mentira y yo la protagonista de la fantasía que siempre quise tener.

Recuerdo que ese día me encontraba hojeando la revista Pronto y viendo el reportaje de la boda del S.A.R. Felipe de Borbón, con la siempre y ya odiada por mi Letizia Ortiz Rocasolano.

Cuando le vi entrar por la puerta me quedé ida, era moreno de ojos verdes, un físico bien musculado de mirada penetrante y un toque de misterio. En ese instante pensé que el nick que se había puesto le venía como anillo al dedo.

A penas pude darme cuenta de lo que decía el reportaje, la mirada de Armando, hacía que perdiera la cordura, si es que en algún momento y más en ese día, me acompañaba.

Por la mañana había dejado la comida preparada, no sabía de sus gustos y opté por un plato de pasta con gambas, fácil de hacer...

Cuando cerramos la tienda y me acompañó a mi casa, cogió de mi mano derecha las llaves y cerró.

En ese instante el miedo y la excitación eran más fuertes que la razón.

Nos sentamos en la mesa, lo noté entre tímido y cortado.
 —Tengo alergia al marisco—, me dijo.

En ese instante me sentí la mujer más necia del mundo, buena parte de la mañana cocinando, para nada.
 —¡Vaya!, ¿no me tendrás alergia a mi también, verdad?, desconozco como pude tener el valor de decirle eso, cuando apenas le conocía de media hora.

Se incorporó y se acercó al otro extremo en el que yo estaba y me levantó. En ese instante me sentí como si fuera la protagonista de una película porno, se te viene a la mente la escena en la que el chico tira todo al suelo y te hace suya allí, pero... ¡No!, no fue así.

Yo vivía en un duplex, y como si se conociera de antemano mi casa, me cogió de la mano y subimos las escaleras hasta mi habitación de matrimonio. —Si, mi pareja estaba trabajando. Y yo sumida en un crisis en la me empezaba a plantear el porqué vivía con mi pareja cuando ya no sentía nada más que cariño por él—.

En ese instante comprendí que nunca se debe decir que jamás se actuaría de cierta manera.

Nos devoramos a besos, mientras que como locos nos íbamos desnudando; temblé cuando sentí sus labios acariciando cada poro de mi cuerpo y deleitándose con pausa entre mis muslos.

Me sentí como una amazona salvaje montando a galope a su potro desbocado, quizás con la ambición de apaciguar tanta pasión. 

Pero... ¡No!, no quería que ese momento se acabase así.

Aunque como todo, acabó. Terminamos sudando y desnudos, en ese instante al unísono dijimos: —¡Vaya!, empezamos por el postre—. 

Ese día me di cuenta que siempre sería enferma de la pasión, que difícil sería encontrar a un hombre que entendiera que mi forma de vida era muy difícil de comprender, siempre al límite, siempre buscando nuevas experiencias, siempre deseando besos y caricias nuevas...

¡Dios!, otra vez esas voces me están gritando: —¡Hazlo, hazlo!—. 

Llamé por teléfono a Armando, no quería contestar a ese email que aunque me excitaba y me ayudó a salir de las tinieblas; prefería llamarle y de nuevo escuchar su voz.