Qué difícil es afrontar la vida desde aquí arriba, desde mi cielo.
Veo a todos los que formaban parte de mi entorno, sufrir, ahora que no estoy con ellos y sin embargo me planteo el porqué cuando estaba con ellos, me sentía ignorada por todos y cada uno de ellos.
Mi padre no cesa de llorar, cuando antes ni tan siquiera en mis peores momentos estuvo a mi lado, apoyándome.
Mi madre es la única que realmente esta sufriendo con mi partida, sigue sin entender mi marcha, no la asume y lo entiendo. Porque desde aquí —desde mi cielo—, tampoco puedo asumir la distancia. Pero sé que a pesar de saber que está sufriendo, sé que luchará y con seguirá ver el Sol, entre otros motivos porque mi hijo Marc esta a su lado: parte de mí está con cada uno de ellos.
Sin embargo ése que me prometió amor a diario, que se llenaba la boca con palabras vanas de amor...ése que decía que le seria imposible rehacer su vida, cuando yo no estuviera a su lado. Ése, ahora está follándose a mi mejor amiga. —La que siempre me dijo en vida que le ayudaría a no decaer—. ¡La muy ladina!, nunca pensé que le ayudaría a olvidarme, metiéndose en mi cama y apropiándose de todas mis pertenencias, hasta de las joyas que heredé de mi abuela Ena.
Suerte a que el día que me dijeron cuál era mi destino, mi fatídico final; dejé la custodia y tutela de por vida a mi madre. De lo contrario ahora estaría retorciéndome de dolor viendo como hijo Marc llama "mamá" a otra.
Es complicado asimilar desde aquí arriba como todos los tuyos te van olvidando, haciendo su vida, sin apenas pronunciar mi nombre.
Mi hijo ya tiene siete años, pronto hará la comunión. Me siento feliz al ver con mis propios ojos, aunque en ocasiones las nubes se interpongan, ver como poco a poco se está convirtiendo en un hombrecito.
Se me parte el alma cada vez que le veo —cada noche arrodillado—, para rezar como yo le enseñé y en su última oración pedir a Dios que me proteja y me cuide allá donde esté. ¡No es para sentirse orgullosa!
Lo que él nunca sabrá es que yo deseo con todo mi corazón, que su deseo sea concedido para él. Porque aquí, donde ahora estoy, ninguna desgracia me puede pasar, salvo que a mi hijo se le olvide mi nombre.
Y es que mi mayor dolor no es estar lejos de los míos, sino que algún día, ninguno me recuerde como a día de hoy y para siempre les recordaré.El maldito cáncer apareció en mi vida, de puntillas y sin avisar; arrebatándome la vida, sin poderme despedir y teniéndome que irme sin poder pronunciar su nombre —el nombre de mi hijo—, de Marc.
Eva Mª Maisanava Trobo
sábado, 8 de marzo de 2014
Sin pronunciar su nombre.
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Me encanto Eva
ResponderEliminarGracias, Pepi. Me alegra saber que te ha gustado. No hay mejor aliciente para un escritor, que el recibir comentarios. Besos.
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