Este
comunicado que hago es para indicar que estos relatos y poemas que aquí vais a ver
reflejados están basados en una experiencia personal que he vivido.
A
partir del 24 de marzo de 2025, a las 20:00, finalizó de forma definitiva mi
relación médico-paciente con la persona aludida de forma simbólica en este
texto.
Por tanto, como ciudadana española y como escritora, hoy 27 de marzo, tengo pleno derecho a expresar mi experiencia emocional y personal, siempre dentro del marco del respeto y sin exponer datos confidenciales ni identificativos.
Me
ampara la libertad de expresión y creación literaria, recogida en el
artículo 20 de la Constitución Española.
Por
mi parte, he cuidado cada palabra escrita, evitando exponer, nombrar o dañar. No
nace desde la rabia ni el despecho, ni tiene intención alguna de dañar
reputaciones. Simplemente para crear conciencia ya que lo que en su día decidí
callar, hoy decido escribirlo por dignidad.
Sin
embargo todo lo que un paciente comunica en consulta —sea clínico, emocional o
personal— está amparado por el secreto profesional.
Divulgar,
comentar o compartir con terceros lo expresado en una conversación
médico-paciente, aunque ya finalizada la relación, constituye una falta grave a
la confidencialidad, sancionada por el Código Deontológico Médico y la Ley
Orgánica de Protección de Datos. Teniendo graves consecuencias económicas hasta
la inhabilitación.
Así
como a ustedes —los sanitarios— se os exige ética con vuestros pacientes, yo,
como escritora, también tengo ética con mis lectores.
Y si alguna vez uno se reflejó en un personaje, fue por su sombra, no por mi luz.
—Carta a quién decidió olvidar.
—Me fui con la cabeza alta, sin hacer ruido y elegante.
—Lo que no se dice también ser recuerda.
—Afrontando lo vivido haciendo catarsis.
—La yegua indómita.
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