miércoles, 6 de noviembre de 2024

Quisiera…






Quisiera no quererte,
pero te quiero.
Quisiera no sentir esto,
pero lo siento.



Quisiera besarte,
más sé que no debo.
Quisiera despertar a tu lado,
pero no puedo.


Y aunque desearía
no haberlo dicho,
ya es tarde.
Te quiero y lo sabes…


Y aunque quisieras,
no haberlo escuchado…

Me quieres y tú mejor que nadie, lo sabes.



Eva Mª Maisanava Trobo
06/11/2024



martes, 5 de noviembre de 2024

El regreso de Giselle

  

Es complicado de nuevo introducirme en la piel de Giselle, sobre todo, de esta nueva Giselle. Esa Giselle, que dejó ser una de las mejores escorts de Madrid, para pasar a ser empresaria, madre y sobre todo sentirse viva.

Ha pasado mucho tiempo, exactamente desde el 30 de agosto del 2019 que publiqué el último capítulo. Mi vida y más que mi vida, yo, al igual que Giselle hemos cambiado mucho.

Por eso me da miedo de nuevo meterme en su personaje, porque temo no volver a conseguir lo que hace tiempo solo ella supo lograr. Porque a la fecha, no me atrevería a decir con seguridad, si ella escribió mi vida o yo la de ella. Si ella es escritora y yo una ex escorts, o si yo soy escritora y ella un personaje con el que logré ser libre y volar.

No sé qué me da más miedo, si asumir de nuevo la dirección de La Revista de Todos, con la profesionalidad que siempre lo he hecho o de nuevo ser Giselle, vuestra Giselle.

Aunque no os lo vais a poder creer para escribir el siguiente capítulo he tenido que leer la novela que en su día publiqué y de la que a un buen recaudo conservo un ejemplar, como también he tenido que leerme los cuatro capítulos que se publicaron en su día en La Revista, teniendo como título, “El Regreso de Giselle”.

Y aunque ha transcurrido mucho, mucho tiempo. ¿Me creéis si os digo que todavía me he emocionado? No sé que hizo Giselle en mí, o sí lo sepa y no lo quiera asumir.

Ya que La Revista de Todos, si Dios quiere, regresa el 22 de diciembre, y como es de costumbre, el título de cada aportación ha de contener la palabra “Navidad”. Aquí os dejo el título del nuevo capítulo.

—El regreso de Giselle. ¡Y sí, llegó la niña por Navidad!—

 

Giselle de nuevo se enfrenta a la maternidad. A cumplir su deseo de ser madre, —pero sobre todo la de su hijo Abraham—, de querer tener un hermano.

¿Conseguirá la llegada de esa criatura apaciguar las ganas de seguir sintiéndose “viva”? ¿Cómo reaccionará el Sr. Rodríguez? ¿Le acompañará en su embarazo o tendrá que ser Giselle, de nuevo, quien afronte la maternidad al lado de Davinia?

Todavía ni yo como escritora, lo sé. Ya sabéis que estoy acostumbrada a trabajar bajo presión y que seguramente, una vez más, sea mi estado emocional de ese día el que decida que sucederá.

Hasta el 22 de diciembre, fecha en la que se publicará el nuevo capítulo de El Regreso de Giselle, os dejo los links de los capítulos anteriores para que recordéis su historia. Y si queréis recordar el origen, la novela, "Escorts, una semana en París", os invito desde ya a que pulséis en el link de abajo, para qué, capítulo a capítulo os emocionéis, como a la fecha y me temo que de por vida lo seguiré haciendo. 

https://evamariamaisanava.blogspot.com/




 











El regreso de Giselle


Me deseas y lo sabes.

https://larevistadetodos.blogspot.com/2019/02/el-regreso-de-giselle-capitulo-i-me.html 


Giselle, permítame hacerla el amor.

https://larevistadetodos.blogspot.com/2019/04/el-regreso-de-giselle-capitulo-ii.html 


Y sin darme cuenta, llegó el 16 de Junio.

https://larevistadetodos.blogspot.com/2019/06/el-regreso-de-giselle-capitulo-iii-y.html 


El amanecer

https://larevistadetodos.blogspot.com/2019/08/el-regreso-de-giselle-capitulo-iv-el.html

 

lunes, 4 de noviembre de 2024

A ti, que espero que me leas.

 



 Desearía no haber usado este medio,

pero soy escritora

y no siempre lo que escribo

es algo real, vivido o sentido.

Como escritora que soy uso la ambigüedad…

Ahora bien, como mujer,

he de confesar la verdad…

 

No me gustan los poemas,

porque al escribirlos,

desnudas tu alma,

muestras lo más profundo de ti.

Más hoy, me importa bien poco,

lo que opinen de mí;

porque si no escribo lo que siento,

estaría siendo desleal a mi pensamiento.

 

Me cogiste de la cintura

y no supe cómo reaccionar,

a la fecha aún sigo sin recordar…

El otro día nos abrazamos

y solo Dios sabe, lo que me costó no dejarme llevar.

Me he perdido en tu mirada,

como tú en la mía

y sin embargo hoy…

Te sentí frío, distante y hasta cortante

y ahora no solo me he quedado bloqueada,

sino que no entiendo nada…

 

Ahora, que ya estaba decidida.

Que, aunque suene mal,

quería probar el sabor de tus labios.

Ahora, de nuevo regreso al punto de partida,

donde lo vivido,

tal vez,

hubiera sido mejor no haberlo sentido.

 

Porque para hacerme levitar

y días después hacerme llorar.

Si tú quieres, sigue siendo profesional…

“Que yo seguiré siendo esa mujer,

a la que deseas y a la que jamás podrás olvidar”

 

 

Eva Mª Maisanava Trobo

04/11/2024


viernes, 1 de noviembre de 2024

Escorts, una semana en París. —Un dulce adiós—



Cuantas veces he escuchado de los labios de mi madre esta frase:

—¡Hija! Cuando seas madre lo entenderás—.

Y qué cierto es que cuando las mujeres pasamos por la maternidad, desearíamos poder borrar con una goma todas esas malas contestaciones que en la adolescencia todos hemos dado. —¡Ahora entiendo los desvelos de mi madre!—.

Me encuentro asomada a la ventana de la habitación del hotel, pensando en qué decisión tomar. ¡No es fácil!, desde fuera es sencillo defender la vida, pero... ¿Y cuando no tienes nada que dar? ¿Y cuando el hijo que llevas en tus entrañas sería una mera moneda de cambio?

Estoy hecha un mar de dudas; ansío ser madre, pero por otra parte necesito sentirme libre. Y no es libertinaje lo que busco, sino que ahora que dentro de mí hay un conjunto de células que se están desarrollando, me planteo si de verdad es eso lo que quiero.

Si tengo que ser sincera, mi vida está completamente desestructurada. Y no sé si realmente sería sensato por mi parte traer un hijo al mundo en estas circunstancias.

Pese a que he vendido mi cuerpo al mejor postor, hay algo que nunca venderé... Mi alma.

Y aunque sé el revuelo que van a causar mis palabras y más a sabiendas de lo que he sufrido y experimentado hasta la fecha, tengo sentimientos. Y un hijo ahora no sería lo mejor.

Sé que mi familia me apoyará pese a la decisión que tome, sea contraria a la suya. Es absurdo que me impongan una decisión a estas alturas de mi vida.

De nuevo vuelvo a sentir ese escalofrío por todo mi cuerpo, presiento que algo malo va a suceder. ¿Pero el qué?

Es absurdo negar que esté completamente enamorada, y aunque parezca que mi huida fugaz, fue sinónimo de inseguridad, no lo fue. Simplemente lo hice para conocer sus sentimientos. Vivir con esta desazón es absurdo y más ahora que estoy embarazada.

En estos instantes esa vocecita llamada conciencia, me dice que le llame y le diga que voy a ser madre. Pero no quiero hacerlo, quiero que tome la decisión de estar el resto de su vida conmigo porque me ame. No quiero que lo haga porque esté esperando un hijo suyo; nunca utilizaría a un hijo para atrapar a un hombre.

Es curioso como en décimas de segundos cambia la vida de una mujer cuando se está en estado. —¡Cuánta razón tenía mi madre!—.

Es de nuevo el sonido del móvil quien consigue devolverme al mundo real dejando a un lado los pensamientos, los miedos y la decisión de si tener o no a mi hijo.

—Dime, mamá. ¿Cómo amaneció papá?

—Bien, Giselle. Pero ahora quien nos preocupas eres tú, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a tener a tu hijo? Sabes que un hijo no es un juguete que cuando te cansas, devuelves a la tienda de juguetes, o tiras a la basura. Es para siempre, Giselle. Desde que tomes conciencia y estés segura, dejarás de ser tú, para ser él. Queremos que sepas que tomes la decisión que tomes, te apoyaremos. No te voy a pedir que nos hables de él, ni en qué circunstancias os conocisteis. Hablar ambos y tomar una decisión. Te queremos.

—Gracias, mamá. Pero no sé si deba decirle que espero un hijo suyo. No quiero que decida quedarse conmigo, sólo porque le voy a dar un hijo.

—No te voy a decir qué debes y qué no debes hacer. Pero no tomes una decisión sin madurarla, porque las consecuencias te pueden condicionar el resto de tu vida.

—No lo haré. Voy a buscarlo a el aeropuerto.

—Te queremos, Giselle.

—Y yo a vosotros, mamá.



De nuevo y con más intensidad que nunca, esa corriente gélida que atravesaba cada poro de mi piel se apoderaba de mí, tenía miedo, y no sabía a qué.

Tenía que vestirme, por fin hoy le veía, y por su mirada sabría si sería un dulce adiós o la continuidad de una relación.

La hora se echaba encima, me puse unos vaqueros con una camiseta azul y la chaqueta de cuero que tanto me gustaba y me dispuse rápidamente a bajar a la calle. El taxi me estaba esperando.

De camino al aeropuerto, se veía una columna de humo que claramente dejaba entrever que había sucedido una desgracia en el aeropuerto. Ésa extraña sensación que había tenido cobraba sentido. 


El corazón me latía rápidamente. Cuando llegamos al aeropuerto la zona estaba acordonada, no nos dejaban pasar. El incómodo sonido de las sirenas de las ambulancias incrementaba por momentos mi miedo. El no tener la certeza de lo que estaba sucediendo, me consumía.

A lo lejos pude ver a François. Estaba con las ropas desgarradas y lleno de sangre. Ya no había ninguna duda de que le había pasado algo, puesto que siempre que viajaba, lo hacía con François.

Presa del miedo, saqué valor para saltarme el cordón policial e ir su encuentro. No podía aguantar ni un minuto más y tenía que saber si el padre de mi hijo estaba en peligro.

Cuando ya tenía delante a François y le iba a preguntar por él, escuché un hilo de su voz. Me giré y le vi en una ambulancia. Pese a que la policía y los médicos quisieron detenerme, fue en vano. Nadie se interpondría entre él y yo.

—Musa... Mi amor.

—Giselle, yo...

—¡Quítese, Señorita!—, me empujaron para socorrerle.



Al pensar que lo podía perder para siempre, entré en schock. Empecé a sentir que parte de mi vida se iba y no era una metáfora, pues estaba sangrando. Estaba a punto de perder a los dos hombres de mi vida, a mi hijo y a su padre.

—¿Se podía ser más desgraciada?—.

No recuerdo como fue, ni qué pasó, pero al despertar... Estaba tumbada en la cama de un hospital.

Lo primero que hice fue preguntar por mi hijo, en esos instantes es cuando me di cuenta de que le amaba, que estaba preparada para ser madre y que él era más importante que mi vida.

Afortunadamente los médicos me confirmaron que todo seguía su curso, debía reposar.

Mi madre había dejado a mi padre en la habitación para bajar a urgencias. ¡Menudo panorama en el que se encontraba! Su marido, su hija y su futuro nieto en un hospital.

Cuando pregunté por él, el rictus en la cara de mi madre cambió. Sabía que algo pasaba, pese a que no quería decirme nada. Le pasaba lo mismo que a mí, nuestra cara era reflejo de lo que sentíamos.



—Tienes que descansar, mi niña.

—Mamá, ¿qué pasa? ¡Quiero verle! ¿Dónde está?



Mi madre rompió a llorar. En ese instante François entró en la habitación; era incapaz de sostener mi mirada y de articular una sola palabra. Me dio un sobre y se marchó.

—François, ¡maldito seas! ¿Qué pasa? ¡No te vayas!—, dije gritando.

Regresó a la habitación y me dijo:

—Srta. Bayma. No tengo ánimo de hablar, se lo ruego. El Sr. Musa me pidió que le entregara esta carta. —¡Hasta siempre!—.


No entendía nada de lo que estaba sucediendo. No sabía que había sucedido, todo parecía un mal sueño. Mi madre me dejó a solas para que leyera la carta.

                                                                

 


Amada mía:


Si estás leyendo esta carta nada más me puede hacer feliz. Puesto que me voy sabiendo que la madre de mi futuro hijo está viva.

Me imagino que esta carta te estará destrozando el alma, pero mi amor...

¡No quiero que sufras! Cuando viniste a verme al aeropuerto pude ver en el brillo de tu mirada, que en tu interior estabas anidando una vida.

¡Recuerda que ya soy padre y ese brillo es único, cielo!

Al llegar al hospital y como pude... mal escribí esta carta, pero no podía despedirme sin ser sincero. Siento haberme comportado como un auténtico cobarde, al no decirte en persona, lo que en esta carta vas a leer.

—Te amo, Giselle Bayma—.

Sé que este te amo, llega tarde, muy tarde. Y que por cretino ya nunca podré besar tus labios y susurrártelo al oído. Pero la vida hay que afrontarla como nos toca.

Has de ser fuerte por nuestro hijo. Antes de partir de París, ingresé en tu cuenta corriente la cantidad suficiente como para que ni al niño, ni a ti, ni a tu familia os falte de nada.

Me voy con la única pena de saber que no podré besar la carita de ese ángel que saldrá de tus entrañas. ¡Prométeme que lo cuidarás!

Háblale de mí, de cómo nos conocimos y como fue concebido. No te avergüences jamás de lo nuestro. Has sido, eres y serás la mujer que lleno mi vida y que ahora me acompañará el resto de mis días...

Me despido con un dulce adiós, acompañado de un te amo cargado de mucho, mucho amor.

Sé feliz, Giselle y lucha por nuestro hijo.

Con mucho amor
Musa



No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 8 de noviembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.



viernes, 25 de octubre de 2024

Escorts, una semana en París. A corazón abierto.


No recuerdo cuanto duro el abrazo en el que mi madre y yo nos fundimos, un abrazo que sin duda alguna lo dijo todo. No solo me había perdonado, sino que se sentía orgullosa de lo que había sido capaz de hacer con tal de sacarles del mal bache económico por el que estaban pasando.

Pero... ¿Cómo decirles que había dejado el trabajo atrás? Que habiendo incumplido las cláusulas del contrato no tendría derecho a percibir ni un solo euro. —¡Con la falta que les hacía el dinero!—.

Eso me daba más vergüenza y me hacía sentir más indigna; que todo lo que había hecho por intentar que el Sr. Musa reaccionase para que se diera cuenta que lo que sentía por mí, era algo más que un momento.

La conversación que mi madre y yo mantuvimos desde el aeropuerto al Hospital, giraba sobre el único tema que ahora a las dos nos importaba: mi padre.

Pese a sentirme tranquila al lado de mi madre, el corazón me latía rápidamente. No podía evitar pensar en él, en cómo se sentiría, aunque mucho me temía que había sido un pasatiempo en su vida. Ya que desde que hablé con él por teléfono, no había vuelto a saber nada... Y eso me desgarraba el alma. Era absurdo engañarme, la distancia, me sirvió para darme cuenta de que una vez más, mi corazón, pertenecía a un hombre que jamás dejaría lo que tenía, por lo que realmente quería.

No tenía ni una sola duda de que él me amaba. Pero entendía que su situación era compleja. ¿Cómo iba a dejar a Rania? ¿Cómo has podido pensar que un hombre distinguido y con clase se fijaría en ti? No seas ingenua, Giselle. —Me dije—.

En ese momento, la voz de mi madre hizo que me diera cuenta de que, durante la gran mayor parte del trayecto, me había quedado absorta, pensando en quien a estas alturas y por siempre, sería el dueño y señor de mi corazón.

Cuando llegamos al Hospital, fuimos directamente a ver a mi padre a la habitación. Verle postrado en una cama, hizo que me diera cuenta, que le quería mucho más de lo que pensaba.

Él, era un hombre de carácter fuerte como yo; y tal vez por eso chocábamos demasiado, pero... haber sentido durante todo este tiempo, que le podría haber perdido para siempre, no hizo sino confirmarme, que es cierto que las personas, nos damos cuenta de lo que realmente queremos, cuando estamos a punto de perderlo.

Las lágrimas, rodaban por mis mejillas, no podía aguantar su mirada, tal vez porque necesitaba un gesto, que me hiciera darme cuenta, que no le había importado conocer mi verdadera profesión; eran muchos años con esta losa encima y solamente ese gesto, haría que el peso que llevaba en mi alma desapareciera.

¡Y vaya que desapareció!, cuando vi que se incorporaba de la cama, como buenamente podía, para caminar hacia mí con los brazos extendidos, mientras que iba diciendo: —Mi niña, mi pequeña gran mujer. Qué orgulloso estoy. Cuánto te quiero—.


Hacía tanto tiempo, que no había visto un mínimo gesto de cariño por su parte y vivir ese instante, era lo más parecido a morir para acto seguido resucitar...

En ese momento, el sonido del móvil rompió ése momento tan mágico, que nunca pensé que llegaría.


—¡Si!, ¿quién es?

—Soy yo, ¿Cómo están tus padres? ¿Cómo estás tú?

—Bien, mis padres bien. Siento haberme comportado así, pero...

—No digas, nada. ¡Guárdate las palabras! ¡Tenemos que hablar!, ¿verdad? Mañana viernes, estaré en Houston. ¡Hasta mañana, Giselle! ¡Ah!, mira tú cuenta...

Sin darme cuenta, de mis labios se escapó un te quiero —que mis padres inevitablemente escucharon—, pero que él no alcanzó a oír, porque ya había colgado el teléfono. Su voz me llenó de esperanza, a la vez, que de miedo.


Mis padres no me dijeron nada, supieron leer en el brillo de mis ojos, que me había enamorado. No me pidieron que hablara de lo que sentía; solamente me preguntaron si estaba bien. —¡Giselle! ¡Hija! ¿Estás bien?—. Escuchaba, mientras sentía que las fuerzas me fallaban....


Cuando volví en mí, estaba tumbada en una cama, que había en la misma habitación que ocupaba mi padre. Me sentía débil, muy débil. Pude observar que me habían puesto suero. En ese instante, entró el Doctor.


—Me gustaría hablar contigo, Giselle. —Hizo un gesto, para que decidiera, si lo que me iba a decir, quería que mis padres lo escucharan o no—.

—No se preocupe, dígame, lo que tenga que decirme. Entre nosotros, no hay ningún secreto. ¡Hable, por favor!

—¿Está segura?

—¡Sí, claro!

—¡Está bien!, ¡Felicidades, Giselle, está embarazada!


¿Felicidades? No sé si esa fue la expresión más acertada o la más equívoca. Desde niña, albergué el deseo de sentir una vida en mi interior, pero ahora que me acababan de dar la noticia. Esa felicidad, se pintaba de dudas y de miedos.

Ya no era tanto el temor de que mis padres, pudieran estar o no de acuerdo con mi decisión. Lo que más me preocupaba era como decírselo a él.

¡Qué estúpida, Giselle! ¡Una escorts, embarazada! ¿Dónde estaba tu mente cuando sabes que no puedes dejar de tomar precauciones y más estando de servicio?, —me dije duramente, mientras que intentaba asimilar la noticia—.

¡Madre!, iba a ser madre. Lo que siempre había deseado ser. Pero no así, no en estas circunstancias.

Afortunadamente, me recuperé enseguida... Pudiéndome incorporar por mí misma, después de que me quitasen el suero.

Mis padres me dijeron que me fuera al hotel, que tenía que descansar; que mi padre ya no estaba en peligro y que ahora era yo quien tenía que cuidarse.

Me sentía sin rumbo y a la deriva; pero no en el sentido de permanecer pasiva como una hoja que flota en el agua, sino al contrario, temerosa de tomar las riendas de mi vida.

Una vida, que ahora albergaba dentro de mí. Quizás hasta ese momento, había sido una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, pero ahora era una mujer que iba a ser madre. Y si ya tenía claro que no quería seguir siendo una, escorts; ahora me avergonzaba de haberlo sido.



—¿Cómo explicarle el día de mañana a mi hijo a lo que me dediqué siendo joven? ¿Cómo explicarle que él era fruto de un encuentro de negocios?—. Me sentía indigna de ser madre, no tenía nada que ofrecerle, no tenía lujos, no tenía dinero, ni estudios… tan solo un corazón lleno de sentimientos.

Es ahora cuando tumbada en la cama de la habitación del hotel, expulsando todos mis sentimientos, plasmándolos... A corazón abierto, escribiendo mi verdad, para que mi hijo, entienda el día de mañana el porqué de mi actitud, tal vez pueda llegar a comprender, que todo lo que hice en la vida, fue, por amor a los demás. 

Quizás algún día, esta historia, que ahora está escrita con jirones de mi alma, en la oscuridad de mi soledad, vea la luz algún día y logre de esta forma que mi hijo pueda entender, que cuando se ama de verdad y las circunstancias obligan, los principios y el orgullo se tienen que dejar atrás...

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Tenía una sensación extraña, no sabría decir a que se debía, pero presentía que algo malo iba a suceder...

Mañana vendría a verme. Un encuentro que me hizo comprender, que ahora sabía quién era y lo que en verdad quería ser...




No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 1 de Noviembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.