De nuevo esos
duendecillos desalmados se han apoderado de mis manos y son ellas las que a
pesar de las órdenes que mi cerebro les emite, van por libre dejándome en mal
lugar, escribiendo estos sentimientos.
Durante mucho tiempo, tanto que ya ni
lo recuerdo. Ese hormigueo que se siente cuando estás ilusionada, se ha vuelto apoderar de mi estómago, impidiéndome que pueda ingerir cualquier tipo de
alimento.
Siempre pensé que éste estado era
propio de una adolescente, pero jamás me imaginé cerca de los cuarenta años,
observándome como una niña asustada por lo que siente.
Y pese a que lucho con todas las
fuerzas por no sentirlo, no puedo.
Estoy
ilusionada, y no sé porqué, ni creo que tenga motivos. O tal vez conozca el
motivo, pero me quiera engañar para no admitirlo.
¿Se pueden controlar los
sentimientos?, siempre pensé que había controlado cualquier tipo de
sentimiento; pero lo que había hecho no era controlarlo, sino salir huyendo
cuando sentía esa estúpida sensación que se siente cuando al amanecer el primer
pensamiento que tienes es el de una persona que sin saber cómo ni porqué, hace
que en tus labios se dibuje una sonrisa.
Lo sencillo sería arrancarme el
corazón, salir huyendo de nuevo, no enfrentarme a esta situación y posiblemente
con el tiempo, dejaría de sentir lo que por él siento.
Pero... Ha llegado la hora de
enfrentarme a mis sentimientos, aún a sabiendas de conocer su reacción y lo que
es peor, su desprecio.
Me he querido engañar, he querido
encontrarle mil defectos, pero por más que quiera hallarlos, no los encuentro.
Y no los encuentro, no, porque no los tenga, si no porque mi estúpido corazón
se ha enamorado.
Siempre me dijeron, Giselle, por más
que quieras no podrás dominar cada minuto de tu vida. —¡Maldita verdad la que
me dijeron!—.
Ahora estoy aquí, pensando, sin querer pensar,
y teniendo que admitir que sin querer, le quiero.
Me encantaría poder escribir de una
manera más positiva, quizás sabiéndome amada y porqué no, deseada.
Pero me siento inerte, como una hoja
que flota en el agua, queriéndome esconder en las olas, desaparecer, y esperarle
en un lugar donde poder estar a solas; para tener el valor de decirle que le
quiero, y que sin sus besos...muero.
Fdo:
Giselle
Bayma