sábado, 30 de noviembre de 2024

De nuevo, gracias, muchas gracias.


La verdad es no encuentro las palabras para expresaros lo feliz que me encuentro y es que el mes pasado el blog tuvo solamente 620 visitas y este mes 1609. Estamos hablando de un aumento de 989 visitas.


—¡No sé qué decir!—


A la par que me llena de felicidad, me da mucho miedo porque sabéis de sobra, que escribir, no es fácil, que come mucho tiempo de tu vida privada y que casi todo lo que he subido a excepción de algún comunicado, todo, estaba escrito en el año 2019.


No prometo nada, pero… aunque sea un relato, poema, pensamiento, etc. Intentaré subir cada semana, solamente por no perderos. En serio, me hacéis muy feliz.


Os voy a dejar las estadísticas de este mes donde podéis ver la visitas, las entradas más leídas de este mes, como entráis al blog, todos los países que leéis el blog, y los seguidores online que estuvieron el 22 de noviembre.


Me repito, gracias, muchas gracias.


Aunque más me gustaría leer algún comentario vuestro, eso, todavía me haría más feliz si cabe.



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viernes, 29 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo IV. No tienes corazón y por eso, me voy...



Estaba en mi habitación completamente absorta leyendo el diario de Dulcinea, me fascinaba su manera tan clara de escribir, pero lo que más me asombraba era la vida que había llevado.

Por lo que había leído hasta ahora a pesar de haber crecido en un ambiente aristocrático, ella era ante todo una escritora que de no haber sido porque el marquesado era un título vitalicio, nunca me la hubiese imaginado en esas fiestas de alto copete a las que ella tanto alude en su diario.

Cuando comencé a leer el diario, su nacimiento me impactó y más con la frialdad en la que su padre el marqués de Sagasta se había comportado. Nunca me había imaginado que en un ambiente que desde fuera se ve tan glamuroso y rebosante de dicha, estuviese lleno de tristeza, de desengaño y sobre todo… de soledad. Tanta gente alrededor de ellos, pero pocos sinceros y leales.

Me entristecía su vida a la par que me fascinaba. Dulcinea era contra todo pronóstico una niña que a pesar de haberlo tenido materialmente todo, había sido desdichada en su infancia… Sólo algunas tardes de ocio en la boca del asno —cerca de La Granja de San Ildefonso, donde tanto tiempo pasó en su niñez—, tomando esos emparedados que tan amorosamente le preparaban y siempre con la compañía de su adorada Aurora, su institutriz. A excepción de esos instantes y cuando se refugiaba en su diario, no podía decirse que su niñez había sido completamente dichosa. 

El papel de su madre me sorprendía, aunque también era de admirar, pero estaba más pendiente de ser una buena marquesa consorte, que de ser madre —algo que de momento por lo que llevo leído en el diario—, tanto echaba en falta Dulcinea.

En resumidas cuentas, su infancia, su adolescencia —complicada cuando menos—, y de la que sale teniendo que enfrentarse a una maternidad muy temprana —cuando apenas días atrás estaba jugando con sus propias muñecas— y por si todo lo anteriormente mencionado fuese poco, a tan solo unos días de alcanzar la mayoría de edad se ve obligada a asumir las riendas del marquesado para lo que la habían preparado desde muy niña.

Todo lo que había leído hasta ahora sobre ella me fascinaba, su valor, su coraje, su lucha por ser ella misma en una época y en una sociedad en la que ser uno mismo era prácticamente imposible.


Llevaba mucho tiempo casada, sin ser feliz, con un trabajo en el que no me sentía realizada, me había convertido en una mujer sin ilusión y el haber leído apenas unas hojas del diario que seguramente a Dulcinea le habían llevado tiempo escribirlas, había sido más que suficiente para darme cuenta de que era lo que necesitaba para tomar una decisión y cambiar radicalmente mi vida.


Tan solo en unas cuantas páginas Dulcinea había escrito como fue su nacimiento, como vivió su adolescencia y como se enfrentó a la maternidad.

Quizás tenía la sensación de que todo pasaba muy rápido, pero también es cierto que yo que escribo en un diario, haces un resumen de lo más importante. —¡Qué no hubiera dado yo por conocerla!—. 

Con menos de dieciocho años había vivido más que yo. Me parecía que transcurría el tiempo muy rápido leyendo su vida y la imaginaba a escondidas escribiendo, como ahora me encontraba yo leyendo su diario, encerrada en mi habitación, donde era libre, donde podía ser yo.

Aunque era injusto decir que envidiaba su vida, porque era más que obvio que había sufrido más que yo, en cierta manera envidiada la valentía que tenía para tomar las decisiones.


Seguía absorta en la lectura de su diario y no me había percatado de que mi marido estaba llamando a la puerta.


—Ena, ¿vamos a salir a cenar o vas a seguir embobada leyendo ese estúpido diario?—. Dijo, en un tono chulesco, altivo y grotesco.

—Desde luego Antonio… que tus modales brillan por su ausencia. Lo que hace vestir de Armani y actuar de cara a la sociedad como actúas. No sé cómo puedes ser tan falso y caer tan bien, siendo tan nimio y cretino como eres. ¿Cómo puedes decir algo así? ¿Acaso lo has leído? Tal vez si leyeras algo más interesante que los periódicos deportivos podrías tener algún día alguna conversación interesante conmigo. Pero… ¡Claro! Tú cerebro tiene solo dos neuronas: una que piensa en tu adorado Jaguar y la otra en ti mismo, y encima en ocasiones entran en conflicto. —¡Qué lástima!— De verdad que no sé cómo puedo haber estado ciega durante todos estos años de matrimonio y no haberme dado cuenta  de que tu existencia es tan estéril como lo es tu cerebro—.

—¿Me estás queriendo dejar? ¿No te das cuenta de que sin mí no vas a llegar a ninguna parte?—.

—No sé si llegaré a ninguna parte o a todas, no tengo tan claro lo que quiero, cómo si lo que no quiero, y lo que no quiero es seguir sintiéndome muerta en vida. —¿Alguna vez me has amado?— Déjame que lo ponga en duda, Antonio. Te casaste conmigo porque viste en mí a esa niña maleable e inocente que bebía los vientos por ti y que creía a pies juntillas todo lo que tú decías.

Pero nada, absolutamente nada… queda de esa niña que tú conociste.

Llevo muchos años callando, años sintiéndome como un cero a la izquierda y ya no puedo más. Prefiero tener que comer huevos fritos a diario, asistir en casas… que tener todo lo que tengo a tu lado y que no haces más que tirarme en cara.

¿Sabes?, aunque tal vez sea tarde, gracias a este estúpido diario como tú dices, me he dado cuenta de que no tienes corazón y por eso, me voy…






Comunicado "No me leas, siénteme".


Buenos días, tardes o noches a todos; porque como ya sabéis no se muy bien a qué hora os conectáis.

A todos los que habéis leído parte de mi nueva novela “No me leas, siénteme”, tengo que deciros que el capítulo que vais a leer a continuación y cuyo título es: —No tienes corazón y por eso, me voy…—, va al final del todo.

Espero que, ahora, que tenéis todos los capítulos hasta ahora escritos, disfrutéis, leyéndolos de nuevo en el orden que llevan. Así comprenderéis mejor la historia.

Como ya escribí en un post hace no mucho. Escribir esta nueva novela, me está costando mucho, sé que podré hacerlo, pero necesito tiempo.


Los escritores no estamos todo el día delante del ordenador, tenemos vida privada y aunque en ocasiones, la necesidad de escribir es mayor que ir al cine, también el distraernos, tomar un café con amigos, cenar, pasear e incluso ir a una consulta médica, es en el mayor de las casos una necesidad y una fuente de inspiración.


Vivimos en un país en el que por desgracia la gente tiene la manía de hablar muy alto y los que somos observadores y tenemos la antena siempre puesta, nos sirve para más de lo que os imagináis.


Espero que el capítulo que vais a leer os guste.


Nunca dejéis de tener en cuenta que —Los cambios, siempre son complicados. Pero muy bonitos cuando se consiguen—.


No olvidéis que el especial de La Revista de Todos será, el próximo día 22 de Diciembre. Mis compañeros y yo, estaremos, encantados de que nos leáis.



Un saludo, Eva.




Locución. Último capítulo.


Ha llegado el día en el que vais a poder escuchar la locución del ultimo capítulo de la historia de Giselle. Lo que para vosotros tan solo son casi 10 minutos de audio, para mí han sido dos días de estar locutando con mis cascos puestos, grabándome, una y otra vez, hasta dar con una entonación medianamente aceptable. Hasta que llegó un momento en el que dejé de grabarme, porque jamás, estoy satisfecha con nada de lo que hago. Fue entonces cuando decidí mandar esta locución que vais a escuchar ahora a quién fue mi jefe y que hoy es mi mejor amigo, para que la escuchase.

Él, que ha estado muchos años, monitorizándome y escuchándome, pero en un registro diferente como lo es el sector bancario, donde has de tener un protocolo exquisito, un tono de voz correcto —siendo amable, pero no cercana—, donde hablas con el cliente de intereses bancarios, de valores, de depósitos, cambios de forma de pago, quitas, condonaciones, etc.

Me dice. —¡Eva!, es como pasar de verte en pijama cuando voy a tu casa a tomar un café a soñar en querer verte en picardías.

Entonces es cuando me digo… ¡Vale!, ésta en la buena.

No ha sido fácil locutarla, ya no tanto, porque me exijo mucho, sino que, debido a estar tantos años con los cascos puestos, tengo micro nódulos en las cuerdas vocales y tengo tendencia a perder la voz. De ahí, a que me hidrate la garganta cada dos por tres y tenga tendencia a bajar el tono de voz, meter aire y de esta manera consigo no hacerme daño.

Espero que os guste y que os emocionéis, al escucharla, como yo lo he hecho, mientras me grababa.

Os recomiendo primero que leáis el capítulo y después escuchéis la locución, porque de hacerlo al revés ya no tendréis la necesidad de leer el capítulo.





No olvidéis que, aunque este sea el último capítulo de la novela que publiqué primero en La Revista de Todos y que después decidí editarla; le sigue ahora El regreso de Giselle, donde ya hay cuatro capítulos y donde hace no mucho subí otro para recordaros en qué momento se quedó su vida.

Como anuncié, el título será. —¡Y si, llegó la niña por Navidad!—. De nuevo Giselle, se enfrenta a una maternidad con las dudas de saber si Roberto asumirá la responsabilidad de afrontar una paternidad, o, por el contrario, de nuevo… será Davinia quien esté a su lado para apoyarla y tantas otras vivencias, con las que nos seducirá de nuevo. 

Aunque esto, lo estáis leyendo el 29 de noviembre, yo, lo estoy escribiendo el 21 de noviembre y os aseguro que, a la fecha, no sé, qué haré con la vida de Giselle. Como siempre cuando queden pocos días y vea que voy con el tiempo justo, será, cuando me venga la inspiración y pueda escribir ese capítulo que espero que os guste.

No tengo tan claro, que pueda lograr, excitaros como antaño solo Giselle lo hacía, porque no sólo la vida de Giselle a cambiado, sino que yo, he cambiado mucho desde el 2019.

Intentaré una vez más no decepcionaros, introduciré seguramente alguna escena erótica que otra, pero siempre… justificándolas y nunca de una manera gratuita. Siendo, como siempre, sensual… pero nunca, jamás, vulgar.

Hasta el 22 de diciembre no podréis saber de qué va el capítulo

Luego, no sé si tendré tiempo para escribir algo en el blog. Supongo que tal vez algún —poema/relato o indirecta-directa— que suelo escribir yo. Porque sí, todos los poemas que he escrito tienen nombre y apellido, aunque quién me haya provocado esos sentimientos, no lo sepa.

A partir de hoy, solamente escribiré en La Revista de Todos cada capítulo correspondiente a el El Regreso de Giselle, que por norma general —salvo que algo les suceda a mis padres—, será… ahora en Navidad, San Valentín, Sant Jordi (San Valentín para mi), el especial de verano y de nuevo Navidad.

Creerme que disfruto muchísimo sabiendo que me leéis, pero sino dejo de hacerlo, jamás podré terminar la otra novela.

Os voy a echar mucho de menos, pero… una vez más, aunque en esta ocasión voluntariamente, me tendré que ir otra vez de vuestras vidas, no sé en cuanto tiempo terminaré la novela, y de nuevo… vuelva a llamar a vuestra puertas.

No sé si para entonces, estaréis todos…

Creerme, el reto que me he puesto no es fácil, tengo miedo, mucho. Pero quiero dejar que los personajes me cuenten todo lo que me quieran contar, porque a los personajes, al igual que a las personas, hay que dejarles hablar…

En cierta medida será como perder la virginidad de nuevo, darme tiempo… valdrá la pena esperar.

Nunca olvidéis, que yo siempre estaré, bajo la almohada y a la hora del café.





Os quiere, Evita.












Escorts, una semana en París. Escorts, la novela.



Resultaba extraño verme al frente de la organización Muabgi en contra de la explotación de mujeres. Y, sin embargo, cada día me sentía más segura de cada paso que daba, pese a la inexperiencia de no haber sido anteriormente empresaria.

Aunque cada día tenía más trabajo que hacer, siempre encontraba un momento para escribir mi historia, mi vida: —Escorts. Una semana en París—. 

Lo que en un principio eran pequeñas notas en un diario para que el día de mañana mi hijo Abraham lo leyese, ahora, tantas y tantas notas habían dado lugar a una novela que, aunque no muy extensa, de seguro, no dejará al lector indiferente.

Cuando comencé a escribir esta historia, lo hice, con el propósito de hacer cambiar la mentalidad de las personas, contando mi propia vida, una vida tan real como imaginaría, pero, a fin de cuentas, mi vida.

Pero ahora que se acerca su fin, he de reconocer que lo complicado no ha sido escribirla. Lo complicado ha sido asumir que, escribiéndola, me he encontrado a mí misma. No me atrevería a decir si Giselle es real o un personaje más que ha creado mi mente, estoy en ese instante tan crucial que solo los que escriben, comprenderán.

Ese momento en el que te cuesta dejar atrás a un personaje para crear a otro, porque sientes que, si lo haces, parte de ti se muere. Y eso es lo que justamente me está sucediendo ahora. Parte de mí se muere en estas hojas, que ni tan siquiera sé a ciencia cierta si verán la luz o una vez más se quedarán en un cajón, solitarias, y sin conseguir despertar lo que a lo largo de esta historia y con cada palabra he querido despertar en ti: pasión y humanidad.

Es difícil escribir tu propia vida en unas cuantas líneas, pero el único motivo que me ha empujado a realizarlo es para ayudar a muchas personas a que habrán sus mentes y sus corazones.

Tenemos la maldita tendencia de juzgar a la ligera sin saber nada de la vida de las personas. Hacemos juicios de valores sin saber absolutamente nada de ellas, salvo lo que vemos. Y lo que vemos, la gran mayoría de las ocasiones no es más que un espejismo de la realidad.

Y es por ello por lo que aún a sabiendas de que he tratado temas que darían lugar a horas y horas de debates, me he atrevido, sin tapujos, a daros mi visión de todas y cada una de ellas.

Siempre hemos tenido tendencia a llamar putas a todas aquellas mujeres que venden su cuerpo e incluso a aquellas que se relacionan con hombres casados o comprometidos.

Pero... ¿Aún lo piensas?

Es ahora, cuando al escribir estas palabras, recuerdo aquél paseo por los campos Elíseos, cuando vi a una de las mujeres de uno de mis clientes besándose con otro hombre. Y es ahora cuando te pregunto: —¿Qué comportamiento es el más correcto, el suyo o el mío? ¿Quién es de las dos más señora? —¡Las dos sin lugar a dudas!—. Porque cada uno es dueño y señor de sus actos. Que sean más correctos o no, ¡no seré yo quien los juzgue! Tal vez quien haya llevado una vida recta y sin confusiones podrá hacerlo. Aunque...dime, ¿conoces de alguien?

Cuántas veces he leído artículos en los que se tachaban de depravados, de pervertidos y apestados a todas aquellas personas que llevaban una vida sexual activa y hacían sus fantasías realidad.

Yo, las he hecho. Antes de estar con Davinia, fue, para mí, una mera fantasía. La desee desde que la vi, temblé cuando la tuve entre mis brazos y vibré cuando sentí cómo se estremecía de placer, mientras que con mis labios la provocaba un orgasmo.

Ahora que has leído esto, pongo las manos en el fuego, teniendo la certeza de que has sentido un cosquilleo en tu interior y que mis palabras han despertado tu deseo. Dime: ¿eres un depravado, un pervertido o apestado, por haber sentido eso?

Puedo intuir la expresión de tu rostro ante esta pregunta, en la que inconscientemente, mientras que me lees, asientes con la cabeza. Pero da igual, yo no te voy a juzgar. ¡Faltaría más!


Este capítulo, que no es más que el epílogo de una novela. Y que sé, que está siendo diferente a lo que seguramente antes habías leído en otras novelas, donde sus autores, aprovechan para agradecer a todas aquellas personas que han hecho posible la novela.

Pues bien, yo tengo que agradecerte a ti, que me has juzgado, que sin querer o queriendo me has vilipendiado. Y que, gracias a tus miedos, a tus perjuicios y a tus propios temores, que en algún momento a lo largo de esta historia —has sentido que en ocasiones eran reflejos de tu propia vida—, he escrito mi primera novela. 

Gracias por hacerlo. Sin tus críticas, no podría haberlo hecho.

Tal vez estoy consiguiendo meterme en tu mente e invitarte a que, de nuevo, vuelvas a leer esta historia. Tal vez así sepas que no hay que juzgar a quien lo único que ha hecho es escribir y soñar.

¡Qué difícil es escribir un final! Y sobre todo cuando no sabes qué es mentira y qué es verdad. Creo que antes de mandarla a una editorial, la leeré de nuevo, la corregiré y tal vez, después, pueda saber si soy escritora o un personaje más.

De nuevo y una vez más es el teléfono quien me devuelve al mundo real.

—Giselle, hija, ¿estás bien?

—Sí, mamá. Estaba escribiendo. Ya sabes, yo y mis fantasías. ¿qué tal estáis?

—¡Dios mío, Giselle! ¿Alguna vez dejaras de soñar y vivir la realidad?

—No, nunca. La vida es un sueño y yo vivo soñando.

—¿Cuándo podré leerla?

—Pronto, muy pronto estará a la venta.

—Esta vez, ¿quién ha enfermado?, tu padre o yo. ¿A quién has matado?

—¡Ay!, mamá. Ya lo leerás.

—Nota—


Giselle terminó su novela. Su padre se recuperó del todo. La organización Muabgi era cada día más conocida entre las mujeres que hacían la calle.

Una vez que dio a luz a su hijo Abraham, mandó el borrador a varias editoriales.

Al final consiguió que se publicase.

En la presentación estaban todas las personas que ella más quería, sus padres, Davinia y en el cielo —observando atentamente— el Sr. Musa; y muchas de aquellas mujeres que había sacado de las calles acompañadas de sus maridos y sus hijos.

No solo ha conseguido cambiar su vida, dejando atrás a ésa bámbola para convertirse en una gran empresaria, sino que ha conseguido, cambiar la forma de pensar de muchas personas. Quizás ése logro se deba a la personalidad de Giselle.

Sin ambages, sincera, apasionada, inestable, algo ingenua, pero, sobre todo, humana.

Hoy su libro es comprado por mujeres, que desean labrarse un futuro mejor; por madres que tienen hijas lesbianas —para asimilar que el amor no tiene sexo—, sino que nace del corazón, y por mujeres que dejan de lado a sus maridos —olvidándose de ellos—, para evitar que esto suceda y terminen contratando los servicios de una profesional.

Y por ti, que desconozco el motivo por el que lo has hecho, pero que, gracias a ese gesto, yo, ahora soy feliz.

¡Gracias, muchas gracias!

Con cariño;
Giselle Bayma