Foto: Luis Anguita Juega
Entre piñas, barro y una chimenea que guarda el calor antiguo de las casas gallegas, El diario de Ena ha encontrado un rincón lleno de historia.
La
imagen que me has enviado, Luis, tiene algo profundamente simbólico: ese fuego
dormido, los utensilios de barro, el silencio sereno de lo que permanece. Allí,
mi libro descansa como quien regresa al origen, a la raíz de la palabra.
Te
agradezco de corazón, Luis, no solo tu gesto de comprar la novela, sino tu
mirada atenta y respetuosa. Sé que un escritor comprende bien lo que significa
abrir un libro sabiendo que dentro late el alma de otro. Por eso, que Ena
haya llegado hasta tus manos me emociona especialmente.
Deseo
que al leerla encuentres algo que te remueva, que te acompañe, que te haga
pensar. Y sobre todo, que te recuerde que la literatura tiene ese poder
silencioso de sanar lo que a veces no nos atrevemos a decir.
Gracias
por tu apoyo, por tu generosidad y por dejar que mis palabras encuentren su
lugar junto al calor de tu hogar.
Con
cariño, Eva Mª Maisanava Trobo.








