Tras muchos meses de trabajo íntimo, de escritura sin red, de contarme con la piel expuesta y el alma sin anestesia, hoy puedo decir que El diario de Ena. La paciente que escribía está terminado.
Terminado… pero no cerrado. Ahora comienza la etapa más
delicada: la de las correcciones, la de la criba serena de lo que se queda y lo
que se va. Esa parte menos luminosa del proceso, donde una se convierte en
editora de sí misma y, a veces, también en verdugo.
Ha sido un viaje lleno de vértigos: literarios, emocionales,
físicos. He escrito sobre el dolor, el deseo, la maternidad ausente, el amor
sin cuerpo y los cuerpos sin amor. He escrito sobre médicos, pacientes, hombres
que miran y mujeres que despiertan. Hay escenas que rozan la piel, otras que la
hieren, algunas que harán reír y otras que, quizás, te dejen mudo.
No es una novela convencional. No lo pretende. Está escrita
desde la urgencia de quien necesitaba gritar sin hacer ruido. Hay sexo, sí. Hay
ironía, también. Pero sobre todo hay verdad. Una verdad subjetiva, imperfecta y
mía.
No sé cuándo saldrá publicada, pero sí sé que saldrá. Porque
ya no me pertenece del todo. Porque lo que se escribe desde la entraña siempre
acaba encontrando a quien sepa leerlo.
Gracias por estar ahí. Pronto será vuestro turno.