Mary vivía en una casa de campo en un pueblecito de Asturias llamado Sebreño, ya habían pasado 5 años desde que perdió la sonrisa y su vida se había convertido en un vacío inmenso, lleno de amargura y soledad.
A causa de un tormenta, el pueblo se había quedado sin electricidad y Mary cogió una vela para iluminar la habitación, se quedó absorta mirandola y escuchando el tic tac de un reloj, mientras los recuerdos se agolpaban uno, tras otro...
Tenía 31 años cuando llena de felicidad y terminando de hacer el arqueo de la caja, (en una pequeña tienda de libros de su propiedad), apareció Marc su novio; justamente ese día era su aniversario, un año lleno de felicidad, de sensaciones nuevas, su primer beso, su amor, su único amor.
Marc le ayudó a barrer y fregar el suelo de la tienda, mientras que ella reponía el género que a última hora le había llegado.
- ¿Dónde me vas a llevar hoy?
- Es sorpresa amor, si quieres te ayudo a reponer y nos vamos cuanto antes.
- ¡Eres un sol!, sin tu ayuda, en ocasiones me resultaría imposible sacar sola, tanto trabajo adelante.
Parecían dos chiquillos, no se soltaban de las manos (mientras se dirigían al coche) y no perdían la oportunidad de proferirse numerosas muestras de cariño.
Se dirigían a Ribadesella, a Mary le encantaba pasear por la orilla del mar, sintiendo cómo las olas atrevidas golpeaban sus pequeños y delicados pies.
Después de aparcar el coche, se dirigieron rumbo al paseo marítimo, Mary se había puesto una fina chaqueta, que la abrigaba del frío que ya se empezaba a notar.
Estaban seguros de lo que sentían, aunque llevaban poco tiempo juntos, nada les llenaba más de felicidad, que la compañía que ambos se hacían, se complementaban perfectamente, Mary tenía un carácter un tanto levantisco, mientras que él le aportaba esa paz y tranquilidad que tanto ansiaba.
En ese instante, se situó frente a ella y le dijo:
Para que esperar más, tenemos claro lo que sentimos, estamos felices, a mí me acaban de ascender en el trabajo y con un poco de suerte, podremos abrir otra tienda de libros, cómo deseas. -¡Casémonos Mary!-
Estaba completamente absorta, llevaba tanto tiempo deseando escuchar esa frase, que ahora que la había escuchado; ésa frase que durante tanto tiempo tenía ensayada en su interior, no era capaz de salir por sus labios.
Rompió a llorar y le suplicó que le diera tiempo, quería estar segura (era hija de padres divorciados y no quería para ella, correr con la misma suerte)
Marc la abrazó con ternura, cogió con sus manos su cara angelical y depositó en sus labios un beso, que hizo que Mary temblase, cual niña asustada.
Ya era tarde, la noche se había hecho presente y lo únicos testigos de aquel maravilloso momento, eran las estrellas que cómplices de aquel momento, parecían brillar con más resplandor; la luna estaba oculta detrás de unas nubes que avecinaban tormenta.
Empezó a llover y corriendo se apresuraron camino hacia el coche, cada vez llovía más fuerte.
De camino a casa de Mary, al coche de Marc se le reventó la rueda trasera, por fortuna no pasó nada, pero.. no podían seguir, no tenían rueda de repuesto.
El accidente lo habían tenido en un camino lleno de piedras, que dificultaba el ir y venir de los coches, de hecho Marc, decidió ir por ese camino para atajar y poder llevar a Mary cuanto antes a su casa.
Los padres de Mary, se habían ido de viaje con sus respectivas parejas y no tenían la ayuda de nadie, salvo la de ellos mismos.
- ¿Qué hacemos Marc? (dijo entre lágrimas y temblando)
- Cerca de aquí hay una posada, lo único que se me ocurre es preguntar si hay habitación y mañana a primera hora de la mañana, caminaré a la aldea en busca de algún responsable del taller, que se acerque con un grúa para llevarlo a arreglar.
- Pero...no está bien, Marc...no estamos casados, ¡que van a pensar de mí, si se enteran que compartimos habitación!; ya sabes de la lengua viperina de las gentes de éstas aldeas.
- Tranquila cariño, estamos juntos, el accidente podría haber tenido otro final y estamos bien, ¿importa ahora la opinión de las personas qué sin tener vida propia, no hacen más que vilipendiar la de los demás?
- ¿Sabes por qué te quiero Marc?
- ¡Sorpréndeme!, (la miró con brillo en los ojos)
- Te quiero, porque siempre en los peores momentos, consigues aportarme esa tranquilidad que tanto necesito.
- Entonces....¿te casarás conmigo?
- Vamos, vamos... caminemos hacía la posada (refunfuñaba mientras se apresuró a caminar rápidamente, sacando ventaja a Marc)
La habitación era sencilla, tan solo una cama, una pequeña mesa de escritorio, dos mesitas y un destartalado y viejo sillón.
Marc se encargó de poner en marcha el radiador de la habitación, hacía frío y se respiraba humedad; en aquella época no había apenas turismo y eso se notaba, las habitaciones estaban realmente frías y hasta olían a húmedo.
Ella estaba sentada en la orilla de la cama llorando, le daba realmente pánico la opinión que a partir de mañana podría haber de ella en la aldea, (los rumores corrían a la velocidad de la luz).
- Pequeño gorrión, no llores, ni se te ocurra temer del que dirán, no voy a consentir que nadie te levante los pies del suelo, en lo que me quede vida, me desviviré, por defender tu honor.
Se fundieron en un largo beso y por inercia se tumbaron cómodamente en la cama; Mary no dejaba de temblar, deseaba sentirse amada, pero...sus principios, su miedo podían más que su deseo.
Se podía notar la excitación de Marc debajo del pantalón, quería manifestar todo el amor que tenía dentro, comenzó a acariciar una de las piernas e iba subiendo cada vez más, hasta que la cordura se hizo presente en la mente de ella y le susurró...
- Para, para...ardo en deseos por seguir, pero... quiero esperar, quiero que sea en nuestra noche de bodas, ¿lo comprendes?
- Cariño, ¡por fin oigo ese sí que tan feliz me hace!
Es tarde durmamos, estoy agotada, ha sido un duro día de trabajo en la tienda, (le decía, mientras se acurrucaba en su pecho)
A la mañana siguiente, Marc se levantó temprano, se vistió sin apenas hacer ruido, ella dormía plácidamente; se despidió de ella con un beso en la frente, que ni tan siquiera logró sacarla del plácido sueño en el que se encontraba.
La miró con ternura y susurró, te Amo Mary y te amaré el resto de mi vida.
Quería ir lo más rápido posible para recogerla, llevarla a dar un paseo a Covadonga y acompañarla a su casa, ya que por la noche regresaba su madre de viaje (era con quien vivía desde la separación de sus padres).
Mary se había incorporado de la cama, con un sobresalto, el corazón le latía rápidamente, Marc se había marchado y ella sentía que algo malo había sucedido.
Se vistió rápidamente, camino por lo sendos llenos de piedras; estaba lloviendo, la ropa le pesaba, el cansancio iba haciendo mella en ella, pero... su corazón le decía que tenía que seguir camino hacia el pueblo, para encontrarse con él.
Sintió desfallecer cuando vio el coche volcado en la carretera, salió corriendo lo más rápido que podía, y allí estaba Marc tendido en la carretera, (había salido despedido por la luna delantera, no llevaba el cinturón puesto), se agachó para ver si tenía pulso...
La vela ya se consumía y las lágrimas rodaban imparables por las mejillas de Mary, no dejaba de mirar el reloj de Marc, que se había quedado parado a la hora en la que falleció aquel día.
Su vida se estaba consumiendo, cómo aquella vela a la que miraba, se arrepentía de no haberle dicho que Si, que deseaba ser su mujer, hubiera dado su vida, por sentir a su amado en su interior, por olvidarse de esos malditos rumores, y amar, cómo ya nunca podría hacerlo.
Solamente el ruido de las gotas de lluvia golpeando la ventana, la hizo salir del recuerdo amargo en el que se había sumergido, se calentó un café y se quedó mirando por la ventana, cuando instantes después vino el cartero del pueblo a entregarle un paquete.
Lo abrió apresuradamente, era su primera pequeña novela, durante estos 5 años de dolor y vacío, no dejó de escribir intentando encontrar un sentido a su vida y poder de ésta forma mitigar el dolor que anidaba en ella.
Ahora tenía la novela en sus manos, su pequeño gran sueño hecho realidad, tenía en sus manos una historia, qué aunque dolorosa haría concienciar a las personas que la leyesen, para que no dejasen de ponerse el cinturón, pues un gesto tan sencillo cómo ese, habría hecho que Mary y Marc, estuvieran ahora casados, felices, y cómo aquel entonces enamorados.
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