viernes, 13 de septiembre de 2024

Escorts, una semana en París. Capítulo: La decisión.



El granizo estaba golpeando con fuerza los cristales de la ventana del comedor, y fue aquel violento sonido, lo que hizo que saliera del estado de sock, en el que me había quedado al escuchar la propuesta de David, y darme cuenta, que seguía al otro lado del teléfono, esperando a que le diera una contestación.

Me consideraba una mujer con ideas firmes y tenía que asumir la decisión que había tomado y vivir de una manera sencilla, anónima, alejada del lujo y del glamour.

—Perdona David, pero no puedo aceptar, discúlpame ante el Sr. Musa. Invéntate lo que quieras, pero... ¡No!, no quiero seguir en este mundo.

—¡Pero por Dios, Giselle! sabes de sobra que no estás pasando por una buena situación, ¿tanto te cuesta cambiar de parecer, tragarte tu orgullo y aceptar, aunque sea por última vez? Sabes que Musa no descansará hasta que pueda verte de nuevo, eres la única mujer que no ha conseguido tener. ¡Lo sabes!, ¿verdad?

—¡Pues va a seguir siendo así! Adiós, David—.

—Tú misma Giselle, si cambias de parecer ya sabes mi teléfono—. Colgó cabreado.

Ya era hora de tomar las riendas de mi vida, tenía que dejar de ser la mujer superficial en la que me había convertido. Fue en aquel instante, cuando al mirarme en el espejo y ver el reflejo de los pendientes de perlas que me había regalado el Sr. Musa, el recuerdo de la última vez que requirió mis servicios se hizo presente. Y aunque no puedo hablar mal de él. Ya no quería más regalos, no quería más lujos, quería conocer la sencillez de despertar una mañana, dejando los zapatos de tacón a un lado, despojarme de cualquier rastro de maquillaje, ponerme un chándal, unas zapatillas de deporte y correr. —¡Si, correr!— Huyendo de mí y de todo lo que en esos instantes sentía.

Estaba claro que si seguía en la profesión, tendría más complementos de lujo, más fiestas, más photocalls, todo y más de lo que ninguna mujer hubiera podido soñar, pero me había convertido en una persona que aun teniéndolo todo, al despertar, en una cama de una lujosa suite de un hotel y al mirarme en el espejo del tocador, las lágrimas resbalaban incontroladas por mis mejillas, por la impotencia de saber, que no tenía nada más que un efímero recuerdo, ni un triste reflejo de cariño, ni un beso, ni una caricia, sólo un adiós.

Cada día estaba más convencida, de si bien mi belleza era una maldición, de la misma manera, era, mi ambición un castigo.

Ahora que rozaba los cuarenta años, por fin me había encontrado a mí misma, y estaba completamente segura de mí y de lo que quería.

Me dirigí a mi habitación, y al abrir el armario y ver la ropa que aún conservaba, de cuando era más joven, los recuerdos se hicieron presentes dejándome por un instante alejada de la realidad.

Todavía hoy recuerdo como fueron mis comienzos y porque lo hice; cuando años atrás, bajo el efecto de las drogas y el alcohol, me entregaba a cualquier estúpido que se acercaba a mí, creyendo erróneamente, que de esta forma llamaría su atención.

Recuerdo aquel diecisiete de mayo de mil novecientos noventa cuando estaba en Joy-Eslava —una famosa discoteca de Madrid—, celebrando mi cumpleaños con mis amigas, cuando una mujer elegantemente vestida, se acercó para hablar conmigo, proponiéndome ser modelo para un anuncio de cosméticos. —¡Qué ingenua fui!—.

Quizás lo único positivo, que pude sacar de todo ese tiempo de aprendizaje en la Agencia, eran mis conocimientos de idiomas y de protocolo. Todavía recuerdo las palabras de Davinia. No solo un cuerpo bonito atrae, Giselle. La atracción intelectual es la más poderosa de todas. Habrá mujeres que solamente calienten la bragueta de un hombre por un instante. Pero, tú, has de lograr, entrar en su pensamiento, y entonces… tendrás todo cuanto quieras.

Esas palabras fueron las más sincera que jamás había escuchado hasta entonces y por eso no quería ser una más, ni la mejor, si no la única.

Recuerdo haber estado días y noches devorando todos los libros que caían en mis manos, asistiendo a los cursos que nos pagaban en la escuela de idiomas, aprovechando cada día libre en ir a los mejores museos, me había convertido en una esponja que todo lo absorbía, observaba todo cuanto sucedía a mi alrededor, adquiriendo un sexto sentido que, con el tiempo, me sirvió para dominar al mayor magnate que pudiera existir, extorsionando su economía como me daba la gana.

—¡Y de qué me sirvieron todos esos conocimientos!—, es cierto que al principio era así, no hacía nada a cambio de nada, ni sucedía nada en mi vida porque sí, todo estaba fríamente calculado. Pero al final, en lo único que me convertí, era en una mujer embriagada por el lujo y dominada por el placer.

Fue el maullido de mi gata, quien hizo que regresara a la realidad, dejando los recuerdos aparcados.

Me puse mis vaqueros favoritos, mi camiseta ajustada azul, —que hacía que mis ojos destacasen— y la cazadora de sport con capucha que tan cómoda me resultaba para los días de lluvia.

Bajé a la calle, sin rumbo fijo, quería olvidar la conversación que había tenido con David cuando me llamó por teléfono, y a la altura de la calle serrano, me detuve mirando un escaparate que me llamó la atención sobremanera, el maniquí era igual que yo, rubia, vestía de negro —como normalmente solía vestir— y con gafas de sol, rodeada de bolsas de las mejores firmas y me recordó a mí, a ese pasado del que deseaba escapar. Solamente el sonido del teléfono hizo que apartase la mirada del escaparate.


—¡Hola, mamá!, ¿qué tal estás? ¿Cómo sigue papá?

—Giselle tu padre se está muriendo


Sentí por un instante que el corazón dejó de latirme y las piernas me temblaban


—Pero... Mamá, no le dijeron que todo estaba bien, que el cáncer ya se había localizado. Intenté tragarme el dolor para que mi madre estuviera más tranquila.

—Si hija, sí, pero... el tratamiento es costoso, solamente en una clínica de Houston podría recibirlo. Y ya sabes que no podemos pedir ningún préstamo, recuerda que tu hermano dejó de pagar la hipoteca y nos tienen embargada la pensión que tenemos, por haberle avalado. Apenas nos alcanza el dinero que saco limpiando en las casas para pagar los gastos.

—Mamá, no llores por favor. Te juro que, de aquí a dos semanas, tendrás el dinero que necesitas, es más, en breve tendrás seis mil euros, para que lo uses para los gastos de la casa y para parte del tratamiento de papá.

—¿De dónde vas a sacar el dinero hija, si ya no trabajas en la Agencia de Viajes?


Nunca mis padres supieron a lo que me dedicaba realmente, los hubiera matado en vida saber la verdad, preferí que vivieran en la ignorancia y no hacerles daño.

Yo era la única que tenía que sufrir en mis propias carnes el error que cometí. Y por eso la única profesión que se me ocurrió, era la de Agente de viajes, que excusaba a la perfección, las ausencias en las que, por prestar mis servicios, tenía que viajar.

—Mamá, no me preguntes cómo. Pero te juro por Dios que tendrás el dinero, confía en mí, mamá. Te llamaré cuando tenga el dinero, ahora tengo que dejarte. Te quiero mamá, no lo olvides, pase lo que pase, te quiero.


Colgué el teléfono, dejando a mi madre hecha un mar de lágrimas y armándome de valor y tragándome las lágrimas, llamé por teléfono a David.


—Está usted hablando con el contestador automático. En estos momentos no le puedo atender, si es tan amable, deje su mensaje después de oír la señal, le llamaré a la mayor brevedad posible, gracias—.

—David soy Giselle, me lo he pensado mejor y quizás tengas razón, un último servicio no me vendría mal, espero la documentación como siempre. ¡Ah!, no olvides que los caprichos se pagan y si el Sr. Musa quiere que vaya con él a París, quiero cada mañana en la habitación una docena de rosas blancas, que no falten los pétalos de rosas en el jacuzzi. Y dile que me haga llegar una American Express con seis mil euros para gastos, tengo que renovar el vestuario. Gracias.


Creo que por fin llegó la hora de usar todos los conocimientos adquiridos hace años, ¿no quería tenerme? Será a un alto precio.


Continuará....




No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 20 de septiembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.



Eva Mª Maisanava Trobo


jueves, 12 de septiembre de 2024

El gesto que me bloqueó

 

    Hace mucho tiempo que me enviaron esta imagen, evidentemente no voy a decir quién y tampoco sé el motivo por el que lo hizo, aunque intuyo, que todas las personas que me conocen saben, que todos mis escritos van acompañados de una imagen; y es curioso, cuanto menos, porque no es que escriba el relato y luego escoja la imagen, sino al contrario que según la imagen así escribo. Supongo que los que  escribimos tenemos nuestras rarezas, y esta es una de las mías; como cada uno de vosotros, tendréis las vuestras.


    Y os juro que llevo, días y días, sin saber si usarla para un relato —donde lo escrito navega en la ambigüedad— donde todo es mentira y todo es verdad; o bien en un poema —que no es sino un jirón, un trozo de mí— algo tan real como que ahora estás leyéndome y dejándote envolver por mis palabras. Palabras, que jamás caerán en saco roto y que nunca serán escritas en vano.


    Y creo que debo ser una vez más fiel a lo que me está pasando, que no sé si fue real, o uno de esos sueños que ansían que se hagan realidad.





El gesto que me bloqueó



Todo sucedió aquél día
en esa habitación
aunque iluminada,
completamente gélida y fría


No sé como sucedió,
no lo recuerdo,
aunque mi cuerpo sintió tus manos en mi cintura,
mi cerebro 
no es capaz de recordarlo...


Nunca me había bloqueado
y sin duda alguna es porque lo vivido,
jamás lo había sentido.

Ni en los mejores sueños,
ya no como mujer,
sino como escritora
hubiese imaginado
aquél gesto,
que, aunque deseado,
de ti, nunca lo hubiera imaginado.


Si esto vuelve a suceder,
Si tus manos se vuelven a posar en mi cintura;
Házmelo saber
con un beso, lleno de dulzura.

Porque necesito saber si fue un sueño
o si desde aquél día
temo estar perdiendo la cordura.





Eva Mª Maisanava Trobo
12/09/2024
13:15

viernes, 6 de septiembre de 2024

Escorts, una semana en París. Introducción.


Dedicado a todas esas personas que a pesar de las adversidades que la vida les pone en el camino, luchan, por tener un futuro mejor.

La autora


Los personajes que aparecen en esta historia
al igual que todas y cada una las situaciones,
son fruto de la imaginación de la autora
Cualquier parecido con la realidad,
no es sino pura casualidad.




Introducción:



Había dejado de ejercer aquella profesión a la que me dediqué durante más de cuatro años y me juré que no volvería a realizar ningún servicio más, si bien es cierto que esta profesión tiene un gran atractivo que te permite poder conocer a gente "vip", también es cierto que llegada cierta edad, es mejor tomar la decisión de dejarlo a tiempo, antes de caer en el error en el que cayeron muchas de mis compañeras, que dejándose llevar por el lujo, el glamour y el dinero fácil, estaban cayendo en declive y sus servicios apenas eran requeridos.

Es mucho el desconocimiento que hay de esta profesión; y no voy a negar que la gran mayoría de las veces terminaba dejándome llevar por el instinto más primario que todos tenemos y dando rienda suelta a la pasión, pero jamás era una cláusula impuesta por la agencia, era una decisión libre que yo tomaba y no con todos.

Pero...otras muchas veces, tenía que aguantar veladas interminables con la mejor de mis sonrisas a uno de esos muchos ejecutivos que necesitan ser escuchados, puesto que ésas —tan dignas— que se creen por llevar un anillo en el dedo, no lo hacían.

No voy a negar que muchas veces tenía que luchar por no quedarme dormida, escuchando conversaciones llena de tecnicismos en la que me resumían sus interminables y agotadoras jornadas laborales, pero...otras veces os juro que hubiera deseado no darme cuenta de que las dos horas por las que había sido contratado mi servicio, ya estaban llegando a su fin.

Ganar mil euros por dos horas, estaba lo suficientemente bien pagado, si lo comparaba con mis amigas, que ganaban lo mismo casi en dos meses.

Y es que afrontar una vida sencilla después de haber bebido las mieles del placer y haber tenido a un montón de hombres a tus pies, dispuestos a costear todos y cada uno de los caprichos que tenía; costaba hacerse a la idea de que ahora tendría que buscar un trabajo "normal", ser consecuente con la decisión tomada y por lo tanto con el cambio de vida.

Ya casi rozaba los cuarenta años y sé que sería difícil encauzar de nuevo mi vida, me sentía tan vacía que no encontraba la manera de salir de esta maldita depresión que se estaba apoderando de mí.

La verdad es que, si no fuera porque había sido bastante compulsiva a la hora de comprar, no tendría que estar ahora haciendo cábalas para poder llegar a fin de mes.

Pero la moda era mi vicio y el impulso de comprar, era mucho más fuerte que yo, no podía negarme ningún capricho, bolsos, zapatos, perfumes y desde luego que no me conformaba con cualquiera baratija; por lo que era muy normal encontrar en mi closet complementos de las firmas más deseadas… Louis Vuitton, Manolo Blahnik, Loewe, Chanel; ya que debido a mi profesión conocía a la gran mayoría de los directivos de esas firmas, que en más de una ocasión, habían requerido mis servicios, para tener a una mujer atractiva con la que posar delante de un photocall en los diversos eventos que organizaban.

Pero la realidad era otra, ése era mi pasado y ahora mi profesión como la de la gran mayoría de los españoles era la de sobrevivir; debía tres meses al casero, de la compañía de luz ya había recibido un aviso indicándome que si no pagaba me iban a cortar el suministro y en la cuenta del banco solamente tenía cincuenta euros para lo que restaba de mes.

Supongo que sorprenderá, pero...cómo hubiera deseado una llamada de la agencia, para hacer el último servicio y tapar los agujeros que tanto me asfixiaban.

En más de una ocasión pensé que tenía el teléfono pinchado por el que era mi jefe, ya que fue terminar una conversación que mantuve con mi amiga Erika en la cual le decía lo mal que lo estaba pasando, para instantes después sonar el teléfono.

—¡Si!, contesté.

—Giselle soy David, ¿cómo estás? Era el director de la agencia.

—La verdad es que me siento perdida, es un cambio demasiado brutal, pero...ya sabes que soy firme cuando tomo decisiones.

—Respeto tú decisión, pero escucha lo que te voy a decir y solamente después de pensártelo bien, toma una decisión.

—Te escucho, dime. Contesté con desgana.

—¿Te acuerdas de Musa?

—Si claro, si mal no recuerdo es el embajador de Palestina.

—Efectivamente ese mismo, requiere tus servicios.

—David, ¡ya te he dicho que no! —Contesté irritada—.

—¿Y si te digo que me ha ofrecido un cheque en blanco si te vas a París con él una semana a todo lujo y con todo pagado?


Continuará... 


No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 13 de septiembre. 

Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.


Eva Mª Maisanava Trobo 


jueves, 5 de septiembre de 2024

No me leas, siénteme. Comunicado.


Toc, toc… ¿Se puede?

Siento de nuevo irrumpir en vuestras vidas y me temo que estaríais esperando un capítulo más de mi próxima novela “No me leas, siénteme”; pero siento deciros que hoy no va a ver ningún capítulo, ni mañana, ni tampoco otro día.

Me he limitado a subir unos cuantos capítulos que tenía escritos desde el 2019 y que he ido publicando poco a poco, para… de esta manera asegurarme haberos creado la necesitad de saber más, de querer conocer como va a terminar la historia de Dulcinea.

Tener por seguro que, aunque tengáis que esperar un tiempo, no sé cuánto, valdrá la pena. Para mí no está siendo fácil meterme en un “género” más serio, distinto y que nada tiene que ver con el “erotismo y la sensualidad” que de manera natural emana de cada poro de mi piel, haciendo que sea mi zona de confort.

Realmente la novela de “No me leas, siénteme” proviene de una “historia” que escribía a ratos, en una cafetería, mientras que desayunaba al ir al trabajo. Más de una persona al leerla, me dijo… —¡Eva, ¿no te das cuenta de que esta pequeña “historia” es el germen de otra más importante si tú quieres? Y como Tauro que soy, no se me puede retar…

Creo, de todo corazón, que vale la pena, aunque me esté costando terminar esa historia. Si os digo un tiempo os mentiría. Escribir es complicado, más de lo que la gente piensa, te come mucho tiempo de tu vida privada y terminas siendo, otro puto personaje más… te entregas tanto que terminas hablando, pensando y sintiendo como la protagonista, pero a fin de cuentas también así consigo que luego me digan, como me ha pasado con otros relatos.. —¿Seguro que no eres tú, que esto no te ha pasado a ti?— Y os aseguro que nada de lo escrito es verdad, puede haber escenas, momentos, pero nada más.

Tener por seguro que cuando esté, después de buscar a alguien que la corrija, porque los escritores nos limitamos a crear, no estamos pendiente de la gramática, para eso ya hay otras personas…; y me vea con fuerzas de llamar a las puertas de editoriales como lo hice con la historia de Giselle. Y si encuentro alguna editorial que, sus condiciones económicas, valgan la pena, será entonces cuando por este mismo medio tendréis noticias del día, hora y lugar de la presentación de esta y desde ya, deciros que me haría inmensamente feliz que tú, que ahora me estás leyendo, hicieras un hueco en tu vida para acompañarme.

Porque creerme que lo necesitaré. Necesitaré de vuestro calor. Sino escribo más a menudo es porque odio hablar en público, ojalá pudiese poner un holograma mío y que hablase por mí; porque ese día me veréis temblar y hasta puede que llorar, pero, a fin de cuentas, sería yo, como lo soy cuando escribo.




Os dejo el enlace de la historia —germen— que logró llamar la atención, para que le diera la importancia que tiene que para darle una extensión mayor. Porque a los personajes, como a las personas… hay que dejarlos hablar.




https://www.casadellibro.com/ebook-asomada-a-la-ventana-todavia-te-espero-ebook/9781291374483/2239977



Sinopsis

"No me leas, siénteme", es una historia de dos mujeres que comparten la misma ilusión.

Dulcinea es hija de un marqués. Toda su vida ha luchado con gran valentía para demostrar a todos que es digna de ser la heredera del marquesado. Pero le costará demasiado conseguirlo; en una época en que la mujer era solamente educada para ser buena esposa y mejor madre. Pero luchará contra todos por demostrar que si puede hacerlo.

Ena es una mujer inquieta, que agobiada por su monótona vida y cansada de su marido. Decide cambiar de vida, de trabajo, de ciudad, dejando todo lo que tenía de lado para irse a trabajar a una residencia de mayores. Y allí aprenderá la mejor lección de su vida.

El destino las unirá y ambas, aunque de una manera distinta harán su sueño realidad.




Eva Mª Maisanava Trobo


miércoles, 4 de septiembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo: ¡Maldito telegrama y maldita mi vida!

 



El lunes como teníamos previsto partimos rumbo a casa de mi padrino, sin lágrimas en los ojos; solo con el coraje de empezar de cero y ser fuerte por mi hijo. La debilidad, las dudas y los miedos cada vez que se hicieran presenten los trataría de reconducir.

Al llegar a mi nuevo hogar, mi padrino me acompañó a mis aposentos. Se había encargado de decorar mi habitación haciéndola completamente confortable.


El cabecero era de forja pintado de color oro envejecido y en la parte superior estaba la flor de lis. Al lado tenía una mesita de noche, a mano derecha un sifonier, enfrente tenía el armario y a la izquierda un maravilloso secreter y encima una estantería completamente llena de los ejemplares de los autores más leídos y que en todo hogar deberían de estar.


Todas las paredes de la habitación estaban pintadas de blanco, lo que hacía que la habitación pareciera más luminosa de lo que en verdad era. Se había encargado de poner en la mesita de noche, un jarrón lleno de rosas blancas, que de sobra sabía que me gustaban. No puedo negarlo, más acogedora no podía ser.

Las vistas desde la habitación eran inmejorables, daban a un lago, lo que me permitía disfrutar cada mañana de un baño y por las tardes de maravillosos paseos arropada con un chal.

Era el lugar idóneo para afrontar con tranquilidad y reposo mi embarazo.

Mi padrino me preguntó si estaba todo de mi agrado, pero por mi reacción no fue necesario articular ninguna palabra. Estaba feliz y tranquila.

Después de la siesta, mi padrino, me hizo llamar por la chica del servicio, me esperaba en su despacho para departir largo y tendido como hacía mucho tiempo que no hacíamos.


Me pidió que dejara de ser orgullosa y esquiva, que no podía estar de por vida comportándome como un avestruz, metiendo la cabeza en un agujero, sin tener el valor de enfrentarme a mi realidad.

La verdad es que siempre pensé que todo en esta vida sucedía por algo, que existía algo que estaba fuera de nuestro alcance para que todas las situaciones se dieran a favor o en contra cuando éstas eran inevitables. Y eso era lo que acababa de suceder. Justo cuando mi padrino me estaba hablando sobre el no posponer más el ponerme en contacto con mi familia, entró el hombre de confianza de mi padrino y le dio un telegrama.

Mi padrino lo leyó rápidamente y por la palidez de su rostro, supe que no se trataba de buenas noticias, sino de todo lo contrario.


—¡Hija!, no son buenas las noticias que he de darte.

—¡No me asuste, padrino! Déjeme leerlo por favor. Como bien acaba de decirme he de enfrentarme a cualquier tipo de circunstancia.

—¡Toma, Dulcinea!, lee el telegrama que acaba de mandar tu madre.



Estimada hija;

No es fácil dirigirme a ti y más después de tu partida y del daño que ésta me causó. Pero tu padre está muy enfermo y como heredera has de estar presente. Te reclama porque quiere hablar contigo sobre el marquesado y todo lo que ello conlleva antes de su muerte, que según los especialistas no tardará en suceder.

Sé que por tu gran corazón y sobre todo por la educación que has recibido no tardarás en venir.


Con afecto de tu madre que tanto te quiere


En ese instante mi padrino se levantó de la silla para abrazarme al ver como empezaban a resbalar las lágrimas por mis mejillas. Y es que, aunque mi relación con mi padre nunca fue lo que hubiese deseado, no dejaba de ser mi padre. Aunque mi espalda todavía estaba marcada por las cicatrices que se habían quedado debido a la paliza que me propinó al enterarse de la pérdida de mi virginidad.

No podía dejar de sentir lástima por un hombre que a pesar de haber llevado una vida rodeado de camaradas que a la hora de la verdad ni eran amigos, ni eran nada… ahora en los últimos momentos de su vida, nadie, a no ser por la compañía de mi madre y de la mía, estaba completamente sólo. Su vida, al igual que toda su existencia me daba verdadera lástima.

Me disculpé ante mi padrino y le rogué que me dejase ir a mi habitación.

Apenas me quedaban unos días para alcanzar la mayoría de edad y me enfrentaba a una maternidad para la que no sabía si estaba preparada y por si esto fuese poco, tenía que asumir las riendas del marquesado.

Antes de partir a la Granja me juré a mí misma que si los malos pensamientos se me hacían presentes, intentaría reconducirlos, pero me siento tan pérdida, tan niña, que no sé si estoy preparada para un cambio tan radical en mi vida. ¡Maldito telegrama y maldita mi vida!