domingo, 29 de junio de 2014

Segunda presentación de Escorts. Una semana en París.





¡Sí!, sé que todavía queda mucho, mucho tiempo. Pero la ilusión que se apodera de mí, hace que crea el evento ya. Tiempo habrá de ir recordándoos poco a poco mi motivo de felicidad, que no es otro, que mi hija "Giselle Bayma", la protagonista de Escorts. Una semana en París, editada por ediciones Seleer, será presentada el 15 de noviembre en la librería Ícaro. Esta librería esta situada en una de las ciudades con más encanto de España, la Granja de San Idelfonso.


Seré presentada por los dueños de una librería que apoyan a literatura y que me ha recibido con los brazos abiertos y donde en breve podréis adquirir en papel ejemplares de la novela.


Será un placer para mí departir sobre la novela, hablar sobre un tema del que todavía hay demasiadas críticas, donde el gran porcentaje de las personas se atreven a juzgar, sin ni tan siquiera por un ápice de segundo tener empatía con las personas y pensar... ¿Y si la vida me pusiera en esa tesitura? ¿Qué seríamos capaces de hacer por salvar la vida a los nuestros?


El ser humano, cuando es llevado a una situación extrema es cuando se da cuenta, que la gran mayoría de las veces los principios y el orgullo, han de ser relegados a un segundo plano.


Evidentemente estas palabras os sorprenderán si no leéis el contenido de la novela. Porque cualquier mujer y cualquier hombre, en definitiva, cualquier ser humano, puede llegar a comportarse como Giselle Bayma.



Os espero el 15 de noviembre en la Librería Ícaro, dispuesta a contestar a todo tipo de preguntas que queráis hacerme sin tapujos, sin tabúes y siempre con la verdad, mi mejor vestimenta.


Librería-Café Ícaro

Calle Real, nº 8

40100 La Granja de San Idelfonso

Segovia.

Tfno: 921 47 01 03



miércoles, 21 de mayo de 2014

Sin preguntas, ni porqués; habitación 303.


          Llevaba tiempo encerrada en mi estúpido intento de dar vida a un relato. Escribía unas cuantas letras y las tachaba, ninguna maldita palabra colmaba de expectativas lo que quería decir en un relato. La pérdida de tiempo era cada vez mayor. Mi planteamiento de querer dejar esta locura por escribir cada día estaba más cercano. Sin querer, en lugar de disfrutar escribiendo, me había convertido en una esclava de mis musas; a la espera de que de alguna manera apareciesen en mi vida, como antes lo hacían.

          Pero, nada... Todo intento era inútil y la espera un sin vivir.

          Lo que anteriormente para mi era sencillo, se había convertido en una tortura que me estaba destruyendo por dentro; tal vez porque respetaba demasiado a mis lectores, y quería cuidar al máximo mis apariciones en blogs para no defraudarles.

          —¡Qué necedad de pensamiento! A fin de cuentas, muchos de ellos me querían, eran mis amigos, mi familia; no iban a juzgarme, ni a lapidarme porque la calidad no fuese la de antes. Pero no podía evitarlo. No quería que fuese un relato más, quería que fuese el único relato, aquél relato que aún leyéndolo más de una vez, consiguiera erizar cada vello de tu piel. ¡Y si, eso es lo que quiero!

          Intento ser menos exigente, pero no puedo. Me angustia la idea de haber perdido el buen hacer de hacerte sentir vivo, de hacerte dudar entre la mentira y la verdad, de hacer que tu pensamiento navegue a la deriva intentando averiguar que hay de verdad en el relato y qué de burda mentira. ¡Qué fácil me resultaba antes!

          Dicen que la experiencia es un grado.

          —¡Mentira! Si fuera así porqué ahora no puedo escribir, por qué no puedo escribir con palabras lo que me gustaría susurrarte al oído: ¿Por qué?

          La escritora que llevaba dentro ha muerto. Leo todo lo que escribí y me entran ganas de morir. Ya nada volverá a ser como antes, cuando escribía un relato y mi corazón temblaba; era tan grande la emoción que me embriagaba, que por momentos yo misma dudaba de si lo que te contaba era cierto o por el contrario una falsa.

          —¡Maldita sea mi estampa!—, nunca más volveré acariciar tu alma con mis palabras.

         

          Era inútil comerme más la cabeza. Tiré el folio a la papelera, me preparé una copa y me puse a navegar por internet, sin saber por qué lo hacía ni qué quería conseguir con ello. Tal vez olvidar, tal vez evitar de esta manera el suicidio de quien pudo ser una gran escritora.

          En estados de ansiedad, lo único que me calmaba era ver cuadros de mujeres desnudas, me daba paz; quizás porque en lo más profundo de mi ser, se encontraba sepultada una verdad que me daba miedo a reconocer.

 

          De repente vi esa imagen, a esa diosa desnuda y fue entonces cuando me acordé de él, de aquél hombre, de ése gran escritor.

          Hace muchísimo tiempo que no nos veíamos, tal vez desde que mi amiga presentó su novela de erotismo.

 

Desde aquél día que nuestras miradas se cruzaron,

desde entonces mi corazón estaba a la deriva.

Andaba perdida en mis recuerdos,

seguía siendo la musa de sus fantasías

y sin embargo, las mías, mis musas,

mendigaban  su atención,

con la esperanza de volverme a sentirme viva.

 

          Sentimientos dispares despertaba ese señor en mi, miedo, respeto, admiración, pero sobre todo, deseo. ¡Sí, deseo! Era imposible controlar mi deseo cada vez que le veía. Encender el ordenador, conectarme a las redes sociales y tenerle que vez como contacto, me enloquecía.

         

¡Qué difícil es controlar el deseo!

Que injusta es la vida,

que te pone la miel en los labios,

cuando tus labios rebosan vida.

 

          Y eso es lo que a mí me sucedía, quizás por eso estaba estancada entre dos océanos, sin rumbo y a la deriva.

          Amaba demasiado a mi pareja, tanto que el corazón me dolía cada vez que mi pensamiento —en contra de mi voluntad—, pensaba en él, en Roberto.

 

          Intentaba encontrar un equilibrio entre el deber y el querer, pero te juro, que no podía. No sé que me sucede con él, ni porque siento que todo me supera. Pero me atormenta reconocer, que sólo con él, que sólo al lado de Roberto, que sólo cuando estoy cerca de él, es cuando mis musas hacen su aparición de una manera insultante, tanto que me causa desazón. Puesto que me es imposible ordenar mis ideas, todas rebosan pasión y vida. Son ellas las que me convierten en esclava de mis letras, las que hacen que sin querer coja el móvil, busque tu teléfono, te mande un whatsapp con este contenido: Sin preguntas, ni porqués; habitación 303. El próximo día que nos veamos. Te espero como esta mujer que aparece en el lienzo: desnuda, sin miedo, convencida y con el deseo de acariciar el cielo entre tus brazos...


         

Una espera diferente.

A pesar de ser un viaje que solía hacer con bastante frecuencia, ése día la espera en la estación de Atocha era distinta.

La exagerada puntualidad que me caracterizaba, hizo, una vez más que saliera con prontitud de mi casa, para que me diese tiempo a desayunar tranquilamente y luego coger el ave destino a Zaragoza.
Ése viaje iba a marcar un antes y un después en mi vida.


Llevaba un par de meses saliendo con un chico y estábamos en ese momento de la relación en la que la amistad se tiñe de respeto, de amor incontrolable y de planes, muchos planes...


Mientras que estaba sentada en un banco, esperando a que mi tren fuese anunciado por megafonía; observaba a las personas que a mi alrededor había, como jamás antes lo había hecho, con alegría y optimismo.

A saber de las historias dispares que se ocultaban detrás de todos los que allí estábamos; sin embargo, mi estado de felicidad hacía que fuese capaz de imaginar lo que poca gente imaginaría.


Quizás por ese motivo, me decidí a coger un par de folios y dar comienzo a un relato que tenía que presentar para la revista que dirigía.


Era curioso observar a aquella chica sentada, esperando... al que podría ser el amor de su vida, mientras que yo intentaba escribir un relato —lleno de sentimientos— como siempre lo hacía, pero con la incomodidad de escuchar por megafonía constantemente como anunciaban las diferentes salidas del Ave.

De repente, levanté la vista del folio y justo en aquél momento llegada él, un poco triste. Tal vez porque sabía que había hecho esperar a esa niña de mirada penetrante. Sosegada a veces como el agua de una balsa, y otras... agitada, inquieta, como las olas de un mar poderoso, rompiendo con sus olas todo lo que se encontraba a su paso.

Pude percibir como discutían, y eso me dolía. A simple vista parecían la pareja perfecta: jóvenes, apuestos y casi con los mismos objetivos en la vida.

Al rato se besaron dejando atrás toda esa sensación gélida que anidó en mi corazón mientras les observaba.

Se dirigieron a una cafetería. Mientras estaban desayunando, las miradas cómplices decían más de su relación, que la mejor declaración de amor; y es que se amaban, tímidamente, pero se amaban.


Les perdí de vista cuando entraron a facturar sus equipajes.

Ya no sé como terminaría esa historia o quizás si comenzaría una relación sólida e indestructible.

¡A saber que pasaría entre ellos! Por más empeño que ponga, nunca lo sabré...


Solo sé, que ahora me encuentro sentada en un asiento, rumbo a una ciudad que me tiene enamorada; llena de ilusión, con miedo, pero ilusionada.

A mi lado, esta él, aquél chico que entró en mi vida hace un par de meses; sentado, escuchando música y respetando mi vida de escritora...

Una espera diferente la de aquél día, porque es la espera, que llevaba esperando toda la vida.


Esa sensación de paz, de amor y de solidaridad.


—¿Qué será de esa pareja?

—¿Se amarán?

—¿Lucharán por su felicidad?

No lo sé, pero si puedo escribir lo que deseo que sea: el comienzo de una verdadera historia de amor.



viernes, 2 de mayo de 2014

¿San Valentín o Sant Jordi?





Perdida en mis recuerdos,
llena de vida, de amor y de sentimientos.
Me doy cuenta que hoy estoy escribiendo,
como antes nunca lo había hecho,
con el corazón lleno de fuego.

Hace ya unos meses,
sentía que navegaba a la derivada,
perdida, desorientada y sin ganas.

En San Valentín, día del amor;
mi corazón se teñía de recuerdos,
de miedos, de fantasmas y sobre todo, de dolor.

Hoy acercándose el día de Sant Jordi,
de nuevo, mi corazón, vuelve a latir
con ímpetu y con ganas de vivir.

El amor apareció de nuevo en mi vida,
poco a poco y sin prisas...
Ahora está germinando en mi interior,
llenándome de nuevo de sensaciones,
que estaban soterradas en un corazón
con miedo a creer en el amor.

Como escritora soy feliz,
el día de Sant Jordi por fin llegó.
Y como mujer, ¡ay!, como mujer...
Vivo cada día enamorada,
como no lo estuve
aquél día, en San Valentín.



viernes, 11 de abril de 2014

Reseña de Escorts. Una semana en París, por Carmen Andújar.


El trabajo, la revista, mi vida sentimental me dejan cada vez menos tiempo para Facebook, pero cuando regreso siempre lo hago con buenas noticias, o eso creo.
Me ha llegado una reseña de Carmen Andujar, cortita pero intensa como es la novela de Escorts. Una semana en París.

Espero que os guste:



Hola Eva: Me he leído tu novela y me ha resultado muy amena y con una gran carga reflexiva, para una sociedad que juzga a las personas sin conocerlas ni saber las circunstancias que le han llevado ha llegar a esa situación. Me han gustado mucho las escenas eróticas, son muy descriptivas y explicadas con un lenguaje muy ágil.

Aquí te envió una foto mía con tu novela, si quieres la puedes colgar en Facebook.


Un abrazo

Carmen Andújar


sábado, 8 de marzo de 2014

Reseña de Escorts. Una semana en Paris, por Ferran Garrido.


Lo más bonito de escribir una novela, a parte de dar a luz a tus sentimientos en papel, es recibir reseñas. Hace ya un tiempo que la novela dejó de ser mía, para ser vuestra, de todas y cada una de las personas que quieran leer la historia de Giselle Bayma.

Hace ya un tiempo —por avatares de la vida—, Ferran Garrido: Redactor en los servicios informativos de Televisión Española en Valencia y servidora nos pusimos en contacto, por un amigo en común. Decidió comprar un ejemplar de mi novela. Ese gesto ya me hizo feliz, pero todavía me hace mucho más feliz el poder compartir con vosotros su reseña. ¡Espero que os guste!

Como espero que también os guste el poemario que ha publicado con ediciones Carena, del que espero se vendan muchos ejemplares. Desde esta ventana al público, donde una vez más me asomo para transmitiros un mensaje, os invito a que leáis el poemario: La ausencia habitada.

Podéis haceros con un ejemplar a través de la editorial, poniéndoos en contacto con él, y como no...a través de esta revista en la imagen que voy a adjuntar aquí debajo, pinchando el link, os conducirá al portal de Amazon para haceros con un ejemplar bien en papel o en ebook.


Reseña de Ferran Garrido.




Llegó a mis manos con una dedicatoria. Era un deseo de la autora para que, como escritor, me sintiera identificado con sus sentimientos como autora de la obra. Creo que lo consiguió. Escorts es una obra muy especial. Detrás de una prosa de lectura fluida, muy amena, el lector encuentra el transfondo social que oculta una novela muy sensual, que también nos habla... sobre todo nos habla de personas. Es una obra cuajada de valores que se reflejan en palabras como elección, libertad, opción, solidaridad y, sobre todo, dignidad.


Su argumento no es fácil. Por dos motivos. El camino sencillo del morbo, que sería la peor opción, y el rechazo social que pueden provocar las circunstancias de la protagonista, y que puede aparecer cargadito de prejuicios. Por eso es especialmente atractiva la novela. Por su sinceridad, su sencillez y su naturalidad. Sin tópicos.



Sin pronunciar su nombre.



Qué difícil es afrontar la vida desde aquí arriba, desde mi cielo.


Veo a todos los que formaban parte de mi entorno, sufrir, ahora que no estoy con ellos y sin embargo me planteo el porqué cuando estaba con ellos, me sentía ignorada por todos y cada uno de ellos.


Mi padre no cesa de llorar, cuando antes ni tan siquiera en mis peores momentos estuvo a mi lado, apoyándome.


Mi madre es la única que realmente esta sufriendo con mi partida, sigue sin entender mi marcha, no la asume y lo entiendo. Porque desde aquí —desde mi cielo—, tampoco puedo asumir la distancia. Pero sé que a pesar de saber que está sufriendo, sé que luchará y con seguirá ver el Sol, entre otros motivos porque mi hijo Marc esta a su lado: parte de mí está con cada uno de ellos.


Sin embargo ése que me prometió amor a diario, que se llenaba la boca con palabras vanas de amor...ése que decía que le seria imposible rehacer su vida, cuando yo no estuviera a su lado. Ése, ahora está follándose a mi mejor amiga. —La que siempre me dijo en vida que le ayudaría a no decaer—. ¡La muy ladina!, nunca pensé que le ayudaría a olvidarme, metiéndose en mi cama y apropiándose de todas mis pertenencias, hasta de las joyas que heredé de mi abuela Ena.


Suerte a que el día que me dijeron cuál era mi destino, mi fatídico final; dejé la custodia y tutela de por vida a mi madre. De lo contrario ahora estaría retorciéndome de dolor viendo como hijo Marc llama "mamá" a otra.


Es complicado asimilar desde aquí arriba como todos los tuyos te van olvidando, haciendo su vida, sin apenas pronunciar mi nombre.


Mi hijo ya tiene siete años, pronto hará la comunión. Me siento feliz al ver con mis propios ojos, aunque en ocasiones las nubes se interpongan, ver como poco a poco se está convirtiendo en un hombrecito.

Se me parte el alma cada vez que le veo —cada noche arrodillado—, para rezar como yo le enseñé y en su última oración pedir a Dios que me proteja y me cuide allá donde esté. ¡No es para sentirse orgullosa!

Lo que él nunca sabrá es que yo deseo con todo mi corazón, que su deseo sea concedido para él. Porque aquí, donde ahora estoy, ninguna desgracia me puede pasar, salvo que a mi hijo se le olvide mi nombre.


Y es que mi mayor dolor no es estar lejos de los míos, sino que algún día, ninguno me recuerde como a día de hoy y para siempre les recordaré.  

El maldito cáncer apareció en mi vida, de puntillas y sin avisar; arrebatándome la vida, sin poderme despedir y teniéndome que irme sin poder pronunciar su nombre —el nombre de mi hijo—, de Marc.



Eva Mª Maisanava Trobo


sábado, 1 de marzo de 2014

El amor: ¿Es lo que uno quiere?


Quizás este sea el relato más complejo al que jamás antes me había enfrentado, y quizás sea porque más que un relato, es una reflexión en voz alta compartida con quien lea este conjunto de palabras; y del que me gustaría leer vuestros comentarios para saber vuestra opinión y daros contestación a cada uno de ellos.                  

          —¿El amor, es lo que uno quiere? ¿Se puede controlar?—.
          Hace varios días he llegado a la conclusión de que no se puede controlar, pese a que a mi alrededor existan un conjunto de personas que me digan que si se puede dominar e incluso canalizar. 

Pero tal y como yo lo veo, como ése torrente incontrolable de sentimientos que hacen acto de presencia en tu vida, y en la gran mayoría de veces sin preguntar si quieres enamorarte o no. —¡No!—, de esta forma lo siento pero no se pueden controlar, y en mi modesta opinión si hay alguien que lo pueda controlar es que entonces lo que siente, no es verdadero amor. 

Aunque como todo, existen diferentes formas de ver la vida, y por consiguiente de entender los sentimientos. 

Y para explicarme mejor, os contaré la complicada situación por la que una amiga mía está pasando.

          En el año 2006 conoció a un hombre que le hizo sentir con una sola mirada, —lo que en su interior ella misma desconocía—; ha intentado con todas sus fuerzas pasar página y escribir otra nueva vida; salir con otras personas y direccionar esos sentimientos hacia otros hombres; y sin embargo todo maldito intento no ha sido sino en vano. 
       Se ha disfrazado de otra mujer, para con éste propósito olvidar a quien ha marcado tanto su vida, y a la que ha dejado sumida en un mundo oscuro, del que con mucho esfuerzo se asoma de vez en cuando a la vida.

Pues por mucho que la digan, el amor, como ella lo ve y lo siente, es incontrolable y por lo tanto atribulado.        

Y a un corazón atribulado es complicado hacerle entender que lo que siente su corazón carece de toda lógica y razón. 

Y tú, ¿piensas que el amor es lo que uno quiere?, ¿qué se puede controlar? 



domingo, 16 de febrero de 2014

El email que me sacó de las tinieblas...



Sentía una voces internas que me gritaban, me decían: hazte daño, mátate, no sigas viviendo, para qué.

Has fracasado en tu intento de ser escritora, ni tu obra gusta, ni tus palabras hacen despertar ningún tipo de sentimiento, ni bueno ni malo, nada... 

Apártate del camino, no sigas luchando, no vale la pena... Nadie te va a echar de menos, ya nadie va a pensar en ti; quizás los primeros días alguien derrame alguna maldita lágrima, pero luego... serás olvidada como quien olvida que llovió la semana pasada. A nadie le importas, —solo te están usando para tener fama— y tú eres esa estúpida incrédula que ayudas a los demás sin recibir nada, eso es lo que eres una maldita ilusa fracasada.

Esas voces me volvían loca durante días, se agolpaban en mi interior como si fueran acufenos imposibles de olvidar, constantemente martilleando mis oídos, día y noche; como si tuviera en el interior una lavadora centrifugando.

Me falta el aire, temo hacerles caso, cojo un bote de pastillas con el propósito de abrirlo y poner fin a mi vida, a mi trabajo de editora, a mi estúpida ambición de ser una escritora; a poner fin a esa enfermedad que sin saber cómo ni porqué se está apoderando de mí. Estos malditos vaivenes de felicidad pasajera. Hoy estoy bien, mañana regular y al siguiente quiero planear mi final con la perfección con la que siempre he realizado cualquier trabajo.

Y sin embargo, aún dentro de esa locura transitoria que se apodera de mí, un atisbo de lucidez hace acto de presencia. Quería matarme sí, pero no quería irme sin echar un polvo para irme con el recuerdo en mi mente y el calor en mi vientre.




Encendí el ordenador, me dispuse a abrir el correo, a ver si por un casual encontraría un mensaje de él, de mi amante, de Armando.



Poco me importaba ya los principios anquilosados de la gente que me rodeaba, me lo quería follar, tal como lo lees, sin preguntas, sin hablar, solo quería gozar la última vez, y más sabiendo que nunca más le volvería a ver, solamente en su recuerdo quedaría la pena de no volverme a poseer.

Siento que mi corazón late a mil por hora, un dolor agudo hace que me encoja, tengo miedo a morir, sin antes ser libre...



Tengo calor, me desnudo...

Abro el correo y me encuentro un email de él, de mi Armando.






   Buenas noches...
Espero que estas cuatro letras, ayuden y den química a nuestro encuentro.
No estés nerviosa, pues solo deseosa debe ser, el tiempo a pasado la verdad, un paréntesis largo sin duda que hace enfriar pero no apagar el rescoldo del deseo y la pasión.
Deseo que nuestro encuentro salga con plenitud y con embriaguez de placer, de deseo, de todo lo que anhelas y deseas.
Quiero que nos devoremos, que sudemos entre nuestros fluidos de éxtasis, que nuestras respiraciones se agiten en volcanes de gemidos ante el umbral de un maravilloso orgasmo.
Sentirme tuyo, dominado ante tu deseo, que me hagas desfallecer de placer y que tus poros de mujer se habrán hacia mi.

Un besazo, felices sueños y hasta mañana.
         

Armando

Todavía recuerdo cuando nos conocimos hace años, yo me apunté a una página de contactos y él fue el primero en contactar conmigo. "Galán" era su nick.

Siempre me juré a mi misma que nunca me liaría con nadie el primer día. ¡Qué estupidez!, la vida y solo la vida se encarga ella solita de hacerte actuar de la manera que jamás pensarías que actuarías.

Parece que fue ayer cuando vino a visitarme a mi tienda; por aquel entonces era empresaria, siempre tuve esa ambición de prosperar. El miedo a fracasar era para mi peor que morir.

Fracasé el día que le conocí, el día que apareció en mi vida.

Nos llevábamos unos catorce años. Yo era una niña de bien, que había puesto su primera tienda y él, militar; o eso era lo que él me contó.

A estas alturas, ya poco importaba si era militar, si su nombre era real, o todo era una mentira. Quizás lo me excitaba era eso, saber que era todo una mentira y yo la protagonista de la fantasía que siempre quise tener.

Recuerdo que ese día me encontraba hojeando la revista Pronto y viendo el reportaje de la boda del S.A.R. Felipe de Borbón, con la siempre y ya odiada por mi Letizia Ortiz Rocasolano.

Cuando le vi entrar por la puerta me quedé ida, era moreno de ojos verdes, un físico bien musculado de mirada penetrante y un toque de misterio. En ese instante pensé que el nick que se había puesto le venía como anillo al dedo.

A penas pude darme cuenta de lo que decía el reportaje, la mirada de Armando, hacía que perdiera la cordura, si es que en algún momento y más en ese día, me acompañaba.

Por la mañana había dejado la comida preparada, no sabía de sus gustos y opté por un plato de pasta con gambas, fácil de hacer...

Cuando cerramos la tienda y me acompañó a mi casa, cogió de mi mano derecha las llaves y cerró.

En ese instante el miedo y la excitación eran más fuertes que la razón.

Nos sentamos en la mesa, lo noté entre tímido y cortado.
 —Tengo alergia al marisco—, me dijo.

En ese instante me sentí la mujer más necia del mundo, buena parte de la mañana cocinando, para nada.
 —¡Vaya!, ¿no me tendrás alergia a mi también, verdad?, desconozco como pude tener el valor de decirle eso, cuando apenas le conocía de media hora.

Se incorporó y se acercó al otro extremo en el que yo estaba y me levantó. En ese instante me sentí como si fuera la protagonista de una película porno, se te viene a la mente la escena en la que el chico tira todo al suelo y te hace suya allí, pero... ¡No!, no fue así.

Yo vivía en un duplex, y como si se conociera de antemano mi casa, me cogió de la mano y subimos las escaleras hasta mi habitación de matrimonio. —Si, mi pareja estaba trabajando. Y yo sumida en un crisis en la me empezaba a plantear el porqué vivía con mi pareja cuando ya no sentía nada más que cariño por él—.

En ese instante comprendí que nunca se debe decir que jamás se actuaría de cierta manera.

Nos devoramos a besos, mientras que como locos nos íbamos desnudando; temblé cuando sentí sus labios acariciando cada poro de mi cuerpo y deleitándose con pausa entre mis muslos.

Me sentí como una amazona salvaje montando a galope a su potro desbocado, quizás con la ambición de apaciguar tanta pasión. 

Pero... ¡No!, no quería que ese momento se acabase así.

Aunque como todo, acabó. Terminamos sudando y desnudos, en ese instante al unísono dijimos: —¡Vaya!, empezamos por el postre—. 

Ese día me di cuenta que siempre sería enferma de la pasión, que difícil sería encontrar a un hombre que entendiera que mi forma de vida era muy difícil de comprender, siempre al límite, siempre buscando nuevas experiencias, siempre deseando besos y caricias nuevas...

¡Dios!, otra vez esas voces me están gritando: —¡Hazlo, hazlo!—. 

Llamé por teléfono a Armando, no quería contestar a ese email que aunque me excitaba y me ayudó a salir de las tinieblas; prefería llamarle y de nuevo escuchar su voz.