Salí de casa con
la única intención de perseguirle, de saber el por qué de su frialdad.
Cada día estaba más distante, era
extraño en él que habiendo sido un hombre que hablaba por los codos, ahora era
parco en palabras. No daba crédito a que el hombre con el que me había casado,
se estuviese transformando en un completo desconocido para mí.
Cierto es que llevábamos muchos años
juntos, y quizás la compañía menos deseada para cualquier pareja había hecho su
presencia. ¡Sí!, la maldita monotonía, el que todos los días de nuestra vida
fueran igual que el anterior, había hecho mella en nuestra relación. Atrás
quedaron los momentos en lo que nos buscábamos como cuando éramos unos niños y
nos deshacíamos en besos. Ya nada de eso existía; nuestra relación quizás era
ya una mera utopía, gélida y sin vida. Tan solo el canario que con su piar nos
hacía sentir un atisbo de vida en nuestro hogar.
Quizás es por eso que hoy cuando lo vi
más arreglado de lo normal, más perfumado de lo que era normal en él, ése
sentido que todas las mujeres tenemos, hizo que me alarmase y saliera tras sus
pasos para ver donde iba.
Me sentía rara, ridícula, ¡yo que
tantas veces le había rechazado en la intimidad!, ahora me veía presa de unos
celos impropios de mí.
¿Tal vez sea porque tenemos miedo a
perder lo que tenemos? ¿Tal vez porque cometemos el error de pensar, que el
amor es para siempre?
Maldigo todos y cada uno de los días
que le rechacé con absurdas mentiras. Ahora... Tengo que estar viendo con mis
propios ojos, como ese hombre que me había convertido en mujer; estaba
besándose con otra mujer.
Y bien sabe que nada tenía en contra
de ella, ¡Si yo me hubiera comportado como debiera! Pensé que lo mejor sería
hacer como que nada había visto, que nada había sucedido, ¡total!, un beso
tampoco entrañaba ningún compromiso.
Pero... ¿Cómo podría mirarle a los
ojos esta noche? ¿Sería capaz de hacer que no vi nada?
De camino a casa, llena de dolor y
rabia por la escena que había visto. Me había propuesto que esa pasión volviera
a nuestras vidas, pero mirándome al espejo me desaparecía la ilusión; ya no
tenía el cuerpo de antaño, la maternidad había causado mella en mi, mis senos,
ya no eran duros y tersos con antes lo eran, y en mi vientre había una cicatriz
del nacimiento de mi última hija. Quizás estos malditos complejos hicieron que
por el miedo al rechazo, me convirtiera en un maldito témpano de hielo.
-¡Basta
ya de complejos!-, me dije. Tienes que reaccionar, no puedes permitir que el
hombre al que amas, se te vaya de las manos, y quede en tu mente como un
recuerdo más.
¡Sí!, tienes que buscar de nuevo a esa
gatita en celo que hay dentro de ti, sorprenderle y hacer que vuelva a ti.
Decidí quitarme esos complejos,
vestirme tan solo con una pashmina roja, cubriéndome los ojos para de nuevo
sentir todo aquello que durante tantos años no quise sentir. -¡Malditos
complejos, maldita vergüenza!-.
Todavía al escribir este relato, puedo
sentir el calor en mi vientre, sus manos recorriendo mi cuerpo y sus besos,
aquellos que antes eran de hielo, ahora... ¡Ahora son de fuego!
Por fin he podido recuperar al amor de
mi vida, quitarme la venda de los ojos que tan ciega me tenía y volver a vivir
la pasión que ni antaño tuvimos, y descubrir que sin sus besos y sus
caricias... moriría.
Rubizul