Cualquier persona
que pueda leer mi relato, y que sea madre; entenderá a la perfección, la
impotencia que siento cada vez que tengo que mirar los ojos de mi hija, sin
tener la respuesta que desearía para ella.
María, mi hija, es una niña pizpireta
de casi 8 años, tan espabilada, que en ocasiones, me cuesta poder darle una
respuesta, sincera, para que desde su "niñez", pueda entenderme.
El otro día me preguntó si podría
estudiar, si podría hacer la carrera de enfermera, que según ella, desea
estudiar para "curar" a los buenos como ella dice.
Y el estómago se me hace un nudo,
porque ni mi marido, ni yo, tenemos trabajo. Llevamos más de un año en el paro,
la prestación se nos ha acabado y la única solución que encuentro para poder
dar de comer a mi hija, es llevarla a un comedor social, ¡sí!, hasta ese punto
hemos tenido que llegar. Mi marido, economista de profesión, tiene que ocultar
los masters que tanto sacrificio les costó en su día realizar, para poder
aspirar a encontrar un trabajo, de lo que sea, y aún así no encuentra.
Y aunque intento una y otra vez, encontrar,
una respuesta a la pregunta de mi hija, os lo juro que no la encuentro. ¿Sabéis
lo duro que es no poder pagar una carrera a tu hija? Años atrás cuando me quedé
en estado, la felicidad se hizo presente en mi vida, era una "nena"
deseada, y quería darle todo lo que yo no pude. Pero... La inteligencia de los
políticos, el poco carácter de José Luis Zapatero, viéndose empequeñecido, por
lo que se le venía encima, optó por callar... Jugada que aprovechó, el hombre
cuya inteligencia me abruma, ¡sí!, estoy hablando de Rajoy, que se dedicó a
interpretar un papel, tan bien estudiado, que muchos de los españoles,
estafados y llenos de desilusiones, vieron un atisbo de luz, en la campaña que
hizo. Pero... ¿Ha cumplido algo de su programa electora? ¡Vaya!, es que ni lo
había.
Es triste ver que el futuro que
ansiaba para mi hija, no puedo dáselo, entre otras cosas, por esos sobres que
van de mano en mano, mientras que mi hija, mi marido y yo, tenemos que estar
mendigando para llevarnos un mísero plato de sopa de sobre; mientras que el Sr.
Bárcenas, pongo "Sr", porque tengo más clase que él, aunque
evidentemente, le queda grande. Cena en los mejores restaurantes de Andorra.
Llegado este momento, todavía sigo sin
poder contestar a mi hija. Porque o cambian las cosas, o me temo que nunca
podrá ser enfermera y curar a gente buena; mientras el país está contaminado de
políticos enfermos, sin alma y sin ninguna neurona en el cerebro.
Nota*. Es un pensamiento en voz alta
compartido. No soy madre, pero esta historia, podría ser la de cualquier mujer
y madre, hoy en día. Espero que os haga reflexionar.
Eva María Maisanava Trobo