Empecé El diario de Ena en el momento en
que necesitaba poner orden dentro de mí. Durante años viví hacia fuera,
cumpliendo, sosteniendo, tapando lo que me dolía. Un día empecé a escribir y
descubrí que, en mis propias palabras, había una verdad que ya no quería seguir
escondida. Este diario no cuenta mi rutina: cuenta cómo fui encontrándome. Cómo
una mirada, un silencio o una consulta pueden hacerte despertar algo que dabas
por perdido. Aquí hablo de lo que sentí, de lo que entendí tarde y de lo que
tuve que soltar. Es mi forma más honesta de decirme —y de decirle al lector—
quién fui, quién soy y quién estoy empezando a ser.
Breve resumen del diario de Ena
El diario de Ena es la
historia de una mujer que empieza a escucharse después de muchos años viviendo
hacia fuera. A través de los días, las consultas, los vínculos y los silencios,
va desentrañando capas de sí misma que había dejado olvidadas. No es un diario
para contar una rutina: es un espacio donde la protagonista se reconoce, se
cuestiona y decide qué vida quiere llevar a partir de ahora. El libro muestra
ese tránsito con una sinceridad que desarma.
Ena
Ena es una mujer que ha cargado más de lo que
debía durante demasiado tiempo. Ha intentado ser todo para todos, dejando para
después lo que ella necesitaba.
Cuando escribe, aparece otra versión de sí misma:
más lúcida, más honesta, más cercana a lo que siempre ha sido en esencia.
No es perfecta ni intenta parecerlo. Se
contradice, duda, siente miedo y, aun así, avanza. Tiene una sensibilidad fina,
una enorme capacidad para percibir lo que otros no miran, y un modo muy propio
de entender el vínculo humano.
Ena conmueve porque se muestra por dentro sin
adornos: tal cual es, con sus deseos, sus heridas y su fortaleza.
Manuel (marido)
Manuel representa una vida tranquila pero agotada
emocionalmente. Es la estabilidad que ya no da calor, la compañía que se vuelve
distancia. Con él, Ena toma conciencia de lo mucho que ha callado para sostener
una relación que hace tiempo dejó de nutrirla. Su presencia sirve para mostrar
esa parte de la vida que se mantiene por costumbre más que por plenitud.
Mateo (amigo íntimo y amante)
Mateo encarna el impulso vital que Ena tenía
adormecido.
A su lado, recupera el cuerpo, el deseo y la
sensación de sentirse viva sin tener que justificarse. Entre ambos no hay
teatro ni cautelas innecesarias: existe una química real, directa, un modo de
relacionarse que nace de la sinceridad y del reconocimiento mutuo.
Con él, Ena redescubre el placer, la libertad
emocional y la intimidad sin disfraces. Mateo muestra esa parte de la vida que
no se piensa demasiado, sino que se siente.
Javier (seguidor/lector)
Javier llega desde un lugar completamente
distinto: la lectura.
No aparece para alterar su vida cotidiana, sino
su percepción de sí misma como escritora. Es la prueba de que su voz alcanza a
quienes la leen, que sus palabras generan algo más allá de ella misma. Su
figura aporta un aire nuevo: el de alguien que se acerca a Ena no por quién es,
sino por cómo cuenta lo que vive.
Manuel (médico de la Unidad del Dolor)
Manuel introduce un tipo diferente de impacto.
No habla mucho, pero su forma de estar deja
huella. Sus consultas, sus silencios y su manera de mirar generan en Ena una
sensación de comprensión que no había sentido en mucho tiempo.
Para ella hay una fecha que se le queda grabada: aquel
5 de agosto.
Ese día, una simple mirada suya hizo algo que
nadie había conseguido hasta entonces: despertar a la escritora que Ena
llevaba dormida, enterrada bajo el dolor, la rutina y el cansancio.
A partir de ese momento, no solo vuelve a
sentirse paciente, sino autora de su propia historia.
No es un vínculo evidente ni declarado, pero sí
un punto de giro: Manuel representa la humanidad dentro de los límites
clínicos, y el recuerdo de que una sola mirada puede cambiar la forma en que
alguien se mira a sí mismo.
María (secretaria)
María es la presencia discreta que observa sin
juzgar.
Está siempre alrededor, percibiendo matices que
otros prefieren ignorar. Su papel es pequeño en apariencia, pero importante en
lo que sugiere: representa ese punto externo desde el que todo se entiende sin
necesidad de palabras.
Leandro (traumatólogo)
Leandro simboliza la fractura.
Un gesto suyo, tan concreto como inesperado,
desencadena un impacto profundo en Ena. No es un antagonista, pero sí la figura
que obliga a la protagonista a poner límites que nunca pensó que tendría que
trazar.
Su intervención marca un antes y un después, no
por lo que dice, sino por lo que provoca en la conciencia de Ena y en su manera
de relacionarse con su propio cuerpo y su vulnerabilidad.
Entre todos ellos —unos desde el deseo, otros
desde la costumbre, otros desde la ética o la literatura— se dibuja el camino
que lleva a Ena a encontrarse consigo misma.
Ese es, en el fondo, el verdadero corazón de este
diario.
María Blanco Pérez

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