Lunes
10 de marzo. 15:10 de la tarde.
Hoy
tampoco te he visto. O tal vez sí, pero no lo recuerdo. Lo único que sé es que
te he sentido, y quizás no debería decirlo, quizás me deje en mal lugar, pero…
me desperté agitada.
![]() |
Otras
veces, me refugiaba en la ducha, tratando de apaciguar mi sed, pero hoy—y
aunque suene mal—me entregué a mis pensamientos. Me masturbé pensando en ti.
Sí, fueron tus manos —esas que me tienen enamorada— las que imaginé mientras me
acariciaba. Me encanta sentir cómo mis pezones se endurecen y cómo mi sexo se
humedece. Y todo esto, por tu culpa.
No
sé si los orgasmos que tuve fueron reales o si forman parte del argumentario de
un relato más, de esos que esa “tipa” escribe sin importarle nada: ni lo que yo
siento, ni lo que sienten los demás. Aunque estoy casi segura de que ha sido
ella la primera en mojar su ropa íntima mientras tejía estas palabras, usándome
como parapeto para no admitir lo que realmente desea.
No
sé si soy yo quien te desea y ella quien te quiere, o si es ella quien te desea
y yo quien te quiero. Lo único cierto es que este sentir es tan bello, tan
especial y a la vez tan complejo, que quisiera vivir eternamente en este sueño
y no afrontar la realidad.
Hoy,
quizás, sea un gran día. Tengo que ir al hospital. Tengo miedo. Odio esos
tratamientos. Voy a estar tan cerca y tan lejos de ti que, si cierro los ojos,
podré acariciarte en la distancia. Sí, eso haré, para no sentir dolor.
Aunque,
como dije la última vez, estoy convencida de que no existimos, que solo somos
materia prima para sus escritos y alimento para su ego.
Me
despido por hoy, hasta que vuelva a soñarte. Porque pensarte… te pienso
constantemente.
Siempre tuya,
La mujer sin rostro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario