Parece que solo en los últimos tiempos se le ha dado más importancia al Día de la Mujer. Pero fue el 8 de marzo de 1908 cuando un grupo de trabajadoras textiles de la fábrica Cotton, en Nueva York, llevó a cabo una serie de manifestaciones en reclamo de mejoras laborales. Se declararon en huelga para conseguir una reducción de la jornada de trabajo. Desde ese instante, la lucha comenzó…
Pero, tristemente, con el tiempo esta celebración se ha sacado de contexto.
Es justo defender nuestros derechos, la brecha salarial —que siempre ha
existido y existirá—, y la dificultad que muchas enfrentamos para conciliar la
vida laboral con la personal, como si nacer mujer fuese un pecado para la
humanidad. Huelga decir que, cuando decides ser madre, las oportunidades de
trabajo empiezan a escasear. Porque no puedes simplemente dejar a tu hijo
enfermo en casa y hacer como si nada. ¿Qué clase de madre lo haría? Ninguna.
Cuando decides ser madre, sabes que seguir creciendo profesionalmente será
complicado y que las trabas no faltarán.
Festejar
este día en el sentido de luchar por nuestros derechos me parece más que
válido.
Lo
triste es que, desde hace un tiempo, algunas mujeres han convertido esta fecha
en una oportunidad para menospreciar a los hombres, metiéndolos a todos en el
mismo saco, como si todos fueran maltratadores o abusadores. Y no, ni todos los
hombres son iguales ni se debe celebrar el Día de la Mujer empoderándose de tal
manera que se denigre al otro. Ni el hombre es más que la mujer, ni la mujer es
más que el hombre. Nacimos para ser un equipo. Nos complementamos y nos
necesitamos.
¿Qué
mérito tiene nacer mujer o nacer hombre? Ninguno. Somos, por encima de todo,
seres humanos con la capacidad de amar, de querer y de respetarnos, sin
importar nuestro sexo.
Y
ahora, alguna de esas “feminazis” pensará: “Pero nosotras podemos dar
vida.” Cierto, y no te falta razón. Pero… ¿lo puedes hacer sola? ¿No
necesitas el esperma de un hombre para lograrlo? O tal vez, como soy rubia, no
me haya dado cuenta de que ahora somos hermafroditas sincrónicas y tenemos la
habilidad de fecundarnos a nosotras mismas y, a la par, dar a luz.
Lo
que quiero con este reclamo es que celebremos este día por nuestros derechos,
sin pisar ni menospreciar a los hombres.
Feliz
8 de marzo a todas, trabajen fuera de casa o no, porque cada una escoge qué
vida llevar. Trabajar fuera o dentro del hogar es una decisión personal y, por
lo tanto, debe ser respetada. No por ello debe ser menospreciada.
Porque
tengo para todos, ¿eh? Ahora… algún machista dirá: “Pero ser ama de casa no
es trabajar.” ¡Claro! Qué bonito. Pero lo lamentable es que, sin darte
cuenta, estás despreciando el trabajo que seguramente hizo tu madre:
despertándose temprano para ponerte el desayuno antes de que fueras al colegio,
al instituto o a la universidad. Porque en la lavadora no hay un chinito que se
encarga de hacer el trabajo; lo hacía tu madre mientras tú te ibas a jugar al
fútbol con tus amigos o de juerga cuando creciste. Porque tu ropa no tenía ni
una arruga, porque tu madre, aún con dolor de riñones, te la planchaba. Porque
siempre tenías comida en el plato, recién hecha. Porque cuando enfermabas, ella
estaba a tu lado. Porque cuando estabas triste, te consolaba. Porque, quizás,
más de una vez tuvo que hacer cábalas para llegar a fin de mes y que a ti no te
faltara nada. Pero claro… eso no es trabajar.
Valdrá
la pena celebrar este día cuando ya no haya nada por lo que luchar.
Con cariño, Ena.
08/03/2025 - 17:20
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