martes, 3 de diciembre de 2024

Bañarme en tus olas...


Todo comienzo en una… ¿Profesión?, —si me permitís llamarlo así— como lo es escribir. Comienza enfrentándote a muchos concursos literarios, que en algunos ni te dan señales de vida, otros, te dicen que no estas a la altura… Pero no por ello dejas de hacer lo que amas. Y sigues, y sigues…

Quizás el haber estudiado ballet clásico, hace, que tenga esa capacidad de levantarme y resurgir de las cenizas como el Ave Fénix. 

Porque bailar es lo más parecido a vivir, por mucho que ensayes una coreografía, siempre hay cosas que no dependen de ti.

Pero el hacer danza, no solo es que te ayude físicamente, que es lo de menos, porque a la larga mis rodillas lo saben; pero si te sirve para ser disciplinada, metódica, luchadora, etc. Porque para bailar como para hacer cualquier disciplina artística debes tener corazón, coraje y sangre. 

Y de repente llega un día, en que después de llorar y llorar, y encajar muchos “noes”, te llega un “sí” y encima con diploma y esto hace que te des cuenta de que no es una locura escribir, locura, sería no hacer lo que más amo.

Por fin tengo un motivo más por el que seguir luchando, en "mi locura de escribir", este poema que en su día quedó finalista en el concurso "Versos al aire" de Diversidad literaria.

–¡No sabéis lo feliz que me sentí ese día!—.

Espero que el poema os guste, aunque ya sabéis que yo soy más de prosa.



Bañarme en tus olas...

 
 

Ha llegado el momento de escribir

lo que a tu lado me da miedo vivir.

Quiero bañarme en el mar de tu experiencia

desfallecer y, no obstante, encontrar la conciencia.

Quiero que me moldees como un escultor

y en mi vientre, de nuevo barro, conservar tu calor.

Sentir tus manos sobre mis senos

perfilar nuestros cuerpos con besos,

abrirme al placer del exceso

y temblar entre tus brazos abiertos. 

Sentir que somos un sólo ser

y entregarnos hasta el amanecer.

Bañarme en tus olas

y experimentar a tu lado

lo que jamás hubiese imaginado.

 

 

Eva María Maisanava Trobo

(17/Abril/2012)

 


Dulcinea, algo más que una mujer bella.


Heme aquí sentada en una silla, en una habitación, tan gélida y gris, como los recuerdos que ahora se adueñan de mi mente, al recordar a mi querido Don Quijote cuando se le nublaban las entendederas por tener a Dulcinea día y noche en su mente.

Triste tradición aquella, en la que todo caballero noble ha de tener un escudero y una dama en su corazón a quien dedicar sus victorias.

—¡Bla, bla, bla!—, no son más que tradiciones, ancestrales, absurdas e irreales.

Mi nombre no es Dulcinea —aunque mis padres me quisieron llamar así—, y no soy del Toboso. Soy una escritora novel, rebelde, rubia y con un par de bemoles, que está lejos, muy lejos de ser aquella mujer que habitaba en el corazón de Don Quijote.

Quizás mi mente esté tan perturbada como la de aquel escritor brillante que, teniendo en su mente a mi protagonista, un buen día le dio vida en un viejo y arrugado papel.

Dicen que se llamaba Don Miguel de Cervantes, un tipo quizás interesante, pero que jamás contó con que llegaría el día en el que una joven damisela cuando menos, diferente, haría de su Dulcinea, ingenua y bella; una mujer moderna, erótica e inteligente.

Algo le faltó a su relato, Sr. Cervantes, para que hubiera sido realmente más interesante. —¿Un poco más de picante?— ¡No hombre, no me refiero a esas "especias" que dan sabor a las comidas!; sino a unas vivencias, diferentes y más creativas.

Recuerdo aquella conversación, en la que jubiloso y azorado, su Don Quijote decía a Dulcinea que luchó con gigantes que lo acechaban y le daban pavor.

—¡Pobre Don Quijote!— Aquel día, recuerdo que Dulcinea estaba en sus aposentos, divirtiéndose de lo lindo con un apuesto caballero. No era noble, sino plebeyo, eso sí... —¡Vive Dios!—, lo que disfrutó con su espada envainada, agitada y excitada, mientras galopaba, cual plebeya desbocada.

Algo así, Don Miguel, le hubiera faltado a su obra, que todavía hoy en el siglo XXI siguen leyendo con ferviente admiración.

Pero sin ánimo de ofender, estoy completamente convencida de que, si me hubiera conocido, la nueva versión de Don Quijote hubiera hecho sombra a las memorias de Grey.

—¡Ay, Sr. Cervantes!— Me humedezco al recordar aquel día, cuando Quijote dormía, y su escudero, bajito, rechoncho y feo, entró en los aposentos de Dulcinea y mirándola con deseo, la despojó de sus vestimentas, bebió de su pilón, con lujuria y pasión.

Y sabe Dios qué es entonces cuando en mi mente sin saber cómo ni porqué, comencé a escribir:

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, un Quijote, ignorante, delgaducho y poco ducho en las artes del placer, dormía plácidamente mientras que su Dulcinea, excitada, se encontraba mirando hacia Cuenca, perdiendo el oremus, al conocer el buen hacer de la lanza de su escudero—.

Tal vez es otra forma de ver su obra maestra, pero no me diga que no es, diferente e interesante. Seguro que más de un admirador suyo, por aquella época, me hubiera acusado de hereje denunciándome al Tribunal de la Santa Inquisición.

Pero créame cuando le digo que no es su obra, ni su nombre, lo que quisiera mancillar, sino que es su mente la que, en verdad, quisiera ultrajar...

Permítame decirle el porqué de tan complicada empresa, pero hubiera deseado seducirle lentamente, ser su concubina, buena y obediente, mientras que, embriagado por el placer, me contase el secreto de cómo lograr escribir como lo hacía usted.

Aunque me temo que por mucho que hubiéramos escuchado las aspas del molino girar mientras metida la noche, no hubiésemos dejado de aullar, siendo prisioneros de locuras imposibles de contar.

Tanta pasión soñada, que ni hoy, mi mente perturbada, se atreve a plasmar. Quizás en otra vida, pueda lograr acariciar su pensamiento y escribir con detenimiento, aquella noche en la que dos escritores, conjugando diferentes tiempos verbales, harían de aquella noche el mejor ensayo jamás escrito.

Hasta entonces, Sr. Cervantes. Seguiré intentando hacer que su Dulcinea sea algo más que una mujer bella.

Lucharé pese a ser vilipendiada por esas mentes "retrógradas" para que Dulcinea sea el puro reflejo de esa mujer que, aunque hubiese querido poseer, ni en su imaginación ya lo podrá hacer...

—¡Sí!— Sr. Cervantes, es ahora mi turno de escribir con tinta y papel, las nuevas vivencias de una Dulcinea que le aseguro que dará más que hablar; que esa Dulcinea, cálida e ingenua, que a su Don Quijote hizo enloquecer.

Sé que podría haber escogido otro nombre, que no fuera tan importante en la historia de la literatura como el de su adorable Dulcinea, pero me he propuesto que sea algo más que una mujer bella a la que recordar.

Soy consciente de que el reto es complicado, pero sé cómo lo tengo que hacer; solamente he de abrir mi mente y expresarme como sólo yo lo sé hacer.

No tema que su Dulcinea, está en buenas manos. Seguramente conozca más mundo que con usted. Pero le aseguro, que nunca perderá, lo que toda gran mujer ha de conservar, su dignidad.

 

Eva Mª Maisanava Trobo
25 de Marzon del 2013

Maldito escritor.


Buenas días, tardes o noches a tod@s;

He rescatado este relato que escribí justo en Abril del 2013 y creo, que vale la pena, hacerlo, para que podáis disfrutar del mismo.

Porque en ocasiones hay personas o “personajes”, que quieren hacer de tu vida, lo que ellos desearían; y eso es complicado cuando se trata de querer cambiar la vida de una mujer que sabe escribir, porque siempre encuentra las palabras justas, para escribir, a tiempo… el guion de su vida, sin necesitar de nadie que lo haga por ella.

Espero que os guste…




Escogido como finalista en el concurso:

I CERTAMEN NACIONAL DE MICRORRELATOS DE A CORUÑA

"Maldito escritor"


Llevo varios años intentando juntar letras para darles un significado que cuando menos te haga pensar, sentir y por qué no soñar.

Pero hoy es cuando estoy pensando en quién está escribiendo mi vida, en ése maldito escritor que está haciendo de su protagonista, un mar de dudas, de idas y venidas, de sonrisas y lágrimas, de un te quiero y un te odio; de sentimientos de lo más variopintos.

Y creo que tengo el derecho como protagonista de la historia a revelarme con ese tipo que desea escribir mi historia, como él desearía que fuese.

Siento decirte, que te arrebaté tu péñola, ésa que usas para hacer de mí una marioneta. Y ahora soy yo la que va a coger una hoja y con la sangre de mis venas, decirte adiós...

Nunca me gustó decir esa palabra, y menos aún escribirla, pero dado que por más que lo digo de una manera suave, no me entiendes, o no quieres entenderme.

Tal vez tenga que ser más dura con mis letras y escribir aquello, que nunca pensé que llegaría a escribir.

 

“El día que puedas verme como a una amiga

y sólo ese día, volveré a tu vida,

en lo que exista un atisbo de pasión en tu mirada,

no lo dudes, me mantendré alejada”.

 

Tú escribiste una historia a tu manera, sin tener en cuenta que los protagonistas en ocasiones cobran vida y se rebelan a su autor.

Yo ni soy tu obra, ni quiero ser la protagonista de tu novela. En todo caso, tal vez, seas tú quien me sirva de inspiración; para escribir esa novela llena de amistad, respeto y pasión; ingredientes que te faltaron en tu intento de "querer" ser un escritor.

 

 

Eva Mª Maisanava Trobo

30 de Abril del 2013