sábado, 30 de noviembre de 2024

De nuevo, gracias, muchas gracias.


La verdad es no encuentro las palabras para expresaros lo feliz que me encuentro y es que el mes pasado el blog tuvo solamente 620 visitas y este mes 1609. Estamos hablando de un aumento de 989 visitas.


—¡No sé qué decir!—


A la par que me llena de felicidad, me da mucho miedo porque sabéis de sobra, que escribir, no es fácil, que come mucho tiempo de tu vida privada y que casi todo lo que he subido a excepción de algún comunicado, todo, estaba escrito en el año 2019.


No prometo nada, pero… aunque sea un relato, poema, pensamiento, etc. Intentaré subir cada semana, solamente por no perderos. En serio, me hacéis muy feliz.


Os voy a dejar las estadísticas de este mes donde podéis ver la visitas, las entradas más leídas de este mes, como entráis al blog, todos los países que leéis el blog, y los seguidores online que estuvieron el 22 de noviembre.


Me repito, gracias, muchas gracias.


Aunque más me gustaría leer algún comentario vuestro, eso, todavía me haría más feliz si cabe.



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viernes, 29 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo IV. No tienes corazón y por eso, me voy...



Estaba en mi habitación completamente absorta leyendo el diario de Dulcinea, me fascinaba su manera tan clara de escribir, pero lo que más me asombraba era la vida que había llevado.

Por lo que había leído hasta ahora a pesar de haber crecido en un ambiente aristocrático, ella era ante todo una escritora que de no haber sido porque el marquesado era un título vitalicio, nunca me la hubiese imaginado en esas fiestas de alto copete a las que ella tanto alude en su diario.

Cuando comencé a leer el diario, su nacimiento me impactó y más con la frialdad en la que su padre el marqués de Sagasta se había comportado. Nunca me había imaginado que en un ambiente que desde fuera se ve tan glamuroso y rebosante de dicha, estuviese lleno de tristeza, de desengaño y sobre todo… de soledad. Tanta gente alrededor de ellos, pero pocos sinceros y leales.

Me entristecía su vida a la par que me fascinaba. Dulcinea era contra todo pronóstico una niña que a pesar de haberlo tenido materialmente todo, había sido desdichada en su infancia… Sólo algunas tardes de ocio en la boca del asno —cerca de La Granja de San Ildefonso, donde tanto tiempo pasó en su niñez—, tomando esos emparedados que tan amorosamente le preparaban y siempre con la compañía de su adorada Aurora, su institutriz. A excepción de esos instantes y cuando se refugiaba en su diario, no podía decirse que su niñez había sido completamente dichosa. 

El papel de su madre me sorprendía, aunque también era de admirar, pero estaba más pendiente de ser una buena marquesa consorte, que de ser madre —algo que de momento por lo que llevo leído en el diario—, tanto echaba en falta Dulcinea.

En resumidas cuentas, su infancia, su adolescencia —complicada cuando menos—, y de la que sale teniendo que enfrentarse a una maternidad muy temprana —cuando apenas días atrás estaba jugando con sus propias muñecas— y por si todo lo anteriormente mencionado fuese poco, a tan solo unos días de alcanzar la mayoría de edad se ve obligada a asumir las riendas del marquesado para lo que la habían preparado desde muy niña.

Todo lo que había leído hasta ahora sobre ella me fascinaba, su valor, su coraje, su lucha por ser ella misma en una época y en una sociedad en la que ser uno mismo era prácticamente imposible.


Llevaba mucho tiempo casada, sin ser feliz, con un trabajo en el que no me sentía realizada, me había convertido en una mujer sin ilusión y el haber leído apenas unas hojas del diario que seguramente a Dulcinea le habían llevado tiempo escribirlas, había sido más que suficiente para darme cuenta de que era lo que necesitaba para tomar una decisión y cambiar radicalmente mi vida.


Tan solo en unas cuantas páginas Dulcinea había escrito como fue su nacimiento, como vivió su adolescencia y como se enfrentó a la maternidad.

Quizás tenía la sensación de que todo pasaba muy rápido, pero también es cierto que yo que escribo en un diario, haces un resumen de lo más importante. —¡Qué no hubiera dado yo por conocerla!—. 

Con menos de dieciocho años había vivido más que yo. Me parecía que transcurría el tiempo muy rápido leyendo su vida y la imaginaba a escondidas escribiendo, como ahora me encontraba yo leyendo su diario, encerrada en mi habitación, donde era libre, donde podía ser yo.

Aunque era injusto decir que envidiaba su vida, porque era más que obvio que había sufrido más que yo, en cierta manera envidiada la valentía que tenía para tomar las decisiones.


Seguía absorta en la lectura de su diario y no me había percatado de que mi marido estaba llamando a la puerta.


—Ena, ¿vamos a salir a cenar o vas a seguir embobada leyendo ese estúpido diario?—. Dijo, en un tono chulesco, altivo y grotesco.

—Desde luego Antonio… que tus modales brillan por su ausencia. Lo que hace vestir de Armani y actuar de cara a la sociedad como actúas. No sé cómo puedes ser tan falso y caer tan bien, siendo tan nimio y cretino como eres. ¿Cómo puedes decir algo así? ¿Acaso lo has leído? Tal vez si leyeras algo más interesante que los periódicos deportivos podrías tener algún día alguna conversación interesante conmigo. Pero… ¡Claro! Tú cerebro tiene solo dos neuronas: una que piensa en tu adorado Jaguar y la otra en ti mismo, y encima en ocasiones entran en conflicto. —¡Qué lástima!— De verdad que no sé cómo puedo haber estado ciega durante todos estos años de matrimonio y no haberme dado cuenta  de que tu existencia es tan estéril como lo es tu cerebro—.

—¿Me estás queriendo dejar? ¿No te das cuenta de que sin mí no vas a llegar a ninguna parte?—.

—No sé si llegaré a ninguna parte o a todas, no tengo tan claro lo que quiero, cómo si lo que no quiero, y lo que no quiero es seguir sintiéndome muerta en vida. —¿Alguna vez me has amado?— Déjame que lo ponga en duda, Antonio. Te casaste conmigo porque viste en mí a esa niña maleable e inocente que bebía los vientos por ti y que creía a pies juntillas todo lo que tú decías.

Pero nada, absolutamente nada… queda de esa niña que tú conociste.

Llevo muchos años callando, años sintiéndome como un cero a la izquierda y ya no puedo más. Prefiero tener que comer huevos fritos a diario, asistir en casas… que tener todo lo que tengo a tu lado y que no haces más que tirarme en cara.

¿Sabes?, aunque tal vez sea tarde, gracias a este estúpido diario como tú dices, me he dado cuenta de que no tienes corazón y por eso, me voy…






Comunicado "No me leas, siénteme".


Buenos días, tardes o noches a todos; porque como ya sabéis no se muy bien a qué hora os conectáis.

A todos los que habéis leído parte de mi nueva novela “No me leas, siénteme”, tengo que deciros que el capítulo que vais a leer a continuación y cuyo título es: —No tienes corazón y por eso, me voy…—, va al final del todo.

Espero que, ahora, que tenéis todos los capítulos hasta ahora escritos, disfrutéis, leyéndolos de nuevo en el orden que llevan. Así comprenderéis mejor la historia.

Como ya escribí en un post hace no mucho. Escribir esta nueva novela, me está costando mucho, sé que podré hacerlo, pero necesito tiempo.


Los escritores no estamos todo el día delante del ordenador, tenemos vida privada y aunque en ocasiones, la necesidad de escribir es mayor que ir al cine, también el distraernos, tomar un café con amigos, cenar, pasear e incluso ir a una consulta médica, es en el mayor de las casos una necesidad y una fuente de inspiración.


Vivimos en un país en el que por desgracia la gente tiene la manía de hablar muy alto y los que somos observadores y tenemos la antena siempre puesta, nos sirve para más de lo que os imagináis.


Espero que el capítulo que vais a leer os guste.


Nunca dejéis de tener en cuenta que —Los cambios, siempre son complicados. Pero muy bonitos cuando se consiguen—.


No olvidéis que el especial de La Revista de Todos será, el próximo día 22 de Diciembre. Mis compañeros y yo, estaremos, encantados de que nos leáis.



Un saludo, Eva.




martes, 26 de noviembre de 2024

Operación... "Bolita de Navidad"


Hoy podría ser un día cualquiera, pero no lo es. Porque principalmente te levantas con la firme idea de saber que en ti está todo lo que necesitas para ser feliz.

Te miras al espejo y te das cuenta de que aún… tienes tu público y eso hace que te sientas más bonita que nunca.

Te pones un conjunto de lencería diferente, sales a la calle, desayunas, te hacen la manicura, pasas por la floristería y te dices a ti misma

—¡Sí, me las merezco!—, porque no necesitas de nadie que te las regale, porque mejor que tú nadie te conoce, porque solamente tú sabes que sientes y deseas hoy…


Sigo caminando por la calle, hace frío, noto que mis pezones se endurecen, las bolitas chinas están haciendo muy bien su trabajo y hacen que esté más excitada de lo que normalmente suelo estar cuando, días como hoy, estoy ovulando.

Voy al ambulatorio, porque necesito que incorporen en la receta electrónica, un medicamento que me han recetado hace no mucho. 

Al salir ya es tarde y me doy cuenta de que empiezo a tener hambre y hasta aquí todo parece básicamente algo normal.


El problema es cuando entro en la cafetería y observo que está adornado con motivos de Navidad. Y para vosotros será algo normal, pero para mí no… y en unas cuantas líneas entenderéis el por qué.


Me siento, viene la camarera, pido la comida, me la traen y el pulso cada vez se me acelera más. 

Y estaréis pensando… 

—¿Por una simple hamburguesa de pollo con aritos de cebolla?— 

¡No!, nada que ver con eso. 




Si, lo confieso, soy cleptómana de bolitas de Navidad desde que una compañera mía del instituto y yo con la tontería de decirnos la una a la otra. 
—¿A qué no te atreves?—

Y no sólo me atreví ese día, sino que ya lo tengo como una tradición el robar/sustraer o como diría mi amigo —cambiar de lugar—, una bolita de Navidad.


Me traen la comida, disfruto de ella; pero las putas bolitas y el Papá Noel con esa carita de bonachón me están llamando, me están incitando a hacerlo.

Se me acelera el corazón, sé que no es el momento, hay gente, me verían.

Pero a cada instante… comprendo más a los esquizofrénicos, cuando esas voces de su interior les incitan a hacer ciertos actos.

Yo no tengo esa enfermedad, pero ahora, más que nunca, empatizo con ellos, porque esas “malditas voces”, me están gritando: —Hazlo, hazlo, roba la bolita. Llevas años haciéndolo y sabes que te da suerte—. 

Pero hay cámaras, y podría ser grabada lo que hace todavía que las ganas de hacerlo sean más fuertes.

Me relajo, empiezo a otear mi propio Instagram y me doy cuenta de que en el año 2021, aparece la foto de una bolita que robé un día en el que un amigo me invitó a cenar y éste conocedor de mis “tradiciones” se convierte en unos instantes en mi cómplice. 


—Si queréis ser mis amig@s tenéis que saber que tendréis que pasar tarde o temprano por esta prueba para ganaros mi confianza—


Sigo mirando las fotos y en el 2022 en la sala que había frente al control de enfermería en el hospital de Quirón de la planta donde me ingresaron, había un precioso arbolito de Navidad con esas malditas bolitas que cada año hacen que del 1 al 23 de diciembre me vea obligaba a cumplir con mí tradición. 

Hay cámaras, pero no me importa, necesito hacerlo y lo hago.





Sigo observando las fotos y en el 2023 aparece la foto de una bolita que robé un día en el que aprovechando que tenía que llevar unos documentos de mi padre al Hospital Puerta de Hierro, de nuevo, y como es normal en estas fechas otro arbolito de Navidad aparece delante de mis narices.

Intento respirar, el corazón me late rapidísimo, siento que me estoy ahogando. Aunque casi me alegro de tener esa opresión en el pecho, porque en ese instante pasa un doctor que sería el candidato perfecto para que me realizase una Rcp.

—¡Maldito juramento hipocrático de mierda y maldita ética profesional!—

Y es que no lo puedo evitar, las batas blancas me aceleran. Ahora alguno entenderá el por qué siempre estoy acelerada cada vez que voy a su consulta, y no es por él, sino por la "jodia" batita blanca que... eso... 

A todo esto, el doctor pasa de largo, por suerte para él, porque accidentalmente me hubiese caído al suelo, solo para sentir el roce de sus manos en mi piel.

Y es en ese instante cuando lamento no haberlo hecho, porque en esta ocasión debido a ese querido y odiado juramento, tendría la obligación de socorrerme. 

Pasa una enfermera, luego otra, la señora de la limpieza y el jodido arbolito de Navidad sigue discriminadamente llamando mi atención. 

Respiro, no hay nadie, hago una foto, siempre tengo que tener la prueba para subirlo a posterior en las redes, y por fin consigo robar la dichosa bolita de Navidad. 


Este año he decido que sea en una clínica donde logre, un año más, hacer mi "tradición" realidad.


Y sólo tengo tres oportunidades el 2, el 20 y el 23 de diciembre para poderlo conseguir, que aunque realmente no tengo que ir al médico, he pedido cita, para así tener esa oportunidad, de llevar a cabo la "Operación... Bolita de Navidad".


Al salir de la cafetería donde he comido, mis pasos, me dirigen una vez más a la biblioteca.

Tengo la imperiosa necesidad de leer algo distinto, fuera de lo que normalmente suelo leer.


¡Me encanta el olor que hay en las bibliotecas!

Y de repente, cuando paso por la sección de “Autores locales” me doy cuenta de que mis dos retoños siguen en las estanterías para que la gente disfruten de esas dos historias que marcan un antes y un después en tu vida.


Como espero que haya marcado este relato tu vida.


Espero que os hayáis divertido leyéndolo como yo… ¿escribiéndolo o siendo protagonista del mismo?


Sea como fuere, ser felices y no olvidéis que el próximo viernes será el último capítulo de la vida de Giselle que podréis leer y escuchar a la vez.


Feliz día…



Eva Mª Maisanava Trobo 26/11/2024 20:06

lunes, 25 de noviembre de 2024

Genial Imagen por Don Manuel MEJÍA SÁNCHEZ-CAMBRONERO


Este mundo, siempre he dicho que es de oropel, pero, sin embargo, en ocasiones, te encuentras con situaciones que te hacen ruborizar, pero que sin duda alguna te llenan de felicidad.

Don Manuel Mejía Sánchez-Cambronero, un gran poeta de Ciudad Real, al ver este montaje que había hecho con mi foto, me escribió este poema.

Y aunque aquí solamente público cosas mías. Pero... cuando, un admirador, de repente te manda esto, pues estoy que no estoy... 

¡Vaya! Que me alegra saber, que, a mi edad, todavía tengo mi público.

Tenía que compartirlo con vosotros, porque todavía.. aunque "pocos" quedan “caballeros”.

¡Gracias, Don Manuel! Ya se las di en su día, pero como sé que me sigue lo hago también ahora.

Espero que a vosotros os guste, porque yo sin lugar a duda, me he enamorado de su buena péñola.

Y es que, ¡sí!, a los que escribimos no se nos conquista con un cuerpo espectacular; sino que lo consigue un hombre con la cabeza bien amueblada, con buena retórica y sobre todo… con una excelente educación y un mejor saber estar. Y si encima disfruta leyendo lo que nosotros escribimos, ya tiene un gran porcentaje ganado a su favor.


 Disfrutar del poema, ¡gracias a todos!

 

 Genial Imagen

 


Esta imagen tan preciosa

donde está la torre Eiffell,

y de ese fondo tu rostro

con claror se deja ver

salpicado de burbujas

y con esa candidez

que nace de esa mirada

penetrante de tu ser,

que lo va diciendo todo

con su brillante mudez,

que no precisa palabras

para dárnoslo a entender.

La estampa habla por sí sola

y cuanto en ella se ve

forma parte del embrujo

que envuelve el hoy y el ayer;

y que a la vista la arrastra

sin poderla detener nadie,

 porque su atracción

tiene un fuerte no sé qué…

 

**************

********

Manuel MEJÍA SÁNCHEZ-CAMBRONERO


A Eva María Maisanava Trobo, con afecto…




viernes, 22 de noviembre de 2024

Comunicado. No me leas, siénteme.

 

Buenas días, tardes o noches, porque como ya sabéis no sé a qué hora sacáis tiempo de vuestras vidas, para otear el blog.

Aprovecho a pedir a todos los lectores de la novela "No me leas, siénteme", a que leáis de nuevo capítulo a capítulo, ya que con estos tres nuevos que he subido, os habrá dejado un poco descolocados.  



Ya solamente queda un capítulo, de lo que tengo escrito y que subiré, el próximo viernes; que coincidirá con el último de la apasionante vida de Giselle y que a estas altura espero que tengáis claro el mensaje que capítulo a capítulo, desde su punto de vista os ha querido dar a entender. El más importante el de no “Juzgar”.

A partir del próximo viernes ya no habrá más capítulos, porque todo lo que habéis leído ahora lo escribí a ratos mientras me sobraba un pequeño tiempo en la hora de la comida, cuando estaba trabajando en 2019. Aunque más que comer, mal comía, porque la necesidad de escribir me alimentaba más que cualquier alimento.

¿Cuándo terminaré? Ni idea.

Llevo una época en la que no me encuentro bien “como mujer” y no me gusta escribir desde el despecho o la rabia. Dejaré pasar un tiempo hasta que mis “heridas sanen” y entonces me centraré. Mientras… iré a visitar tanto el Museo del Romanticismo como el Museo de Cerralbo, que tanto me gustan. Además llevo años sin visitar el Museo del Prado y creo que ya es hora de que me pierda entre tanta belleza pictórica y... ¡Sí!, lo confieso, me compraré algún detallito. Ya que no me hacen regalos, pues me los auto regalo. Se tenía que decir y se dijo.

Hasta que llegue ese día, tenéis, desde el 2012 que abrí el blog, mucho por leer.

Nunca he querido corregir nada de lo escrito, aunque obviamente está para corregir, pero no lo hago por un motivo personal, aunque quizás no compartáis. En su día pensaba, sentía y vibraba, de esa manera. Si los modifico, ya no tendrían la autenticidad que ahora tienen.

No sé si me explico, pero usando una comparativa un tanto fuera de lugar, es como cuando terminas una relación, no vas a tirar los regalos o borrar las fotos de esa persona —que durante “X” tiempo— te hizo feliz. Al igual que tampoco borro ningún “relato/poema” de los que uso para expresar lo que siento, porque de no ser así, en persona… no podría. Han sido sentimientos que he tenido y por lo tanto aquí se quedan ya que no me avergüenzo de ellos.

 

Con cariño, Eva.


No me leas, siénteme. Capítulo III. El diario.


Al regresar a la fiesta me sentía una mujer completamente renovada. El haber sentido por un instante como la voz de Farinelli se hacía presente en la habitación de Felipe V me hizo salir por completo del estado de melancolía en el que me hallaba por mi monótona vida.

Me senté al lado de mi marido sin apenas hacer ruido, me llamó poderosamente la atención el artículo que en ese instante estaban subastando. Era un diario completamente deteriorado por el paso del tiempo, y aunque no suelo incitar a mi marido a que puje por ningún artículo en especial, en esta ocasión sí que lo hice por éste que particularmente llamaba mi atención.

En el catálogo que teníamos —y que nos dieron a todos a la entrada del evento— venían todas y cada una de las características de cada artículo que durante toda la velada iban a subastarse. Busqué las características que tenía el diario. El diario estaba forrado de una tela de color azul y en relieve había una flor de lys en color ocre, cuyo tacto debía de ser suave. Los ribetes del diario eran de color dorado. 

Tuve una gran corazonada y estaba completamente segura de que ese diario tendría que haber pertenecido a una chica de la alta sociedad, a la que me unía un gran nexo: la pasión por la literatura.

Solamente alguien que escribe en un diario, en mayor o menor medida es aficionada a la escritura.

Quizás esa era la oportunidad que llevaba tanto tiempo esperando y que seguramente por aquél motivo, ese día tenía que estar allí.

Seguramente entre sus hojas se encontrase una gran historia sin terminar...

El destino me tenía reservada esa oportunidad literaria que tanto ansiaba, el poder demostrar que es posible en una novela histórica aunar, pasión, amor y humanidad, mezclando el pasado y el presente, sin dejar de captar la atención del lector.

Mi marido por fin se hizo tras una disputadísima subasta con el diario, por la friolera cantidad de un millón de pesetas; quizás para un diario pudiera parecer demasiado, pero con este gesto colaborábamos con la cruz roja y de cara a la sociedad esto le hacía quedar como el mejor y detallista de todos los esposos. Fuese de postín o no el gesto, me interesaba por completo.

Hasta dentro de un mes no lo tendría en mi poder, los trámites de adquisición hacían que la entrega del artículo se demorase más de lo que yo quería.

Me sentía feliz, pletórica si cabe. Estaba deseando que pasara el tiempo rápidamente para poder leer el diario letra a letra, palabra a palabra, con toda la atención que éste se merecía.

Ya era bastante tarde, la velada estaba llegando a su fin. Estaba cansada, la mañana en mi trabajo había sido —como todos los finales de mes— agotador de tanto volumen de trabajo como teníamos.


De regreso a casa y deshaciendo el camino anteriormente recorrido y al pasar de nuevo por las "siete revueltas" vi una residencia de ancianos que me llamó la atención sobremanera, más que nada por su nombre: "El retiro".





Eso era lo que yo necesitaba, retirarme. Dejar a un lado mi trabajo que solo me aportaba dinero y en el que no podía desarrollarme laboralmente —demasiadas trabas y envidias—. En todas las empresas me terminaba sucediendo lo mismo, cuanto más demuestras lo que vales y hasta donde eres capaz de llegar, peor es.

La relación con Antonio, mi marido, cada día me importaba menos. Si tuviera un hijo tal vez por él aguantaría, pero de esta manera nada me ataba. Por muy cómoda y tranquila que estuviera a nivel económico, no me compensaba en nada más. Puesto que por aquél entonces estaba empezando a entrar en una depresión.

En ocasiones pensamientos completamente crueles se apoderaban de mí. Deseaba la muerte de mi esposo. Su seguro de vida resolvería la mía, sin tener que aguantar esas relaciones íntimas que pese a ser contadas me daban asco.

Tenía que tomar una decisión y por mi bien no podía demorar en hacerlo. Tal vez por puro egoísmo me esperaría a tener en mi poder el diario y después, debía de comenzar a escribir un capítulo nuevo en mi vida, diferente, real y apasionante; completamente opuesto a los días que hasta ahora había vivido.



La semana para mi fortuna transcurrió rápidamente, mucho más de lo que yo misma esperaba. Hasta entonces cada día de mi vida era una auténtica réplica al anterior. De trabajo a casa y al revés. Cada vez ansiaba con más vehemencia que llegase el instante en el que mi marido me trajese el paquete con el diario.

Y ese instante llego, justo en ese momento en el que estaba sentada frente al televisor, sin prestar atención y ensimismada en mis pensamientos, sentí como mi marido entraba por la puerta.

Ese día fue de los pocos en el que lo recibí con la mejor de mis sonrisas, como si de una modelo de un anuncio dentífrico se tratase.

Me dio la caja y como si la vida se me fuera en ello me fui a mi habitación sin darle las gracias, dejándole una vez más con la palabra en la boca.


Comencé a leer el diario…






Mírame...

 



Mírame…

Tan sólo mírame,

no me importa que juegues a amar

o que entregues tu cuerpo a otra.

 

Mírame…

Y déjame tan sólo,

rozar tu sombra.

 

 

Eva Mª Maisanava Trobo

22/11/2024 15:00


lunes, 18 de noviembre de 2024

Exijo una hoja de reclamación.



Hace mucho tiempo que escribí este relato, justo el 14 de febrero del 2019, día en que La Revista de Todos hizo el especial de San Valentín. Hoy revisando el contenido para el siguiente especial de Navidad, es cuando me he dado cuenta, de que ha sido una de las entradas más visitadas; supongo que es porque una vez más salgo de mi zona de confort, para meterle un poco de humor al relato, con cierto acento andaluz. Espero que disfrutéis leyéndolo y es que sí, Cupido, debería graduarse la vista… jajajaja.



La verdad es que nunca pensé que iba a tener que dirigirme a un personaje tan conocido por todos vosotros y desde hace siglos y siglos, como lo es Cupido. Pero debido al estado en el que se encuentra una amiga mía no me queda otra que hacerlo y además ya es hora de que alguien deje de verle como a una criaturita adorable, rechoncha, que transpira amor por todos sus poros y con carita de niño travieso, porque creo que no siempre hace bien su trabajo.

 

 

Estimado Cupido;

 

Me llamo Trinidad, aunque me conocen más por La Trini. Soy de Sevilla y tengo más arte que ná. Cuando he de estar de jarana, lo estoy, me enfundo en mi vestido y a bailar sevillanas en la feria como una loca. Ahora... ¡Cucha! que cuando tengo que estar seria, ¡ozú! Hasta los caballos en el Rocío me abren paso porque cuando me desboco soy peor que cualquier animal irracional. Y claro... cuando se trata de que una amiga mía está por tu culpa en el estado en el que se encuentra. No me queda otra que quitarme la peineta, dejar la "güasa" en la feria, porque te aseguro "que mi chocho no está pá aguantar farolillos". 

 

Pero ahora sí me voy a poner seria. Me parece deplorable que hasta hoy —aunque tal vez no sea la primera— nadie te haya puesto la cara colorada. Y es que es imposible que durante tantos años trabajando las 24 horas del día, no haya habido un día en el que no hayas enfermado. Porque de no ser así, te aseguro que no lo entiendo.

           Creo que como en todos los trabajos deberías llevar un control de lo que haces, es decir... Tirar flechas a los "no" enamorados y a los que lo están deberías de saberlo, dejarles tranquilos y no complicarles la vida. —¿Por qué te digo todo esto?— Porque tengo a una amiga locamente enamorada de dos hombres y por culpa de quién majete. — ¡De ti!— Si es que siempre lo he dicho yo, que una no se puede fiar de las personas que tienen carita de yo no fui. Y es que cada vez que veo una escultura tuya que hay en un parque cerca de donde vivo, te juro que se me envenena la sangre. Al menos dime que ese día estabas enfermo, que estabas de resaca o dime algún argumento de peso y bien fundamentado para que pueda creerte. 

Ahora la pobre está que no entiende nada y te aseguro que es una mujer seria, sensata y madura. Y encima se pasa el día teniendo que escuchar que eso no es normal, que siga lo que el corazón le dicta. Pero... cuando el corazón ama a dos personas, por cuál se decanta. Y la culpable no es ella, ¡no!, ni tampoco de los dos hombres que la aman, sino tuya... que o bien tienes que graduarte la vista, poner al día tus ficheros de flechazos o lo que sería más sensato... pensar en la jubilación, cobrar tu pensión y dejar de creerte James Bond tirando flechitas a diestro y siniestro sin medir las consecuencias.

           

Porque... tener a dos hombres que te deseen, que te hagan sentir mujer, que cada día te manden mensajes diciéndote lo maravillosa, dulce y cariñosa que eres, eso gusta.

—¡Pá qué negarlo!—. Pero claro... ahora cuando se acerca San Valentín tener que rascarse el bolsillo para tener que comprar dos regalos. Eso mi "arma", eso... ya no gusta tanto.

 

Aunque soy de Sevilla, soy de la cofradía del puño agarrao. Por eso, exijo una hoja de reclamación o por lo menos tengas la deferencia de comprar tú los regalos en Amazon y hacérselos llegar a los dueños de su corazón.

 

Sin más...

La Trini



viernes, 15 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo II. Farinelli, por siempre Farinelli.


Hoy podría ser un viernes cualquiera, pero, aunque parezca asombroso después de mucho tiempo algo distinto va a suceder en mi vida o por lo menos algo que verdaderamente me apasiona y me interesa.

Han invitado a mi marido a una cena de gala que organiza el Patrimonio Nacional en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso.

Y es que en mi modesta opinión no hay ningún pueblo más acogedor y bello que este segoviano.

Ya desde la carretera de las siete revueltas, voy notando como mi corazón palpita; es una sensación indescriptible. Cuando paso por la boca del asno y veo a los niños jugar, no puedo evitar imaginarme a la Infanta Isabel —La Chata—, deleitándose de una buena tortilla para después disfrutar de un buen paseo por la orilla del rio Eresma respirando ese olor tan especial e inolvidable.

Al cruzar la verja no intuyes la maravillosa belleza que hay más arriba, solo cuando vas caminado por la calle Alameda y ya cerca de la plaza de España vas viendo la fachada del Palacio y de fondo las montañas; en ese instante sientes un palpitar en tu corazón que ya late desbocadamente cuando accedes a los jardines del palacio. —¡Cuántos secretos de amores guardados!—. Si los árboles hablasen podría escribir aquellos romances ocultos entre Alfonso XII y Elena Sanz. —¡Cuánto amor silenciado!—.

Al llegar a la plaza de España ya no se podía circular con el coche, los aparcacoches no daban abasto de tanto trabajo como tenían.

Aunque a regañadientes, mi marido, tuvo que dejar que un mozo se encargase de aparcar su adorado Jaguar al que mimaba y prestaba más atención que a mí misma.

Él iba vestido de chaqué como el protocolo en esta ocasión exigía y que tan bien le sentaba. Aunque como amante dejaba mucho que desear, tenía un físico espectacular que hacía que le sentase esta prenda como a pocos hombres les sentaba. Le venía como anillo al dedo. Yo llevaba un vestido largo azul turquesa de palabra de honor y una capa negra para paliar el frío Segoviano. Me había puesto el conjunto de collar y pendientes de Swarovski que mi madre me regaló al cumplir la mayoría de edad y que con tanto amor guardaba.

Previa entrega de la invitación, el personal —que esta ocasión iban vestidos como exigía el protocolo para la ocasión— nos acompañaron hasta el comedor de gala donde se serviría la cena. Estaba adornado con un gusto exquisito, las flores que habían escogido lo hacían todavía más elegante de lo que recordaba cuando en anteriores ocasiones fui de visita para inspirarme —mientras que paseaba por los jardines— con la firme intención de intentar escribir una novela histórica de amor. Un género que antes nunca había tocado y que me había impuesto como reto.

Entre tanta belleza pictórica que revestían las paredes y el tic tac de los relojes de tan atractiva colección que durante años los diferentes reyes de España adquirieron —y que ahora pertenecía a Patrimonio Nacional—, se encontraba la flor y nata de la alta sociedad de Madrid y Segovia: duques, marqueses, banqueros, arquitectos, médicos, editores, escritores... se unieron un año más, como ya era tradición, para organizar una subasta benéfica para recaudar dinero para la Cruz Roja Española.

Y es en estas ocasiones cuando hay que aprovechar para saber relacionarte. Como decía hace tiempo un viejo conocido mío: —Hay que tener amigos hasta en el infierno—, porque nunca sabes las vueltas que dará la vida y de quién podrás sacar provecho.

—¡Lo sé!—. Sé que mi frialdad es en ocasiones horrible. Pero ya pinto canas y es muy difícil que cambie.

Me sentía algo mareada, padecía migrañas de vez en cuando y tenía pinta de estar empezando a padecer una. Me disculpé ante mi marido y los demás comensales con los que compartíamos mesa y aprovechando la ocasión, anduve por las diferentes habitaciones del palacio, me lo conocía tan bien que ya me sentía como en mi propia casa.

Estaba triste, algo melancólica, en la cena estuve escuchando como el último escritor que había recibido el premio planeta se jactaba en hablar de su obra. Me parecía una actitud tan pedante. Siempre pensé que un escritor es aquél que transmite sentimientos, no aquél que recibe premios porque en el comité de valoración está un familiar suyo. ¡En fin!, no por ello iba a dejar de escribir.

Me encontraba en la habitación donde el Rey Felipe V tantas horas había pasado casi en el mismo estado en el que yo me encontraba ahora. Frente a su cama, había un gran ventanal y desde allí se podía apreciar una vista grandiosa de los jardines. 


Cerrando los ojos y sin tener que hacer un gran esfuerzo, casi se podía escuchar la prodigiosa voz de Farinelli que con el paso del tiempo pareciera hacerse presente al anochecer, rememorando así las peticiones que noche tras noche el rey Felipe V le pedía para intentarle sacar del estado de depresión en el que éste se encontraba.


Como si de un milagro se tratase, una sonrisa se dibujó de nuevo en mis labios. Gracias a esas notas musicales que como partículas de polvo flotaban en el ambiente, volví a sonreír como hace tiempo que no lo hacía.


Esa noche tuve el pálpito que pronto mi vida cambiaría. Dejando atrás a esa Ena en la que me había convertido, por una Ena completamente distinta, feliz y rebosante de vida.



Eva Mª Maisanava Trobo


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