viernes, 22 de noviembre de 2024

Mírame...

 



Mírame…

Tan sólo mírame,

no me importa que juegues a amar

o que entregues tu cuerpo a otra.

 

Mírame…

Y déjame tan sólo,

rozar tu sombra.

 

 

Eva Mª Maisanava Trobo

22/11/2024 15:00


Comunicado. No me leas, siénteme.

 

Buenas días, tardes o noches, porque como ya sabéis no sé a qué hora sacáis tiempo de vuestras vidas, para otear el blog.

Aprovecho a pedir a todos los lectores de la novela "No me leas, siénteme", a que leáis de nuevo capítulo a capítulo, ya que con estos tres nuevos que he subido, os habrá dejado un poco descolocados.  



Ya solamente queda un capítulo, de lo que tengo escrito y que subiré, el próximo viernes; que coincidirá con el último de la apasionante vida de Giselle y que a estas altura espero que tengáis claro el mensaje que capítulo a capítulo, desde su punto de vista os ha querido dar a entender. El más importante el de no “Juzgar”.

A partir del próximo viernes ya no habrá más capítulos, porque todo lo que habéis leído ahora lo escribí a ratos mientras me sobraba un pequeño tiempo en la hora de la comida, cuando estaba trabajando en 2019. Aunque más que comer, mal comía, porque la necesidad de escribir me alimentaba más que cualquier alimento.

¿Cuándo terminaré? Ni idea.

Llevo una época en la que no me encuentro bien “como mujer” y no me gusta escribir desde el despecho o la rabia. Dejaré pasar un tiempo hasta que mis “heridas sanen” y entonces me centraré. Mientras… iré a visitar tanto el Museo del Romanticismo como el Museo de Cerralbo, que tanto me gustan. Además llevo años sin visitar el Museo del Prado y creo que ya es hora de que me pierda entre tanta belleza pictórica y... ¡Sí!, lo confieso, me compraré algún detallito. Ya que no me hacen regalos, pues me los auto regalo. Se tenía que decir y se dijo.

Hasta que llegue ese día, tenéis, desde el 2012 que abrí el blog, mucho por leer.

Nunca he querido corregir nada de lo escrito, aunque obviamente está para corregir, pero no lo hago por un motivo personal, aunque quizás no compartáis. En su día pensaba, sentía y vibraba, de esa manera. Si los modifico, ya no tendrían la autenticidad que ahora tienen.

No sé si me explico, pero usando una comparativa un tanto fuera de lugar, es como cuando terminas una relación, no vas a tirar los regalos o borrar las fotos de esa persona —que durante “X” tiempo— te hizo feliz. Al igual que tampoco borro ningún “relato/poema” de los que uso para expresar lo que siento, porque de no ser así, en persona… no podría. Han sido sentimientos que he tenido y por lo tanto aquí se quedan ya que no me avergüenzo de ellos.

 

Con cariño, Eva.


No me leas, siénteme. Capítulo III. El diario.


Al regresar a la fiesta me sentía una mujer completamente renovada. El haber sentido por un instante como la voz de Farinelli se hacía presente en la habitación de Felipe V me hizo salir por completo del estado de melancolía en el que me hallaba por mi monótona vida.

Me senté al lado de mi marido sin apenas hacer ruido, me llamó poderosamente la atención el artículo que en ese instante estaban subastando. Era un diario completamente deteriorado por el paso del tiempo, y aunque no suelo incitar a mi marido a que puje por ningún artículo en especial, en esta ocasión sí que lo hice por éste que particularmente llamaba mi atención.

En el catálogo que teníamos —y que nos dieron a todos a la entrada del evento— venían todas y cada una de las características de cada artículo que durante toda la velada iban a subastarse. Busqué las características que tenía el diario. El diario estaba forrado de una tela de color azul y en relieve había una flor de lys en color ocre, cuyo tacto debía de ser suave. Los ribetes del diario eran de color dorado. 

Tuve una gran corazonada y estaba completamente segura de que ese diario tendría que haber pertenecido a una chica de la alta sociedad, a la que me unía un gran nexo: la pasión por la literatura.

Solamente alguien que escribe en un diario, en mayor o menor medida es aficionada a la escritura.

Quizás esa era la oportunidad que llevaba tanto tiempo esperando y que seguramente por aquél motivo, ese día tenía que estar allí.

Seguramente entre sus hojas se encontrase una gran historia sin terminar...

El destino me tenía reservada esa oportunidad literaria que tanto ansiaba, el poder demostrar que es posible en una novela histórica aunar, pasión, amor y humanidad, mezclando el pasado y el presente, sin dejar de captar la atención del lector.

Mi marido por fin se hizo tras una disputadísima subasta con el diario, por la friolera cantidad de un millón de pesetas; quizás para un diario pudiera parecer demasiado, pero con este gesto colaborábamos con la cruz roja y de cara a la sociedad esto le hacía quedar como el mejor y detallista de todos los esposos. Fuese de postín o no el gesto, me interesaba por completo.

Hasta dentro de un mes no lo tendría en mi poder, los trámites de adquisición hacían que la entrega del artículo se demorase más de lo que yo quería.

Me sentía feliz, pletórica si cabe. Estaba deseando que pasara el tiempo rápidamente para poder leer el diario letra a letra, palabra a palabra, con toda la atención que éste se merecía.

Ya era bastante tarde, la velada estaba llegando a su fin. Estaba cansada, la mañana en mi trabajo había sido —como todos los finales de mes— agotador de tanto volumen de trabajo como teníamos.


De regreso a casa y deshaciendo el camino anteriormente recorrido y al pasar de nuevo por las "siete revueltas" vi una residencia de ancianos que me llamó la atención sobremanera, más que nada por su nombre: "El retiro".





Eso era lo que yo necesitaba, retirarme. Dejar a un lado mi trabajo que solo me aportaba dinero y en el que no podía desarrollarme laboralmente —demasiadas trabas y envidias—. En todas las empresas me terminaba sucediendo lo mismo, cuanto más demuestras lo que vales y hasta donde eres capaz de llegar, peor es.

La relación con Antonio, mi marido, cada día me importaba menos. Si tuviera un hijo tal vez por él aguantaría, pero de esta manera nada me ataba. Por muy cómoda y tranquila que estuviera a nivel económico, no me compensaba en nada más. Puesto que por aquél entonces estaba empezando a entrar en una depresión.

En ocasiones pensamientos completamente crueles se apoderaban de mí. Deseaba la muerte de mi esposo. Su seguro de vida resolvería la mía, sin tener que aguantar esas relaciones íntimas que pese a ser contadas me daban asco.

Tenía que tomar una decisión y por mi bien no podía demorar en hacerlo. Tal vez por puro egoísmo me esperaría a tener en mi poder el diario y después, debía de comenzar a escribir un capítulo nuevo en mi vida, diferente, real y apasionante; completamente opuesto a los días que hasta ahora había vivido.



La semana para mi fortuna transcurrió rápidamente, mucho más de lo que yo misma esperaba. Hasta entonces cada día de mi vida era una auténtica réplica al anterior. De trabajo a casa y al revés. Cada vez ansiaba con más vehemencia que llegase el instante en el que mi marido me trajese el paquete con el diario.

Y ese instante llego, justo en ese momento en el que estaba sentada frente al televisor, sin prestar atención y ensimismada en mis pensamientos, sentí como mi marido entraba por la puerta.

Ese día fue de los pocos en el que lo recibí con la mejor de mis sonrisas, como si de una modelo de un anuncio dentífrico se tratase.

Me dio la caja y como si la vida se me fuera en ello me fui a mi habitación sin darle las gracias, dejándole una vez más con la palabra en la boca.


Comencé a leer el diario…






Escorts, una semana en París. Una incipiente necesidad (Muabgi)



Una nueva vida era lo que había decidido hacer de mi vida, dejando atrás esas noches gélidas, bañadas de glamour y adornadas de hipocresía.

Mi alma estaba en paz conmigo misma. Musa sería el hombre de mi vida y el padre de mi hijo Abraham y Davinia ese apoyo incondicional que va más allá del amor, de la amistad y de la pasión. —Davinia era un pilar fundamental en mi vida—.

Mientras que ella resolvía su situación laboral con el director del hotel.

En su ausencia, aproveché a recoger las escasas pertenencias que tenía en la habitación.

A su regreso, ambas nos miramos con la firme intención de regresar a Madrid y empezar de cero. Teníamos el dinero suficiente como para montar una Ong con el firme propósito de sacar de la calle a todas esas mujeres que se veían extorsionadas por desalmados proxenetas.


En ese instante sonó mi teléfono.


—Giselle, ¿cómo estás? Nos tienes preocupados. ¿Todo va bien?

—Sí, Mamá. Todo está bien. ¿Cuándo regresáis para Madrid? ¿Le dan el alta ya a Papá?

—Mañana cogemos el avión para Madrid, todo está bien. Hija no sé cómo decirte esto, pero... ¿Podrías mandarme dinero para pagar la factura del hotel y los billetes?

—¡Claro!, perdóname. Me fui y no tuve en cuenta que tenías que pagar la factura. Te mando un cheque ahora mismo por mensajero urgente. No solo tendrás dinero para cubrir los gastos de hospitalización, sino que también te llegará para pagar ambos pasajes y liquidar todas las deudas. Ya sabes que me dejó como quién dice la vida resuelta. Aunque... Mamá, preferiría tenerle a mi lado.

—Le amabas, ¿verdad?

—Y le amaré. Pese a que he conocido a una persona que me hace feliz, y me da esa estabilidad que tanto necesitaba. No puedo olvidar de la noche a la mañana. No quiero olvidar a quien me ha dado lo mejor de mi vida, mi hijo, tu nieto.

—¿Has conocido a otro hombre, Giselle?

—No. Nunca te he hablado de Davinia, y creo que es de recibo que lo haga. Ahora que ya sabéis toda mi verdad, no quiero, ni por asomo, una mentira más. Cuando me metí en la agencia para ser escorts, allí conocí a Davinia. Es una gran mujer que me enseñó a ser la mejor chica de compañía de lujo de Madrid. Cuando vine a París al encuentro con Musa, la encontré en el hotel. Ella también dejó ese mundo para ser la secretaría del director. Siempre habíamos sido amigas y sin embargo nos hemos dado cuenta de que ambas queremos caminar por el mismo sendero cogidas de la mano y mirando a los ojos al mundo entero. La voz empezó a temblarme.

—¿Estás llorando, hija?

—Si. Seguramente éste sea otro disgusto para ti, pero no quiero más mentiras mamá, ya no. Quiero ser feliz —creo que me lo merezco—, y Davinia es mi felicidad. A vosotros os quiero, a mi hijo le amo, pero… a ella la necesito a mi lado.

—No has de llorar por amar, Giselle. No puedes, ni debes enmudecer lo que grita tu corazón. Sí lo hicieras, me avergonzaría. Porque todo lo que nazca del amor, no es vergüenza, hija. Hagas lo que hagas: "Siempre, te querremos".

—Gracias. Mañana Davinia y yo partimos para Madrid. Ya le he enviado el dinero al casero. Tenemos un proyecto en mente, que ya te contaré con más tranquilidad cuando nos veamos en Madrid. Y de paso os la presento. Os quiero mucho.

—Hasta pronto, mi bien.


Sincerarme de nuevo con mi madre, me dio esa fuerza para seguir adelante.

Rumbo al aeropuerto de París Charles de Gaulle, me reencontré con el recuerdo de la escena dantesca que presenciaron mis ojos cuando en el aeropuerto de Houston vi a Musa por última vez. El corazón me latía rápidamente. Davinia se dio cuenta y de nuevo la medicina de su mirada junto con las caricias de sus palabras calmó mi corazón, sofocando el dolor de mi alma.

Cuando subimos al avión y nos acomodamos en los asientos, me di cuenta de que nada quedaba de ese gorrión asustado que voló a París con la única intención de llevar a cabo un urdido plan.

Fui a París con la única intención de extorsionar al Sr. Musa, de sacarle el dinero para salvar la vida de mi padre y sin embargo… regresaba de París con el fruto de su amor en mis entrañas, con más dinero del que nunca imaginé y sabiendo que fui amada por ese hombre que compró mi compañía sin saber —que aquel negocio—, nos cambiaría la vida.

Ya en Madrid y de camino a mi casa. Vimos que el local donde me había reflejado en ese maniquí aquél día que llamé a David para decirle que aceptaba el trabajo: estaba cerrado y se alquilaba. Llamé al teléfono que aparecía en el cartel y al rato me citó una voz masculina para ver el local y llegar a un posible acuerdo.

Todavía quedaba una hora para la cita con el dueño del local. Donde daría comienzo mi sueño, —mi proyecto—. Nos subimos a casa y dejamos el equipaje en el suelo. Mi gatita, a la que había olvidado con tantas vivencias nuevas, me recibió con un maullido que me enterneció. Fue entonces cuando me di cuenta de que los animales son en ocasiones más fieles que las personas y que dan altruistamente más cariño del que posiblemente reciben.

Estar en mi casa, me confirmó, que no hay mejor hogar que el de uno propio, que ni la mejor habitación de ningún hotel, por muy lujoso que éste fuera, me aportaba tanta paz como mi casa, que, aunque no llegaba a tener más de cincuenta metros cuadrados, no dejaba de ser mi hogar y el lugar donde mi hijo crecería. Donde Davinia y yo comenzaríamos una nueva vida.

Mientras que ella deshacía el equipaje, yo aproveché a ducharme. Hacía un calor sofocante en Madrid. Cuando iba a salir de la ducha, Davinia, apareció desnuda frente a mí. Huelga a decir que terminamos entregándonos a la pasión, enjabonando nuestros cuerpos de besos y de caricias, para terminar, aclarándonos con las lágrimas que brotaban de nuestros ojos, incontrolables, al saber que estábamos juntas y que nada nos separaría. 

Al abrir el armario, cogí la ropa que tanto me gustaba, aquél pantalón vaquero y ésa camiseta azul —que hacía que mis ojos destacasen—. Fue entonces cuando me di cuenta de que, aunque estaba embarazada de poco tiempo el pantalón me costaba abrocharlo. Y lo mejor de todo, es que no me importaba.

Por fin esa bámbola había desaparecido, para dar lugar a Giselle —la mujer que siempre quise ser—.

Una vez vestida, me despedí de Davinia con un beso, para dirigirme al local; aunque ya conocía el interior de aquél día cuando me vi reflejada en el escaparate. No era muy grande, viéndolo desde dentro, vacío y sin ningún mueble. Pero con una mano de pintura, unas mesas, sillas, estanterías, equipos informáticos, algún que otro cuadro para vestir las paredes, serían, en un principio más que suficiente para empezar con mi proyecto.

El dueño y yo llegamos a un acuerdo de mil euros al mes y en un año tendría la opción a comprar el local. Me pareció un precio más que razonable.

Después de haber acordado con el casero en vernos mañana para firmar el contrato de arrendamiento, y una vez que se marchó... de frente al cristal, —el recuerdo de aquel maniquí que llamó mi atención y donde me vi reflejada— se hizo presente. Aquel día acepté un negocio para ayudar a salvar la vida a mi padre y hoy —frente al mismo escaparate—, se reflejaba una mujer que lejos de ser un maniquí, se iba a convertir en una empresaria. ¡Qué vueltas da la vida en tan poco tiempo! 


De camino a casa para contarle la noticia a Davinia, recibí una llamada de Erika —una gran amiga—. Me sorprendió el tono de su voz, la sentía nerviosa, asustada y llena de dolor.

Cuando fui a su encuentro, me la encontré en unas condiciones que jamás me hubiese imaginado. Sus padres necesitaban dinero y ella se había quedado sin trabajo, fruto de la desesperación se lanzó a hacer la calle —pensando en sus padres— y olvidándose de ella.

Estaba tendida en una cama, temblando, desnuda, su cuerpo estaba lleno de moratones, la sábana manchada de sangre que manaba de su sexo, y su alma... 

—¡Su alma hecha jirones!—.


Mientras que la tapaba con una toalla que había en el baño, se abrazó a mí como quien se agarra a un clavo ardiendo —yo era en esos momentos, su única salida, su salvación—. En ese instante, una incipiente necesidad de ayudar a las mujeres en la misma situación que mi amiga, se hizo más fuerte que nunca.


Fue entonces cuando tuve claro que haría todo lo que estuviese en mi mano para luchar contra esos proxenetas. La Organización Muabgi, sería a partir de entonces:
—La esperanza de muchas mujeres—.


No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 29 de noviembre.
Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Próxima locución...


Buenas tardes a todos:

Se está acercando el final de la historia de Giselle, esa historia, que escribí únicamente para dar un punto de erotismo a la revista y así crear la necesidad al lector de seguir queriendo saber más de la vida de una mujer tan real, como imaginaria, pero, a fin de cuentas, una mujer en la que muchas de nosotras nos podemos sentir, en algún momento dado, identificadas.

La novela se presentó el 4 de diciembre del 2014, en Madrid, todavía recuerdo hoy lo nerviosa que estaba ese día; menos mal que a mi lado, no solo estaba Fernando Alonso Barahona, quién escribió el prólogo de la misma y que me ayudó a presentarla, sino que también estaba rodeada de todas esas personas que quisieron compartir conmigo ese día tan especial, como lo es, el nacimiento de un retoño. 

¡Gracias “Fer” por estar siempre a mi lado! Ten por seguro que es imposible encontrar a un partenaire mejor que tú. Tu experiencia, tu templanza, tu paciencia, la diferencia de años, nuestra amistad inquebrantable con el correr de los años y sobre todo y como tema subyacente nuestra pasión por la literatura. —¡Simplemente…Eres!—

Y es que, aunque no os lo creáis es difícil encontrar a alguien que ame la literatura, que te incite a mejorar, que te aliente en esos momentos —que los hay— en los que sientes que no vale la pena seguir, que eres mediocre y que no eres capaz de conseguir emocionar a nadie con tus palabras. Y siempre has estado tú, Fer, para decirme que podía hacerlo. ¡Gracias, de verdad!

Cuando me quiera dar cuenta Giselle cumplirá diez años, desde ese día, juntas y de las manos, nos hemos enfrentado a todo tipo de críticas, donde por desgracia, el humillar y el insultar a una mujer por escribir erotismo está a la orden del día. Que si eres puta, que si eres fácil y más barrabasadas a las que me he tenido que enfrentar; y lo peor de todo que es que nunca han sido “esas palabras” pronunciadas por un hombre, sino por muchas mujeres celosas debido a que con solo mis letras, conseguía, lo que ellas, ni con su presencia podrían lograr.

Al principio lo pase mal, incluso me planteé seriamente dejar de hacer lo que tanto amaba, por esos insultos. Hasta que un compañero mío escritor, con más de 70 años, me dijo: —Eva, si eres capaz de despertar todos esos insultos, todas esas críticas, es porque lo haces bien. La gente tiene tendencia a vilipendiar lo que ellos jamás lograrán. Así que sigue y si sus parejas terminan en el baño relajándose, no te sientas culpable.

Esas palabras, aunque me llamaron mucho la atención en su día, siguen siendo a la fecha uno de los motivos, por lo que jamás, dejaré de escribir erotismo.

La gente piensa que es un género fácil y os aseguro que no lo es, por que es una línea tan fina en la que puedes caer en la vulgaridad, que no os lo podéis ni imaginar. Y nunca, jamás, me permitiría eso.

Hace diez años yo estaba trabajando y no tenía tanto tiempo, como ahora por suerte o desgracia, tengo. Así que, como muchos sabéis me encanta hacer locuciones y he tenido la osadía de locutar el último capítulo entero de Escorts, una semana en París, que se publicará el día 29 de noviembre. Espero, de corazón, que disfrutéis con la locución. No ha sido fácil hacerla, son casi 10 minutos de narración y con diferentes entonaciones. Espero que la disfrutéis, os invito, a que la escuchéis en vuestras casas, en silencio: solos o acompañados, vestidos o desnudos, pero sobre todo… sin miedo a “sentir”.

No olvidéis que este viernes 22 de noviembre podréis leer el penúltimo capítulo de la vida de Giselle y cuyo título será “Una incipiente necesidad (Muabgi)”.

Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero eso sí, no me seáis infieles.


Con cariño, Eva.



lunes, 18 de noviembre de 2024

Exijo una hoja de reclamación.



Hace mucho tiempo que escribí este relato, justo el 14 de febrero del 2019, día en que La Revista de Todos hizo el especial de San Valentín. Hoy revisando el contenido para el siguiente especial de Navidad, es cuando me he dado cuenta, de que ha sido una de las entradas más visitadas; supongo que es porque una vez más salgo de mi zona de confort, para meterle un poco de humor al relato, con cierto acento andaluz. Espero que disfrutéis leyéndolo y es que sí, Cupido, debería graduarse la vista… jajajaja.



La verdad es que nunca pensé que iba a tener que dirigirme a un personaje tan conocido por todos vosotros y desde hace siglos y siglos, como lo es Cupido. Pero debido al estado en el que se encuentra una amiga mía no me queda otra que hacerlo y además ya es hora de que alguien deje de verle como a una criaturita adorable, rechoncha, que transpira amor por todos sus poros y con carita de niño travieso, porque creo que no siempre hace bien su trabajo.

 

 

Estimado Cupido;

 

Me llamo Trinidad, aunque me conocen más por La Trini. Soy de Sevilla y tengo más arte que ná. Cuando he de estar de jarana, lo estoy, me enfundo en mi vestido y a bailar sevillanas en la feria como una loca. Ahora... ¡Cucha! que cuando tengo que estar seria, ¡ozú! Hasta los caballos en el Rocío me abren paso porque cuando me desboco soy peor que cualquier animal irracional. Y claro... cuando se trata de que una amiga mía está por tu culpa en el estado en el que se encuentra. No me queda otra que quitarme la peineta, dejar la "güasa" en la feria, porque te aseguro "que mi chocho no está pá aguantar farolillos". 

 

Pero ahora sí me voy a poner seria. Me parece deplorable que hasta hoy —aunque tal vez no sea la primera— nadie te haya puesto la cara colorada. Y es que es imposible que durante tantos años trabajando las 24 horas del día, no haya habido un día en el que no hayas enfermado. Porque de no ser así, te aseguro que no lo entiendo.

           Creo que como en todos los trabajos deberías llevar un control de lo que haces, es decir... Tirar flechas a los "no" enamorados y a los que lo están deberías de saberlo, dejarles tranquilos y no complicarles la vida. —¿Por qué te digo todo esto?— Porque tengo a una amiga locamente enamorada de dos hombres y por culpa de quién majete. — ¡De ti!— Si es que siempre lo he dicho yo, que una no se puede fiar de las personas que tienen carita de yo no fui. Y es que cada vez que veo una escultura tuya que hay en un parque cerca de donde vivo, te juro que se me envenena la sangre. Al menos dime que ese día estabas enfermo, que estabas de resaca o dime algún argumento de peso y bien fundamentado para que pueda creerte. 

Ahora la pobre está que no entiende nada y te aseguro que es una mujer seria, sensata y madura. Y encima se pasa el día teniendo que escuchar que eso no es normal, que siga lo que el corazón le dicta. Pero... cuando el corazón ama a dos personas, por cuál se decanta. Y la culpable no es ella, ¡no!, ni tampoco de los dos hombres que la aman, sino tuya... que o bien tienes que graduarte la vista, poner al día tus ficheros de flechazos o lo que sería más sensato... pensar en la jubilación, cobrar tu pensión y dejar de creerte James Bond tirando flechitas a diestro y siniestro sin medir las consecuencias.

           

Porque... tener a dos hombres que te deseen, que te hagan sentir mujer, que cada día te manden mensajes diciéndote lo maravillosa, dulce y cariñosa que eres, eso gusta.

—¡Pá qué negarlo!—. Pero claro... ahora cuando se acerca San Valentín tener que rascarse el bolsillo para tener que comprar dos regalos. Eso mi "arma", eso... ya no gusta tanto.

 

Aunque soy de Sevilla, soy de la cofradía del puño agarrao. Por eso, exijo una hoja de reclamación o por lo menos tengas la deferencia de comprar tú los regalos en Amazon y hacérselos llegar a los dueños de su corazón.

 

Sin más...

La Trini



sábado, 16 de noviembre de 2024

Sin palabras...

 

Buenos días, buenas tardes o buenas noches, porque no sé muy bien a qué hora sacáis tiempo de vuestras vidas, para entrar en el blog y leer, todas esas historias y jirones que nacen de mi alma.

No podía dejar de compartir con vosotros, algo, que sin duda me hace súper feliz. Aunque siempre me ha gustado hacer locuciones y modular la voz, ha sido hace no mucho, cuando me estoy atreviendo a subir algún que otro poema escrito por mí.

Pues bien, hace un mes, justo el pasado 16 de octubre, subí este vídeo y cuál ha sido mi sorpresa que a la fecha lleva 46.272 visualizaciones, la verdad, es que no me lo creo, no sé si es el texto, la voz o el maridaje que hacen la unión de ambos. 

Me gustaría que me dieseis vuestra opinión y si os gusta, dejar ese “me gusta” que se unirá a los 53 que ya lleva.


Palabras que arañan el alma. 

No todos los poemas son dignos de leer
algunos te arañan el alma y te hacen padecer.

Saber que tú corazón está lleno, feliz y enamorado
hace que el mío se quede vacío, triste y desolado.

De que sirve soñar con querer besarte
si ni la mano puedo acariciarte.

Pintaré en mi piel absurdos tatuajes
para intentar olvidar el desprecio que tú me haces.


Eva María Maisanava Trobo
2 de Mayo del 2012







Feliz fin semana, estéis dónde estéis. Ser felices, pero no me olvidéis…

 

Con cariño

Eva



viernes, 15 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo II. Farinelli, por siempre Farinelli.


Hoy podría ser un viernes cualquiera, pero, aunque parezca asombroso después de mucho tiempo algo distinto va a suceder en mi vida o por lo menos algo que verdaderamente me apasiona y me interesa.

Han invitado a mi marido a una cena de gala que organiza el Patrimonio Nacional en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso.

Y es que en mi modesta opinión no hay ningún pueblo más acogedor y bello que este segoviano.

Ya desde la carretera de las siete revueltas, voy notando como mi corazón palpita; es una sensación indescriptible. Cuando paso por la boca del asno y veo a los niños jugar, no puedo evitar imaginarme a la Infanta Isabel —La Chata—, deleitándose de una buena tortilla para después disfrutar de un buen paseo por la orilla del rio Eresma respirando ese olor tan especial e inolvidable.

Al cruzar la verja no intuyes la maravillosa belleza que hay más arriba, solo cuando vas caminado por la calle Alameda y ya cerca de la plaza de España vas viendo la fachada del Palacio y de fondo las montañas; en ese instante sientes un palpitar en tu corazón que ya late desbocadamente cuando accedes a los jardines del palacio. —¡Cuántos secretos de amores guardados!—. Si los árboles hablasen podría escribir aquellos romances ocultos entre Alfonso XII y Elena Sanz. —¡Cuánto amor silenciado!—.

Al llegar a la plaza de España ya no se podía circular con el coche, los aparcacoches no daban abasto de tanto trabajo como tenían.

Aunque a regañadientes, mi marido, tuvo que dejar que un mozo se encargase de aparcar su adorado Jaguar al que mimaba y prestaba más atención que a mí misma.

Él iba vestido de chaqué como el protocolo en esta ocasión exigía y que tan bien le sentaba. Aunque como amante dejaba mucho que desear, tenía un físico espectacular que hacía que le sentase esta prenda como a pocos hombres les sentaba. Le venía como anillo al dedo. Yo llevaba un vestido largo azul turquesa de palabra de honor y una capa negra para paliar el frío Segoviano. Me había puesto el conjunto de collar y pendientes de Swarovski que mi madre me regaló al cumplir la mayoría de edad y que con tanto amor guardaba.

Previa entrega de la invitación, el personal —que esta ocasión iban vestidos como exigía el protocolo para la ocasión— nos acompañaron hasta el comedor de gala donde se serviría la cena. Estaba adornado con un gusto exquisito, las flores que habían escogido lo hacían todavía más elegante de lo que recordaba cuando en anteriores ocasiones fui de visita para inspirarme —mientras que paseaba por los jardines— con la firme intención de intentar escribir una novela histórica de amor. Un género que antes nunca había tocado y que me había impuesto como reto.

Entre tanta belleza pictórica que revestían las paredes y el tic tac de los relojes de tan atractiva colección que durante años los diferentes reyes de España adquirieron —y que ahora pertenecía a Patrimonio Nacional—, se encontraba la flor y nata de la alta sociedad de Madrid y Segovia: duques, marqueses, banqueros, arquitectos, médicos, editores, escritores... se unieron un año más, como ya era tradición, para organizar una subasta benéfica para recaudar dinero para la Cruz Roja Española.

Y es en estas ocasiones cuando hay que aprovechar para saber relacionarte. Como decía hace tiempo un viejo conocido mío: —Hay que tener amigos hasta en el infierno—, porque nunca sabes las vueltas que dará la vida y de quién podrás sacar provecho.

—¡Lo sé!—. Sé que mi frialdad es en ocasiones horrible. Pero ya pinto canas y es muy difícil que cambie.

Me sentía algo mareada, padecía migrañas de vez en cuando y tenía pinta de estar empezando a padecer una. Me disculpé ante mi marido y los demás comensales con los que compartíamos mesa y aprovechando la ocasión, anduve por las diferentes habitaciones del palacio, me lo conocía tan bien que ya me sentía como en mi propia casa.

Estaba triste, algo melancólica, en la cena estuve escuchando como el último escritor que había recibido el premio planeta se jactaba en hablar de su obra. Me parecía una actitud tan pedante. Siempre pensé que un escritor es aquél que transmite sentimientos, no aquél que recibe premios porque en el comité de valoración está un familiar suyo. ¡En fin!, no por ello iba a dejar de escribir.

Me encontraba en la habitación donde el Rey Felipe V tantas horas había pasado casi en el mismo estado en el que yo me encontraba ahora. Frente a su cama, había un gran ventanal y desde allí se podía apreciar una vista grandiosa de los jardines. 


Cerrando los ojos y sin tener que hacer un gran esfuerzo, casi se podía escuchar la prodigiosa voz de Farinelli que con el paso del tiempo pareciera hacerse presente al anochecer, rememorando así las peticiones que noche tras noche el rey Felipe V le pedía para intentarle sacar del estado de depresión en el que éste se encontraba.


Como si de un milagro se tratase, una sonrisa se dibujó de nuevo en mis labios. Gracias a esas notas musicales que como partículas de polvo flotaban en el ambiente, volví a sonreír como hace tiempo que no lo hacía.


Esa noche tuve el pálpito que pronto mi vida cambiaría. Dejando atrás a esa Ena en la que me había convertido, por una Ena completamente distinta, feliz y rebosante de vida.



Eva Mª Maisanava Trobo


Escorts, una semana en París. Una nueva vida.


Si algo he podido aprender durante estos días de intenso dolor por la muerte del Sr. Musa, es que hay que vivir la vida como si fuera el último día, porque el mañana no existe; lo único que existe es el presente, y es tan efímero, que en décimas de segundo pasa inmediatamente a ser parte del pasado. Como pasado, era mi profesión de escorts.

Desde el minuto cero que supe que estaba en estado, sabía que tenía que crearme una vida más sólida; para el día de mañana tener un futuro que ofrecer a mi hijo.

En la cuenta corriente disponía del dinero suficiente como para vivir una vida exenta de calamidades y sin tener que trabajar. Pero pese a la imagen de mujer frívola que podía aparentar, la realidad, es que era una mujer verdaderamente profesional y trabajadora.

Desde niña tuve una incipiente necesidad de ayudar a los demás, y fue por ese motivo que, gracias a Dios, conocí al padre del que hoy es el motor de mi vida, mi hijo Abraham.

A estas alturas tenía muy claro que quería dirigir una Ong, para ayudar a todas esas mujeres que vendían su cuerpo al mejor postor, obligadas por un proxeneta, que les extorsionaba quedándose con un elevado porcentaje de las ganancias, haciendo que éstas se vieran incapaces de saldar esa deuda que habían contraído con la esperanza de ofrecer a sus familias, un futuro mejor.

A mi edad y después de todos los sin sabores que a lo largo de mi vida había tenido que degustar de una manera cruel, tenía muy claro que, pese a que había amado al padre de mi hijo con toda mi alma, quería pasar el resto de mi vida al lado de Davinia y formar una familia —que muchos considerarán atípica o anormal—, para que mi hijo creciera en un ambiente lleno de amor, tolerancia y comprensión.

El valor principal que le voy a inculcar será: el de no juzgar.

Cada día estaba más hastiada de esta sociedad, cuya mentalidad, era tan prusiana y anquilosada por prejuicios absurdos, cuya tendencia era lapidar y vilipendiar a todas aquellas personas que no formaban parte del juego de la hipocresía. Juego, en el que evidentemente ni yo, ni los míos, formábamos parte.

Después de hablar con mi madre y cuando Davinia salió del cuarto de baño, de nuevo no pudimos evitar dar rienda suelta a esa pasión que nació el día en que siendo yo más joven, entraba por la puerta de la Agencia para que ella me formase como escorts. 

Quién se hubiera atrevido a decirnos que, con el tiempo, aquella ingenua alumna y aquella elegante profesora, terminarían enamoradas y con la idea clara de pasar el resto de sus días juntas —luchando contra todas las vicisitudes que la vida se encargaría de poner en nuestro camino—.

Davinia había reaparecido de nuevo en mi vida en este instante en el que te sientes perdida y necesitas un punto de apoyo.

Según pasaban los días y mi estado de gestación iba avanzando, me doy cuenta de que no hay nada más bonito que sentir que un ser se alimenta y crece dentro de ti. Es ahora cuando estoy escribiendo esto, cuando me siento completamente avergonzada de haber querido poner fin a la vida de mi hijo.

Aunque es más que respetable, ese miedo y más cuando su padre, acababa de morir.

Davinia salió de la habitación para hablar con el director del hotel, con la intención de pedir su finiquito y partir al día siguiente conmigo rumbo a Madrid, para iniciar nuestra nueva vida en común, alejadas de los focos y de las bambalinas.

Aprovechando su ausencia, tuve la necesidad de dar contestación a la carta que Musa me escribió antes de morir.

Ya sé que sería irrisorio, puesto que jamás la leería. Pero era justo que mi hijo estuviese al corriente del amor que su padre y yo no profesábamos —pese a que cuando la leyera, supiera que mi corazón, pertenecía a Davinia—.


Querido, Musa.


Sé que esta carta nunca la leerás, pero sentía la necesidad de dar contestación a tu misiva, que a la vez que me hizo tan feliz, al conocer tus sentimientos, desgarró mi alma para siempre.

Jamás entenderé como pudiste intuir que estaba embarazada —tal vez tu experiencia de haber sido padre anteriormente—, y lo que es peor, ya nunca lo sabré.

No fue fácil tomar la decisión de tener a nuestro hijo, Abraham; es más, cuando estuve despidiéndome de ti, arrodillada en tu tumba con la única intención de acompañarte el resto de mis días y reunirme contigo allá donde estés ahora, sentí que nuestro hijo se movía.

Ya no sé si realmente fue una patadita —pues estaba de poco tiempo—, o la sensación que se instaló en mi mente, pero sea lo que fuere, gracias a ese gesto, hoy estoy escribiéndote esta carta, para que el día de mañana nuestro hijo sepa que lo que sentí por ti fue auténtico amor.

A estas alturas por más que quiera imaginar como hubiera sido la vida a tu lado, no puedo. Seguramente me hubieras colmado de atenciones haciendo que lograse tener esa estabilidad emocional, que siempre necesité.

Hoy, te escribo para despedirme de ti. Estoy enamorada de Davinia. ¡Qué contradicción! Yo, que en ocasiones criticaba a las mujeres lesbianas; la vida ha hecho que me trague esas palabras, haciendo que me enamore de una mujer que me aporta todo lo que necesito para ser feliz; y lo más importante... Que sé que adora a nuestro hijo.

Ten por seguro que le hablaré de ti —con todo el amor del mundo—, conocerá el día de mañana cómo y en qué circunstancias nos conocimos; como bien me dijiste en tu carta de despedida: —He sido, soy y seré la mujer de tu vida—.

Y por eso me atribuyo la libertad de que sea conocedor de tu vida. Y que tal vez Rania, acceda a que sus hijos y el mío tengan contacto, a fin de cuentas, ellos no tienen la culpa de lo que nosotros —los adultos—, hacemos. Son hermanos y deben conocerse.


Siempre tuya,
Giselle.


Cuando terminé de escribir la carta a Musa, sentí un alivio en mi alma. Me sentí en paz conmigo misma y con la certeza de haber finalizado el último capítulo de la novela —mi vida—, para empezar a escribir un prólogo de “una nueva vida".


No olvidéis que tenéis una cita conmigo el próximo viernes 22 de noviembre. Hasta entonces, ser felices, ser malos, pero es sí... no me seáis infieles.


jueves, 14 de noviembre de 2024

Solo por y para vosotros

Siempre que tengo que enfrentarme a un folio en blanco, me da pavor. Pero al final, no sé como lo consigo, pero termino saliendo airosa. Me imagino que tantos y tantos años trabajando como teleoperadora, con muchos estrés y con un gran volumen de llamadas, donde como mucho tenía dos minutos y medio para atender a cada cliente, han hecho, que esté acostumbrada a trabajar bajo presión, con rapidez, pero no por ello, sin dejar de hacerlo bien, cosa que no es fácil de lograr.

Pero esta vez, desde luego, que me está costando mucho más…

Y me está costando mucho más, que antaño, porque lo que hago es lo que más amo en la vida.

Jamás, por nada, ni por nadie, renunciaría a escribir; salvo cuando la vida, te pega una bofetada con la mano abierta y hace que la salud de tus padres vaya en detrimento y entonces te veas obligada a dejar de hacer lo que amas, por lo que crees que es lo has de hacer. Y entonces una vez más, como si de un miembro de la casa real, se tratase, me veo en la obligación de anteponer el “deber” al “querer”.

Y creerme que no me arrepiento. Han sido años de horas y horas en consultas médicas, peleándome con todas las secretarias de los doctores, enfrentándome a conversaciones con doctores, que en ocasiones han dañado mi interior, porque, aunque lo escuchado, era una plausible realidad; esa realidad, me desgarraba por dentro y aunque intentas salir de la consulta con la mejor de las sonrisas, para que tus padres no sepan que te afecta, al llegar la noche, solo la almohada es testigo de lo que te pasa.

Porque mis padres, pese a todo, me duelen. Han sido a lo largo de todos estos años, las visitas a Cardiólogos, Traumatólogos, Vasculares, Neurólogos, Unidad del dolor, etc.. los causantes, de que haya tenido que renunciar a mi amor por la literatura y por ende a mi hija, La Revista de Todos. 

Aunque la engendré tiempo antes.

Fue el 30 de agosto del 2012 cuando al despertar, sin tener motivo aparente, comencé a llorar, porque no sabía cómo canalizar todo el amor que entonces sentía de una manera incipiente hacia este mundo, que, aunque muchas veces sea de oropel, no deja de ser un mundo que te atrapa, que te seduce, que hace que sientas que es imposible vivir tu día a día sin escribir, lo que seguramente de no ser así, jamás hablando te atreverías a expresar.

Es ahora, cuando la salud de mis padres me concede un poco de libertad, cuando otra vez, vuelvo a hacer lo que más feliz me hace.

El año pasado, en noviembre, casi por estas fechas a mi padre le dieron de alta después de estar casi once días ingresado con una insuficiencia cardiaca y entonces, no sabía si podía celebrar las Navidades. Días que desde niña y a la fecha me siguen encantando —porque me niego a matar a la niña que llevo dentro—.

No morimos el día que nuestras constantes vitales fallan, sino que lo hacemos, el día que dejamos de hacer lo que amamos. Y yo, me niego a morir.

Por eso os pido perdón por no ser mejor que nadie, pero tenía que alejarme.

Tenéis todo el derecho del mundo a no sacar tiempo de vuestras vidas para visitar el blog, me dolería, sin duda; pero más me dolería por mi equipo; por todos esos escritores, que después de años y al llamar a sus puertas de nuevo, no han dudado, ni un minuto en darme sus “jirones” para que podáis leerlos.

Os lo imploro, no por mí, sino por ellos, no dejéis de leernos.

A fin de cuentas, aunque yo también escriba en la revista, soy la directora y como en otras parcelas de la vida, me gusta “estar en la sombra”.

Os esperamos el día 22 de diciembre, donde si nos lo permitís, una vez más trataremos, de emocionaros con nuestros relatos.

Os dejo el link, por si queréis, compartirlo en vuestras "redes" y así entre todos, lograr, que La Revista de Todos, vuelva a emocionaros, como antaño lo hacía.

https://larevistadetodos.blogspot.com/

Hasta ese día, como siempre y una vez más, salud y suerte.



La directora de La Revista de Todos



martes, 12 de noviembre de 2024

No me leas, siénteme. Capítulo I. Así soy yo.


Mi trabajo es de esos trabajos que son lo más parecido a un medio de pago, me imagino que tú como lector no comprenderás esta incongruente comparativa, pero después de leer estas siguientes letras lo entenderás a la perfección.

Voy a cumplir los cuarenta años y nada de lo que hago me hace feliz. Un día de mi vida es igual que el siguiente y el otro lo mismo que el anterior, todos carentes de emoción.

No voy a decir de mí que sea una profesional inigualable. ¡No!, puesto que como todos cometo muchos errores; pero mi gran defecto, es mi ambición, mis ganas de mejorar, el querer aprender cada día más. Soy inconformista por naturaleza o lo que dice mucha gente de mi entorno: —un culo de mal asiento—.

En cuanto mi trabajo es rutinario, me falta el aire, me agobio y me entra sopor, es en ese instante cuando me planteo dejarlo. Si no fuera porque todavía tengo algo de sensatez y cordura, es en esos momentos cuando me cojo unos días de vacaciones para no cometer un acto del que luego sé que más tarde me arrepentiría.

—¡Hasta me resulta emocionante cuando me equivoco y me reprimen por ello!, o será... ¿qué tal vez lo haga aposta para romper la monotonía?—, en fin, eso queda para mí.

Trabajo en un departamento de recobros de un banco, la rutina en mi trabajo es mi gran compañera y es por eso por lo que mi trabajo es un medio de pago, de no ser que lo necesito para pagar mis deudas y gastos, lo dejaría.

Explicando esto, que no es que sea muy interesante, pasaré a contaros el resto de mi vida, la vida de Ena, la personal.

Vivo a caballo entre mi casa, la que comparto con mi marido y la casa de mis padres —estos ya están mayores—, por lo que en su día busqué una vivienda cercana a la suya para cuidarles en lo que fuera o fuese menester.

—¡Sí!, ellos son mi talón de Aquiles—. Mi familia y la gente que quiero son lo único que si me tocan, me puede lastimar, todo lo demás ni me inmuta.

Mi lema es que en el amor y en la guerra todo es válido, no importa cómo ni a qué precio se consigan las cosas, sino que lo que me importa, es que se consigan.

Quizás no comprendas tan egoísta manera de vivir la vida, pero cuando la vida y la gente que has querido te traicionan, sin querer o queriendo se cambia. ¡En fin así soy yo! Una mujer trabajadora, leal a los suyos, sin pelos en la lengua y con una peculiar capacidad de hacer daño con las palabras sin tener que levantar la voz.

Nunca paro hasta lograr mi objetivo, aunque también sé que una retirada a tiempo es el gran porcentaje de las veces: una victoria.

En mi tiempo libre que es más bien escaso lo dedico a escribir, sobre todo en el trabajo. Siempre aprovecho la hora de la comida para hacerlo, de lo contrario creo que el cerebro me estallaría de tanta imaginación contenida. La pobre de alguna forma ha de buscarse una vía de escape.

Mi vida personal es igual de monótona. Necesito un cambio y no sé cuál. —¡Si al menos mi relación de pareja me hiciera feliz!—, pero ni eso.

Antonio es mi pareja desde hace unos años, ni nos llevamos bien, ni mal, es más ni nos llevamos; nuestro matrimonio es el mejor contrato que jamás haya podido firmar.

Me reporta económicamente todo lo que necesito, cubre mis necesidades y a cambio solo tengo que asistir en ocasiones a los eventos que organiza la empresa para la que él trabaja.

En definitiva... —¡Un chollo!—. Pero la maldita monotonía me supera, tanto que mis visitas al psicólogo van en aumento.

—¡Hasta está estipulado en el contrato prematrimonial los días y horas en la que tenemos que copular!—.

S.A.R Victoria Eugenia de Battenberg
Lo único positivo de mi relación es que él trabaja para el Patrimonio Nacional, y yo, que soy una escritora con ansias de escribir una novela romántica e histórica, me sirve de gran ayuda para poder visitar todos los palacios y tener acceso a los archivos a cualquiera hora y día a excepción de cuando estos están dando servicio a la Casa Real.


Es debido a la ferviente admiración que mi madre sentía hacía S.A.R la Reina Victoria Eugenia de Battenberg —Ena, para los más cercanos—, que hoy porto su nombre con mucho orgullo.

Llevo tanto tiempo escribiendo como casi años tengo, me recuerdo desde muy niña haciéndolo. Y es que es lo que más feliz me hace, aunque no sé si es lo que mejor hago.

El dotar de sentimientos y de vida a un personaje, es impagable. Tanto que, aunque no lo quiera se queda parte de mí impregnada en ellos. Hasta que no formas parte de este mundo, no lo sabes. Pero es imposible no plasmar algún rasgo de tu personalidad en esos personajes que en ocasiones son demasiado nobles y en otras demasiado crueles.

Tengo muy poco tiempo para escribir, ya que, entre mi absorbente trabajo, mis padres y mi falsa vida marital, me impiden dedicarle más tiempo como en verdad me gustaría.

Pero lo importante es que siempre que puedo busco un hueco para seguir trabajando para poder crear una historia donde la gente no se limite a leer, sino que también les invite a sentir. No quiero que solo me lean, sino que también me sientan; porque solo leyendo más allá de las letras y con el corazón se puede llegar a conocer al autor.

En fin, así soy yo y mi peculiar vida. Una vida que tarde o temprano, aunque no sé cómo ni cuándo, pero cambiaré...