Buenas tardes a tod@s, aunque, seguramente much@s seguís disfrutando del especial de San Valentín. Pero...yo: nunca paro.
El próximo especial será el 23 de abril, Sant Jordi, el día más especial del año para mí, porque aúna mis dos grandes pasiones: la literatura y las rosas rojas.
No puedo hablar en nombre de tod@s l@s que amamos escribir, pero sí puedo decir que mi mayor ambición es, algún día, firmar en Sant Jordi.
Nunca he sido corredora de sprint, sino de fondo, y sé que, si algo está destinado a sucederme, tarde o temprano llegará.
Desde 1995, gracias a la Unesco, Sant Jordi es también mundialmente reconocido como el Día del Libro.
Recuerdo que, cuando era una estúpida adolescente, un niño que me pretendía me regaló un libro… y lo desprecié. En aquel entonces, no sentía esta pasión tan fuerte como ahora.
—Hoy, como escritora, es el mejor regalo que me pueden hacer—.
Y, bueno… si viene acompañado de una rosa, tampoco voy a decir que no. Eso sí, nunca aceptaría una rosa roja. Al igual que el abanico, tiene su propio lenguaje, las rosas también tienen su propio idioma. El significado de la rosa roja es: romanticismo, pasión y sentimientos profundos. Representan el amor por excelencia.
Espero que disfrutéis de este día tanto como lo habéis hecho hasta ahora. Y si conocéis a alguien que quiera participar, puede enviar su aportación antes del 4 de abril a larevistadetodos@outlook.es. En el asunto tendréis que poner: "Colaboración revista". Cada texto tendrá que ir acompañado de una ilustración y al ser el día del libro, la palabra que debéis incluir en vuestra aportación, será: "libro"
Ni siquiera sé cómo pude cometer el error de ser tan cercana con él. Había venido a varias presentaciones de mis novelas y siempre estaba en primera fila.
Nunca, jamás, le había dirigido la palabra, salvo para dedicarle algún libro. Pero ese día, por alguna extraña razón, reparé en su mirada como nunca antes lo había hecho.
Siempre tuve claro que mi vida como escritora era lo que más feliz me hacía, y aunque había recibido alguna propuesta de algún seguidor que otro, nunca me propuse cruzar esa barrera. Porque ya se sabe que los rumores corren a la velocidad de la luz, y ahora que estaba empezando a ser reconocida, no quería, por nada del mundo, dejarme llevar, por muchas ganas que tuviera; puesto que mi relación con Javier, mi marido, comenzaba a hacer aguas, y la necesidad de sentirme mujer de nuevo era algo que no podía ignorar.
Pero ese día, sin saber cómo, acepté su propuesta y, a la salida de la firma, quedamos en un bar cercano para tomar una copa.
El alcohol, sin duda, logró que perdiera esa timidez tan propia de mí. Así que, entre risas sin sentido, le pregunté por qué se había fijado en mí.
Alejandro no dijo nada. Solo me miró y me pidió mi dirección porque quería enviarme un libro. Dijo que estaba convencido de que me iba a gustar.
Pasaron varios días desde la presentación, hasta que, de pronto, llamaron al telefonillo. —Me levanté para abrir la puerta—.
El remitente del paquete era Alejandro, ese seguidor que, con su mirada, me estaba empezando a cautivar. Lo abrí y, en su interior, encontré el ejemplar de la última novela de un amigo mío que no había alcanzado a comprar. Se titulaba Figuras en un espejo. Pero lo que más me sorprendió fue descubrir una carta de Alejandro dentro del libro.
Te extrañará que te responda ahora, pero me gustaría verte. Siempre dejamos que pase el tiempo en exceso, más nunca se borra la emoción de encontrarnos de nuevo. Tal vez me encuentres distinto. Tienes razón, ya no soy la misma persona. He cambiado y por eso no puedo comportarme de la misma manera, supongo que ya estás acostumbrada a ello. Aunque no sé por qué escribo así. He leído cada frase de tus novelas, cada palabra de tus relatos, soy tu seguidor, tu admirador. Y sé que no me responderás o si lo haces será con una frase literaria.
Puedes encerrarte en ti misma, aislarte. Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero… ¿Ves?
La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. O tus personajes son reflejos de ti misma o acaso lo que te gustaría ser y tan solo transmites cuando escribes.
Yo he desnudado pocas veces mi interior y en muchas de ellas contando solo lo que a mí me interesaba… pero a ti te conté más… aunque no todo, me resultaba imposible; ahora necesito exorcizar mis fantasmas para continuar adelante. Pero yo no soy escritor como tú y los pensamientos me ahogan cuando los quiero ordenar.
¿Tú te encuentras bien? Porque yo no lo estoy. Me gustaría verte y solucionar esto. Pero sé que es muy difícil, o imposible porque tú ya estás escribiendo otro libro. ¿Cómo será esa nueva obra? Cambiarás de protagonista, solo fui un personaje más de aquel argumento que vivimos sin soñar, o que soñamos sin vivir.
Te pediría que me abraces, pero mejor no lo hago, deduzco que tienes otros amantes. Es cierto, ¿verdad?
Se me atragantan las palabras, me sucede a menudo. Debes tener paciencia conmigo, te repito que no estoy bien. Me faltan incluso las lágrimas.
¿Cuántas veces me has besado en sueños? Se puede acariciar el silencio. Se puede soñar con el vacío, incluso tendremos que vivir con la ausencia.
Mujer y Luna, piel que se eriza al sentir su desnudez. Eres escritora, si no me hablas al menos escríbeme.
Alejandro
Había una tarjeta con su dirección de correo electrónico. Decidí escribirle, aunque no sé si sería lo más correcto, y contestar a su carta con otra mía...
Alejandro,
No sé qué decirte. La verdad, no me esperaba nada de esto.
Y no sé muy bien cómo pude dejarme llevar. Sabes que estoy casada, aunque jamás te lo haya dicho, y no suelo llevar la alianza. Cada libro se lo dedico a él, a Javier, y tú, como seguidor mío que eres, has tenido que leer cada dedicatoria.
Y, pese a que soy escritora, como bien sabes, quien ahora te escribe es la mujer, y no me está resultando nada sencillo.
Porque no es fácil reconocer que mi marido ni siquiera repara en mi presencia. Ni aunque me vea desnuda. Ni aunque lo busque en la intimidad. Lo único que encuentro es rechazo tras rechazo. Y, pese a que mi género es el erotismo —como bien sabes—, mi vida íntima es inexistente. Creo que llevo cinco años sin estar con nadie en la intimidad.
No puedo seguir escribiendo, Alejandro. No sé si tiene sentido que nos veamos o siquiera que respondas a esta misiva.
Te pido perdón por haberte confesado algo que, hasta ahora, nadie sabía.
—¡Qué fácil es escribir siendo escritora, y qué complicado es hacerlo cuando quien lo hace es la mujer que habita en ella!—
Ena.
Hola Ena, no iba a contestar, tal y como señalas en tu carta, pero me puede tu recuerdo, tus palabras escritas resuenan en mis oídos. Verte desnuda. —Eso me hace temblar—.
Como escritora conoces mucha gente, tienes admiradores, estoy seguro de que alguno se te ha acercado. Yo en cambio no tengo más que los recuerdos. Y amigas también, pero llegan y se van. No dejan huella.
—¿Es verdad que te han invitado a unas jornadas literarias en las islas, junto al mar?
Lo leí en algún periódico—.
—¿Y si me acercara allí en secreto para verte?—.
Nadie seguirá mi pista y puedo pedirme en la empresa algunos días de vacaciones. Serían dos días mágicos, aunque luego cada uno siga su camino y yo no vuelva a escribirte.
No te insistiré; comprendo que no puedas aceptar, pero llevo pensando en ello desde que me enteré de la noticia. De hecho por eso me atreví a escribirte de nuevo.
Alejandro
Hola, Alejandro:
Respondiendo a tu pregunta, he de decirte que hay un seguidor que me atrae, pero… tal vez por su profesión y porque estoy segura de que soy poco para él, ni me planteo el hecho de robarle un beso, aunque… me encantaría.
He de confesar que también he temblado cuando escribiste —verte desnuda—, aunque no sé por qué lo menciono. Tal vez porque en sueños…
Sí, Alejandro, la noticia que has leído sobre las jornadas literarias es veraz. Pero José, el editor del autor del libro que me regalaste, me ha invitado a unos eventos en San Sebastián y, como ya sabes, mi siguiente novela es histórica.
Por eso quiero aprovechar, cuando tenga algo de tiempo libre, para acercarme al Palacio de Miramar. Allí fue donde Alfonso XIII pidió la mano a Victoria Eugenia de Battenberg, y necesito documentarme.
Tu oferta de pasar un fin de semana juntos es muy tentadora, y después, que cada uno siga con su vida.
Te seré sincera… —¡Me apeteces!—, que no es lo mismo que gustarme o sentir amor por ti. No sé si me explico…
Pero he de hacerte una pregunta, Alejandro: —¿No será que es la escritora quien te atrae y no yo, la mujer?—
¿Acaso la escritora no es la mujer? ¿Son dos personas distintas? No lo sé, pero a mí me sedujo lo que me mostraste. Así que tú tienes la respuesta. Tu debes saber si lo que me dejaste ver era la mujer o la escritora. O ambas a un tiempo.
Estoy escribiéndote este correo electrónico porque estoy a punto de llegar a tu hotel. Tengo alojamiento en otra planta, solo una noche. Esta noche, desnuda y evanescente, ardiente y real. Mujer o escritora. Pero con el cuerpo desnudo y el alma tejida con sueños.
Mañana he de regresar; tal vez no nos volvamos a ver. O quizás en otro hotel una noche furtiva.
Ya casi estoy llegando. Confío que puedas estar libre ya a esta hora.
Alejandro
No llevaba ni media hora instalada en la habitación cuando me llegó el mail de Alejandro. El solo hecho de pensar que ya estaba en el hotel aceleró mis pulsaciones.
Nunca antes me había planteado ser infiel a mi marido, pero, a fin de cuentas, solo iba a ser una noche. Después, todo volvería a ser igual a mi regreso.
La casa, la limpieza, la plancha, la rutina, la distancia… casi insalvable entre Javier y yo me devolvería a mi habitual estado de melancolía. Hasta que la vida, una vez más, me ofreciera la oportunidad de sentirme algo más que una estatua insultantemente atractiva, pero… sola y vacía.
Estaba saliendo de la ducha, apenas me dio tiempo a ajustarme el albornoz cuando escuché los golpes en la puerta.
Abrí. Era él. Alejandro.
En efecto, no hubo ni preguntas ni porqués…
Solo éramos dos personas dispuestas a disfrutar de ese momento que el destino, caprichoso y veleidoso, nos tenía reservado.
Las palabras sobraron, como nos sobró la ropa. Y fue entonces cuando Alejandro—el seguidor, el hombre—escribió con sus besos, sus caricias y su sexo la mejor ópera prima jamás escrita en el cuerpo de una mujer.
Ya no importaba si yo era la escritora o la mujer, si él era el seguidor o el hombre. Solo éramos dos adultos sin prejuicios, capaces de dejar los tabúes a un lado para entregarnos a la pasión, convirtiéndonos, por unos instantes, en un solo ser.
Dos amantes de la literatura y del placer, incapaces de ponerle puertas al campo y de decirle que no al deseo, al amor...
A la mañana siguiente, cuando desperté, Alejandro ya no estaba a mi lado. Solo me quedaban el recuerdo, su olor en mi piel y el calor en mi vientre…
Me incorporé para ducharme y entonces vi una nota en la mesilla.
No es fácil escribir estas notas. No soy escritor como tú. Me gustaría tener esa capacidad para dibujar las palabras. Me quedan las imágenes grabadas en mi mente. Entré en tu habitación y allí estabas envuelta en aquel albornoz rosa. Había fantaseado con quitarte la ropa poco a poco, pero la impresión recibida fue aún mayor.
Completamente desnuda tu piel refulgía, tu cuerpo brillaba con una luz que silueteaba tu intimidad y la convertía en fuego y fascinación.
No encuentro palabras —no soy escritor como te he dicho, solo ávido lector— para describir ese momento, y los que le siguieron. Tu rostro, tu cuerpo erótico pleno de intimidad y misterio, tus manos traviesas, tus pechos erguidos y tu mirada. Sí; fue tu mirada además de tu desnudez la que me transportó a un mundo lejano. Tal vez al mundo de tus escritos, de tus fantasías. Sentí que por unas horas yo formaba parte de ese mundo tuyo de escritora. Y tú dibujabas tus letras apasionadas en mi cuerpo hasta el límite mismo de la excitación, de la locura…
Ahora estamos lejos. El libro se ha acabado de escribir, como todos los libros, pero la escritura queda y el libro vuelve a vivir cuando se lee de nuevo.
¿Volveremos a leer este relato?, o mejor aún, ¿podremos escribir otro nuevo?
Se que nuestros mundos reales se han separado porque son diferentes. Pero releo a menudo aquella frase de tu novela más famosa: escribir es una forma de vivir.
Si no podemos compartir el mundo real podemos vivir nuestro sueño en tu escritura. Esa será nuestra forma de vivir, nuestra manera de hacer el amor. Concebiremos hijos de papel y tu recuerdo será mi recuerdo hecho de palabras y acentos.
Escribe Ena, porque escribir será nuestra manera de amar, nuestra forma de sentir.
Pasaron unos instantes hasta que, por fin, logré tranquilizarme tras leer el mensaje de Roberto. Sabía que debíamos vernos, que esa conversación era inevitable, pero no tenía el valor de enfrentarle ni de hablar con él.
Roberto era el único hombre que, pese a conocer mi antigua profesión, quería formar una familia conmigo. Y aunque ser madre siempre ha sido mi mayor anhelo, no estoy segura de querer compartir mi día a día con él.
Podría decir que es perfecto, pero… es demasiado clásico, y eso nos distancia.
No creo que estuviera preparado para saber que nunca podría renunciar a mis encuentros con Davinia, que iban más allá del placer. Lo que sentía con ella era magia. No sé si por la nostalgia y el morbo de haber compartido la misma profesión o porque, al haberme ayudado a criar a mi hijo, se había forjado entre nosotras una unión casi indestructible. A pesar de las discusiones que tuvimos antes de separarnos —y que terminaron por alejarnos—, ella sigue siendo una parte esencial de mi vida.
Pero Roberto es serio, demasiado serio. Y aunque al principio fue precisamente eso lo que me enamoró de él, ahora siento que necesito algo más.
Tal vez la solución sea la misma de siempre: huir. Viajar sola para encontrarme a mí misma.
Quiero volver a ser madre, de eso no tengo ninguna duda. Pero no estoy segura de querer compartir mi vida con él.
Mi hijo y yo estamos acostumbrados a estar solos, a tenernos el uno al otro. Sé que a él le vendría bien una figura paterna, pero me aterra que mi relación con Roberto no funcione. No podría soportar que mi hijo se encariñara con él, para después perderlo. No me lo perdonaría jamás.
Cuando no tienes hijos, empezar una relación es más fácil. No hay mucho que perder si algo sale mal. Pero cuando eres madre, la historia es diferente. La persona que llegue a tu vida debe amar a tu hijo más que a ti, porque ningún padre o madre renunciaría jamás a su hijo por amor. Quienes han estado en mi situación lo entenderán. No es fácil. No puedes ocultar la existencia de tu hijo, pero tampoco puedes negarte la oportunidad de ser feliz.
Y aunque no tengo dudas de que Roberto sea un buen padre para el bebé que espero, eso no es suficiente.
No es lo mismo despertarte varias veces en la noche para amamantar a tu propio hijo o consolar su llanto, que tener que cuidar al hijo de otra persona. Abraham ya duerme de un tirón, pero sigue siendo un niño. A veces tiene pesadillas.
— ¿Estará Roberto preparado para afrontar eso?
El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos y me obligó a dejar de escribir en el diario.
—Buenos días, me llamo Josep. ¿Podría hablar con Giselle?
—Sí, soy yo. ¿Quién eres?
—Le llamo de la librería Abantos de Alicante. Estamos organizando una feria del libro cuyos beneficios irán destinados a FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras), y nos encantaría contar con su presencia. ¿Qué le parece?
—¡Claro! —respondí, titubeante. La idea me emocionaba.
—Perfecto. ¿Podría darme su correo electrónico para enviarle toda la documentación?
—Sí, toma nota: Giselle17051976@hotmail.com
—Muchas gracias. Cuando lea la documentación, responda lo antes posible.
—Así lo haré, Josep.
Nunca había hablado abiertamente de ello, pero colaborar con FEDER me hacía una ilusión especial. Yo misma padezco una enfermedad rara.
La enfermedad de Darier, o disqueratosis folicular, es un trastorno genético de herencia autosómica dominante causado por la mutación del gen ATP2A2. No tiene cura ni tratamientos realmente efectivos. La padezco desde los catorce años y es horrible. No solo por el picor y, en ocasiones, sangre, sino porque desnudarse ante alguien es un desafío cada vez mayor.
Aunque Roberto conoce mi “heridita” —como siempre la he llamado—, me aterra la posibilidad de que Abraham o mi futura hija pueda desarrollarla con el tiempo.
Siento que tengo un ángel de la guarda cuidándome, porque esta feria es la excusa perfecta para marcharme unos días y aclarar mis ideas sobre Roberto.
Debía llamarlo para decirle que me iría de viaje y que nuestra conversación tenía que aplazarse, pero no tenía el valor.
Hoy
es San Valentín, el día de los enamorados. Para mí, es el día del amor en su
sentido más amplio: cariño, respeto, admiración… Todo eso es lo que siento por
ti como lector/a.
Quizás
no seas consciente del inmenso regalo que me has hecho durante tanto tiempo. No
hay objeto material que pueda compararse con algo tan valioso como tu tiempo.
Es un obsequio intangible, imposible de cuantificar y, por lo tanto, de
olvidar.
Cada
vez que accedes al blog, piensas en mí, como yo ahora pienso en ti, mientras que estoy escribiendo esta carta.
¿Acaso hay
mejor regalo que compartir parte de nuestra vida, de nuestro tiempo?
No lo
creo, y por eso quiero darte las gracias. —¡Gracias por tu regalo!—.
Vivimos
en una sociedad donde expresar lo que sentimos parece estar mal visto. Nos
comunicamos cada vez menos, vivimos atrapados en las pantallas.
Ya no damos un beso o
un abrazo al saludar o despedirnos, como si el afecto fuera algo inapropiado.
Pero curiosamente, cuando alguien muere, todos encuentran tiempo para ir al
tanatorio.
Entonces me pregunto: ¿por qué no lo encontraron antes para tomarse un
café? ¿Por qué no se llamaron para decirse lo que sentían? ¿Por qué?
La
vida es corta. Solo tenemos esta. La felicidad, como tal, no existe; son
momentos, y esos son los que realmente nos llevamos.
Todo
lo material —bolsos, perfumes, zapatos, joyas— se quedará aquí.
Solo
nos acompañará lo vivido, lo experimentado, lo sentido, lo dicho...
—¡No
colecciones cosas, sino momentos!—.
Tal
vez sea de las últimas personas que creen en el contacto, en el valor de un
beso, de un abrazo. Para mí, son esenciales. Cada uno sabe qué tipo de besos y
abrazos debe dar, pero quedarse con las ganas me parece absurdo.
No
voy a disculparme por sentir así, porque no creo que sea necesario.
Cada
escrito puede tener mil interpretaciones según quien lo lea, pero como
escritora, sé muy bien qué quiero expresar con mis letras.
Porque
las "letras" se escriben y se leen, mientras que las "palabras" se pronuncian y se
escuchan.
¡Feliz
día de San Valentín, en el más amplio significado de la palabra “amor”!
Gracias
por seguirme.
Ena
P.d: Que lo que ha unido las letras, no lo separe el hombre.
Buenos días, tardes o noches, ya que como sabéis no sé a qué hora os conectáis. Para mí es un auténtico placer, una vez más, ponerme en contacto con vosotros, ya que queda muy poco para el especial de San Valentín.
El próximo 7 de febrero, he programado que automáticamente, se publique la entrada con todos los títulos y autores que nos presentamos una vez más para emocionaros y hacer que el día de San Valentín sea mágico, especial, diferente…
En esta ocasión, debido, a que sé que mis audios están siendo muy escuchados, he decidido que parte del capítulo de Giselle sea locutado. Deseo y espero que os guste.
El día de San Valentín, jamás, me ha gustado, y ese día entenderéis el por qué. El amor, en el más amplio sentido de la palabra, también engloba, el cariño, el querer, y como no… el Desamor, que no es sino, un mal trago por el que todos, en algún momento dado de nuestra vida, hemos pasado. A fin de cuentas, para sentir desamor, antes sea ha tenido que amar.
No olvidéis que tenemos dos citas pendientes, el día 7 de Febrero a las 10:00 de la mañana conoceréis el contenido de la revista y el día 14, día de los que tengan la suerte de estar enamorados, para que os emocionéis, como yo.. me estoy emocionando ahora.
Este
relato es la continuación a una historia escrita a cuatro manos. Y que escribí,
junto con Fernando Alonso Barahona en Agosto del 2013, nunca pensé que me
atreviese a hacerlo; pero no todo tiene un por qué.
Para
saber de qué va la historia, tendréis que leer la anterior y quien ya lo haya
hecho, espero os guste.
Mi
vida como escritora estaba yendo viento en popa; ya quedó atrás mi época de
escorts, —con el último servicio—, la noche en la que estuve con Roberto.
Ahora, estaba completamente volcada en mi profesión de periodista, sin dejar a
un lado mi pasión por la escritura y la promoción de mi novela. La
presentación de "Entre dos mares", había sido todo un éxito. Jorge,
mi editor, estuvo a mi lado en el día más feliz de mi vida. Ya todo estaba
aclarado, ya no había ningún rastro de confusión por mi parte, ahora, aunque
tarde y después de haber llorado lágrimas de sangre, sabía que le querría el
resto de mis días como a un amigo.
Aunque...
tengo que ser sincera, como siempre me ha gustado serlo, y confesaros, que
hubiera dado mi vida porque Roberto, me presentase. Aunque lo más sensato,
después del affaire que tuvimos, era dejar pasar el tiempo.
Con
mi jefe, había llegado a un acuerdo para que no me volviese a enviar a cubrir
ningún evento en el que él estuviera presente, por más que solicitasen mi
presencia.
Las
jornadas de trabajo en la oficina eran extenuantes, tan sólo me permitía la
licencia de conectarme un par de minutos al día a mi correo personal, para
comprobar si había alguna noticia interesante entre mis amistades.
Y
justo fue en ese instante cuando me enteré de que Roberto, había presentado la
obra de la que habíamos hablado hace tiempo en el congreso de San Sebastián.
Me
hubiera gustado poder estar a su lado, ver ese brillo de su mirada y esa
sonrisa tan contagiosa, que al recordar y después de tanto tiempo, todavía
dibujaba en mi rostro esa felicidad que sentí aquella noche entre sus brazos.
Tal
vez, la ambición, tal vez, el querer llegar rápidamente a mis metas, había
hecho que me comportarse como una mujer interesada y hasta desleal.
Me
observo en el reflejo del monitor, y me doy cuenta de que estoy llorando.
Extraño esos momentos en los que hasta el silencio, que de una manera arrogante
se hacía protagonista entre nosotros—hasta en esos instantes—, yo era feliz a
su lado.
Nunca
me quedó claro, si realmente nuestros encuentros eran porque compartimos la
misma pasión hacia la literatura, o por el contrario —nos veíamos a
escondidas—, porque la complicidad, el respeto y el entendimiento que existía
entre nosotros, tal vez... podría ser con el tiempo una verdadera historia de
amor.
Todavía
conservaba el número de su teléfono en la agenda de mi móvil y en más de una
ocasión tuve la tentación de mandarle un mensaje, para saber de él; pero el
miedo a volver a confundir mis sentimientos paralizaban todo intento.
Emocionalmente
estaba tranquila, sin lugar a duda, era el mejor momento de mi vida. Tenía todo
por lo que había trabajado duramente, un trabajo que hacía que cada día me
sintiera más realizada, mi primera novela en la calle y con una aceptación
bastante buena, y lo más importante con ideas y proyectos interesantes.
Pero
leer el email de Roberto, en el que me pedía que estuviera con él en su día,
hizo de nuevo, que esas cenizas que en su día no llegamos a apagar, ahora, otra
vez prendiese la llama de esos sentimientos, que despertó en mi aquel día, en
aquella presentación; en la que mi editor Jorge Andrade presentaba su libro
"Hacia el infinito".
Fue
el sonido del móvil, quien hizo que volviera a la realidad, dejando aparcado el
recuerdo de los besos de Roberto.
Era
mi amigo Nando, quería verme, llevábamos un tiempo saliendo, pero pese a que él
estaba completamente enamorado de mí, yo por el contrario, aunque que le quería
con locura, me faltaba ese punto de comprensión, que solo encontraba en las
conversaciones con Roberto.
Nos
fuimos a cenar a un restaurante vanguardista de una elegancia sin igual, pero
nada de eso, nada, hacía que me quitase de la mente a Roberto; tal vez si no hubiera
abierto el correo, si no hubiera visto su email, seguramente ahora estaría
camino de un hotel, para subir con Nando a la habitación de un hotel para dar
rienda suelta a la pasión. Y sin embargo, cuando intentó besarme, le rechacé.
Salí corriendo del restaurante, cogí el primer taxi que pasó y me fui a mi
apartamento.
Confusa,
me senté en el sofá y fui arrancando pétalo a pétalo, descomponiendo así, el
ramo que Nando me había entregado al subir a casa a buscarme.
Tal
vez quería encontrar una respuesta y armarme de valor para poner en
conocimiento a Roberto, de lo que hoy en día todavía sentía por él.
Acumular
este sentimiento en mi interior, sólo hacía que me sintiera cada vez peor, y
decidí embriagada por el aroma de las rosas, escribir, un email a Roberto.
Querido
Roberto.
Tal
vez ni tan siquiera leas ese email, posiblemente termine en la papelera o al
entrarte como “spam”, ni lo leas, pero mi corazón atribulado una vez más, me ha
empujado a decir lo que siento.
Me
alegra saber que por fin has publicado ésa obra, de la que estoy segura, será
un ópera prima, compuesta de versos y capaz de llegar a los corazones más
insensibles, cautivándolos con el sonido de esa melodía de pasión, ternura y
amor, que siempre se encuentran en cada una de las palabras que escribes.
Cierto
es que ha pasado mucho tiempo desde que coincidimos en la presentación del que
hoy es editor de ambos, pero hoy te escribo para decirte que todo lo que siento
—todosurgió aquél día, en aquella presentación— en la que desde
el minuto cero, cuando quedamos momentos antes de que empezase el acto, para
hablar, desde ese instante que nuestras miradas se cruzaron, —ésa mirada
escrutadora que tanto te gustaba de mí—; desde entonces y aunque me he
disfrazado de insensible en ocasiones, de liviana en otras dándome a quién no
me merecía, pese a todo, hoy, tengo que decirte que te quiero.
Pero
este te quiero, no sé si es tan fuerte como para querer plantearme el hecho de
luchar por ti, contra viento y marea; o tal vez sea que a tu lado, tengo el
valor de seguir luchando en este mundo de letras, de fantasías, de envidias y
de pasión...
—¡No
lo sé, Roberto!—, solo sé que necesito de nuevo besarte, para saber si esto que
siento, esto que estoy escribiendo es real, y no un capítulo más...
Quizás
este sea el relato más complejo al que jamás antes me había enfrentado, y
quizás sea porque más que un relato, es una reflexión en voz alta compartida
con quien lea este conjunto de palabras; y del que me gustaría leer vuestros
comentarios para saber vuestra opinión y daros contestación a cada uno de
ellos.
—¿El
amor, es lo que uno quiere? ¿Se puede controlar?—.
Hace
varios días he llegado a la conclusión de que no se puede controlar, pese a que
a mi alrededor existan un conjunto de personas que me digan que si se puede
dominar e incluso canalizar.
Pero
tal y como yo lo veo, como ése torrente incontrolable de sentimientos que hacen
acto de presencia en tu vida, y en la gran mayoría de veces sin preguntar si
quieres enamorarte o no.
—¡No!—,
de esa forma, lo siento, pero no se pueden controlar; y en mi modesta opinión
si hay alguien que lo pueda controlar es que entonces, lo que siente, no es
verdadero amor.
Aunque
como todo, existen diferentes formas de ver la vida, y por consiguiente de
entender los sentimientos. Y para explicarme mejor, os contaré la complicada
situación por la que una amiga mía está pasando.
En
el año 2006 conoció a un hombre que le hizo sentir con una sola mirada, —lo que
en su interior ella misma desconocía—; ha intentado con todas sus fuerzas pasar
página y escribir otra nueva vida; salir con otras personas y direccionar esos
sentimientos hacia otros hombres; y sin embargo todo maldito intento no ha sido
sino en vano.
Se
ha disfrazado de otra mujer, para con éste propósito olvidar a quien ha marcado
tanto su vida, y a la que ha dejado sumida en un mundo oscuro, del que con
mucho esfuerzo se asoma de vez en cuando a la vida.
Pues
por mucho que la digan, el amor, como ella lo ve y lo siente, es incontrolable
y por lo tanto atribulado; y a un corazón atribulado es complicado hacerle
entender que lo que siente su corazón carece de toda lógica y razón.